En mis manos

Capítulo 4

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Preguntas sin respuestas.
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Las voces vienen del fondo del pasillo y en seguida me percato de que están en la oficina de papá. Me acerco despacio a la puerta y pego la oreja a ella para escuchar de qué hablan, rozando porque no noten mi presencia.

¡Por favor, Dios! Juro que era mentira las veces que dije que era atea.

—No puede ser, Harding ¡Se nos está yendo de las manos!

A mamá se le escucha muy nerviosa.

—Lo tenemos todo controlado, tranquila.

—Viste el color de sus ojos? —Mi padre guarda silencio—. ¡Estaba furiosa!

¿Estarán hablando de mí? Por supuesto que están hablando de ti. Pero, ¿qué tiene que ver el color de mis ojos? ¿No deberían estar enojados porque me escapé de casa justo después de empujar a una chica en el colegio?

Mi madre me leyó la mente:

—¡Y se escapó de casa! Estoy segura que no es la primera vez. Ella no puede entrar a ese bosque, Harding, la perderemos si lo hace.

Un revoltijo inunda mi estómago. ¿A qué se refiere mi madre con que no puedo entrar al bosque? ¿Por qué me perderían? Esta definitivamente no es la conversación que me esperaba encontrar. No es siquiera una conversación lógica... ¡Les preocupa el color de mis ojos, el mismo que tengo hace diecisiete años!

—Tendríamos que haberlo hecho antes —murmura mi padre con un tono que no me gusta para nada. Aunque menos me gustan sus siguientes palabras—: Pero ahora no nos queda otra que encerrarla. Es peligrosa.

Me quedó estática frente a la puerta, procesando las palabras de mi padre, hasta que me percato de que no volvieron a hablar en minutos y oigo unos pasos acercándose desde el interior de la sala...

Reacciono más por instinto que otra cosa. La oficina cerca de las escaleras, pero no me daría el tiempo de subirlas por completo si que me vean y me descubran husmeando. Sin embargo, perfectamente podría correr a la sala de estar y llegar a la puerta de entrada antes de que ellos salgan.

No pierdo más segundos y lo hago. Corro a toda velocidad y salgo de mi casa, con el corazón en la boca y el eco de la voz de mi madre preguntando por mí a mis espaldas.

Mis piernas se mueven tan rápido como mis pensamientos.

¿De qué estaban hablando? ¿Por qué tendrían que encerrarme? ¿Cómo es eso de que soy peligrosa? ¿Qué cosa se les está yendo de las manos? ¿Y por qué demonios no podría entrar a ese bosque? ¿Qué quieren decir con que si lo hago me perderán?

Lo más raro de todo es que no parecían preocupados por lo que me podría pasar, sino que por lo que yo podría hacer.

Como si fuera una asesina serial.

Sin darme cuenta, llego a la parte del bosque en la que me encontré al chico de ojos grises. Otro tema el cual me parece extraño. ¿Por qué me parece tan familiar?

No mentía cuando dije que no tenía respuestas para nada.

Unos ruidos dentro del bosque me sacan de mis pensamientos, poniéndome alerta. Ya anocheció y el bosque está más tenebroso que nunca. La última vez que escuché ruidos pensé que era un animal y terminó siendo nada más ni nada menos que el chico de ojos grises.

Aunque espero que ahora no sea él. ¿Si es un asesino? ¿O un secuestrador? Genial, yo aquí en medio de la noche y sola. Soy una presa bastante fácil.