3: Rehén

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Intenté empujar al extraño que aprisionaba mi espalda, pero fue imposible, era más fuerte que yo. Con mucho esfuerzo pude levantar mi cabeza para quitar la boca de la tierra, pero con cada movimiento que hacía, él hundía más el cuchillo en mi cuello. Ahora lo sabía, gracias a mi soberbia me había descuidado, fue un error pensar que podía controlarlo sola. De pronto la cabeza de él estuvo junto a la mía, sus ojos me advirtieron lo que sucedería si pretendía alguna osadía. No hacían falta palabras para entender su amenaza. La cólera invadió mi cabeza, y pude sentir cómo ardía mi rostro. No supe con quién estaba más enojada, si con él por querer escapar, o conmigo por ser tan estúpida.

Pronunció palabras que no entendí, pero supe que iban dirigidas a mí porque suavizó la presión del cuchillo. Luego comenzó a incorporarse al tiempo que tiraba de mí. Cuando ambos estuvimos de pie, volvió a presionar mi cuello con el cuchillo, y me dio un empujón para que comenzara a caminar. Yo lo hice lo más lento posible, esperaba que en cualquier momento alguien se diera cuenta que yo no estaba y fuera a buscarme, pero no sucedió. El cristiano, airado, me regañó en su lengua, y yo le contestaba cualquier cosa para que creyera que le daba una explicación, pero la verdad, ninguno entendía lo que el otro hablaba. Caminé, uno, dos, tres pasos hasta la puerta. Él se detuvo, y miró a su alrededor como sopesando sus probabilidades, y como yo lo temía, hizo un gesto hacia Guardián.

Con la rienda del caballo en mi mano, reanudé los pasos que me faltaban para llegar a la puerta: dos más y estaríamos afuera. Nos paramos en el umbral y sacó la cabeza para mirar hacia afuera, para fortuna de él no había nadie. Yo pensé que esta distracción sería suficiente para escapar, y le di un fuerte codazo. Él emitió un rugido ahogado y me tiró del cabello. La que lloró por el dolor fui finalmente yo. No cabía duda que había subestimado a mi oponente. No sería sencillo escapar de su opresión.

-Está bien, ya entendí -manifesté yo, al tiempo que levantaba la mano que tenía la rienda en señal de claudicación-. No volveré a intentarlo.

Yo sabía que no comprendía, pero quería transmitir confianza, y en ese momento sentí que él me creía, porque pronunció unas palabras, y rio.

Branagh volvió a empujarme para que avanzara. Fuimos pasando por entre las casas vacías, y yo con desazón contemplé el cielo. Todos estaban reunidos en el gran salón bebiendo y hablando de las proezas que en realidad no habían sido muchas. ¡Malditos hombres! No me quedó otra alternativa que continuar caminando. El hombre había ganado, pero era solo por ahora.

Salimos de la aldea sin problemas. En cuanto pasamos la última casa, él se las arregló para subirme arriba de guardián sin soltarme, demostrando tener destreza en estas cosas, y después con demasiada agilidad para mi gusto, de un salto estuvo montado detrás mío. Pasó sus brazos a mi alrededor para tomar las riendas, y emprendimos galope.

Por un momento pensé que guiaría hacia la montaña, pero tomó un sendero costero. Pude notar que miraba con atención, fijándose si habría otra aldea. Imaginé que intentaría cambiarme con algún comerciante, para poder subirse a un barco que lo llevara lejos, o quizás, llevarme de rehén. La sola idea de que no me dejara ir, hizo que me corriera un sudor frío por la espalda, causándome un temblor involuntario. Él lo notó y me abrazó más fuerte pensando que tenía frío.

Yo moví desesperada mi cuerpo tratando de poner distancia, ¿por qué tenía que pegarse tanto a mí? Lo malo fue que tanta agitación causó que él reaccionara de forma extraña, habló con voz áspera y tomó mi cintura con firmeza para que me quedara quieta. Después de sentir una dureza abajo de mi espalda, comprendí de qué se trataba: el maldito estaba excitado, y al parecer creía que yo lo provocaba a propósito.

Nunca había tenido novio, o algún muchacho tan cercano a mí. Ni siquiera me habían besado, pero eso no significaba que no supiera nada de lo que sucede entre hombres y mujeres. Furiosa, le di un codazo más fuerte que en el establo, esperando tirarlo del caballo, pero mi esfuerzo fue inútil.

El legado de una vikingaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora