Capítulo 30

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Agradécele a la vida.
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Tenemos que valorar cada segundo de nuestras vidas porque nunca sabes si vas a tener oportunidad de vivir otro día o no. Debemos reír, bailar, cantar, gritar a los cuatro vientos lo que sentimos, llorar, enojarnos, insultar, pedir perdón, reconciliarnos, volver a reír y llorar de felicidad, extrañar, y expresarnos de la manera que quisiéramos todo lo que pensamos porque, ¿Para qué está la vida sino? No te prives a hacer las cosas que quieres por vergüenza o por el que dirán. ¿Qué te importa el resto? Ellos se joden por vivir la única vida que tienen pendiente a los demás en vez de disfrutarla.

Siempre he hecho lo que he querido porque pienso que no hay que desperdiciar ni un segundo de algo tan valioso. Puedes tener ochenta años, cincuenta, dieciséis u ocho cuando te saquen la oportunidad de disfrutar, de ser feliz, de vivir. Haz lo que sientas aunque te equivoques, luego te reirás de lo tonto que hiciste cuando eras un joven o hace dos días.

No te amargues y no te arruines porque para eso están las enfermedades, esas cosas horribles que se apoderan de ti y de tu vida, que no sabes si se irán solas o si te llevarán con ellas, esas cosas que te mantienen muerto incluso hasta cuando aún sigues respirando.

Esa cosa que tiene a Halsey, una niña de ocho años que lo que más quiere es vivir y reír, una persona hermosa que no se merece nada malo, nadie lo hace. Y aún así ella sigue de pie, luchando. Porque de eso se trata, ganarle tu vida a la enfermedad y no que ella lo haga, algunos pueden y otros lamentablemente no. El mundo se me vino abajo cuando escuché esas tres palabras salir de la boca de Hans.

"Halsey tiene leucemia."

Cáncer. Esa maldición tiene atrapada a la pequeña Hal y a millones de personas más. El cáncer te va llevando poco a poco, en un proceso doloroso y feo. Pero no por eso tienes que rendirte, puedes curarte, o tal vez no pero eso no significa que hayas muerto, no aún, no te rindas. Creo que la mejor medicación para esa y todas las enfermedades es la felicidad. Puede que no te la quite pero no sufrirás el último tiempo que tienes, lo aprovecharás cada segundo, como siempre deberíamos hacer.

No mencioné una sola palabra y Hans tampoco, no puedo hacerlo, las palabras no salen de mi boca aunque quiera. Ahora me está guiando hacia la habitación de la niña, Hans me dijo que ella preguntó mucho por mí. Llegamos a la única puerta de la mansión que conozco, una enorme puerta rosada con el nombre de Halsey grabado. Entramos y el alma se me cae a los pies.

Hal está acostada en su cama. Se ve más blanca de lo usual y luce cansada. Tiene los párpados cerrados y respira tranquilamente. Una lágrima cae por mi mejilla y me acerco a la niña. Ella al escucharme abre sus hermosos ojos color miel con un tono verdoso y sonríe. Esa sonrisa brilla demostrando que no se va a rendir, y la admiro.

-¡Emma! Hace mucho no te veía. -me deshago de las lágrimas y me acerco a abrazarla sin poder resistir un segundo más lejos de ella. Me envuelve en sus pequeños brazos al instante.

-Hola, Halsey, ¿Qué tal has estado? -murmuro con una gran sonrisa al separarla de mí, me devuelve el gesto.

-Bien, como siempre. ¡Extraño francés! ¿Vienes a enseñarme? -cuestiona emocionada.

-Primero vine a verte, estoy comenzando a pensar que me utilizas. -bromeo.

Halsey estalla en una carcajada e inhalo con fuerza, intentando sostener las rebeldes lágrimas que comienzan a rodear mis ojos. Creo que su feliz risa es el sonido más tierno y lindo que he escuchado.

En mis manosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora