33: Infame venganza

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Bera

Desde el ataque del rey Rurik, no habíamos vuelto a ser tan confiados. Ahora la guardia era permanente: había hombres apostados en la cerca, y en el gran salón, y nadie salía de los límites de Skogen Byen si sus armas. Estaba segura que en cualquier momento los daneses regresarían, y quizás por esa razón no vieron como una amenaza a ese ejército de irlandeses avanzando hacia su aldea.

Cuando llegaron a las puertas se detuvieron, y esperaron. Era temprano aún y había algo de bruma.

Rolf se encaramó en la torre de guardia. Yo subí detrás de él.

-¡Buenos días, hemos cabalgado toda la noche, por lo que tenemos hambre y frío! ¡Nos preguntábamos si nos dejarían descansar un par de horas en su aldea!

-¡¿De dónde vienen?!

-¡De Connaught!

-¡¿Conocen a Branagh Cunningham?! -pregunté yo.

-¡Por supuesto, es mi cuñado!

Yo miré al hombre, era pelirrojo y tenía hermosas facciones, seguramente era el hermano de la esposa de Branagh. Luego de inspeccionarlo, giré mis ojos hacia Rolf, y él también me miró. Significaba que no veíamos nada malo en dejarlos pasar.

Rolf levantó la mano para que las puertas se abrieran, y aquel grupo numeroso entró sin vacilar.

Después que todos entraros, las puertas se volvieron a cerrar, pero los hombres que permanecían montados no se bajaron de sus caballos, y los que estaban de pie, no paraban de observar a su alrededor.

Fue en ese preciso momento cuando escuché la voz de Odin, susurrando en mi oído:

-¡Los lobos se vistieron de ovejas...! ¡Cuidado!

De pronto el hombre pelirrojo levantó su espada.

-¡Saludos de Branagh Cunningham y de toda la gente de Connaught! -gritó y asestó su espada sobre el primer hombre que estaba más cerca suyo.

Desde ese momento todo se tornó en caos en la aldea: niños y mujeres corrían despavoridos. Los irlandeses nos habían sorprendido con su juego amistoso. El pelirrojo dijo que Branagh nos enviaba saludos.¿es que acaso él los habría enviado? De pronto mis pensamientos hubieron de detenerse. Me escabullí como pude, y fui por mi escudo y mi espada, sin embargo alcancé a presenciar cómo aquel hombre se dedicaba a matar principalmente mujeres, mientras gritaba: ¡Esto es por mi hermana, y por todas nuestras mujeres! ¡Ahora ustedes sabrán qué se siente que te arrebaten un ser tan amado!

Ese hombre descargaba su espada a diestra y siniestra, sin importar si eran mujeres o niños los que asesinaba a su paso.

Por un momento todo se detuvo a mi alrededor, y logré ver a Gunnar luchando con tres hombres, a mi padre defendiendo el gran salón, y a Rolf, robusto como un roble, llevándose consigo a todo hombre que encontraba a su paso.

La contienda fue corta, ellos nos sobrepasaban en número, sin embargo muchos de ellos cayeron en nuestro suelo. En tanto peleaba con mi espada, pensaba en mi pequeño hijo que había quedado al cuidado de Agnetha. Esperaba vivir para volverlo a ver, o que cuando esto terminara él aún estuviera con vida. Era tan pequeño que los largos dedos de Hell se lo llevarían a las profundidades del infierno.

Yo continué luchando sin vacilar. Esta era la primera vez que me veía envuelta en una contienda tan real. Las veces anteriores, aunque yo no quisiera, siempre había estado protegida por alguien, pero esta vez no había tiempo para eso.

***

Nuestros rostros y manos estaban salpicados de sangre. Nuestros cuerpos estaban cansados. Muchos de ambos bandos caídos en el suelo, pero aun así continuamos luchando.

En un momento de descuido miré hacia otro lado y como si se tratara de un sueño irreal vi al pelirrojo enfrentándose a Gunnar.

No me preocupé, ya que no existía quien pudiera vencerlo en un duelo de espadas, sin embargo el irlandés luchaba diferente a lo que nosotros acostumbrábamos, y después de un enfrentamiento que pareció eterno, vi caer a mi esposo sobre el suelo sangriento.

Su rival levantó el brazo victorioso, sin embargo, en sus ojos se reflejó la incredulidad cuando de repente sintió que el filo de una lanza lo atravesaba desde la espalda. Era Rolf vengando al hombre de su amiga.

El pelirrojo cayó de rodillas. Al darse cuenta de lo sucedido, sus hombres detuvieron la lucha y fueron por él. Lo cargaron en un caballo y salieron de nuestra aldea más rápido de lo que habían llegado.

Yo corrí a ver a Gunnar. Él agonizaba, pero su rostro estaba sereno.

-Siento... Siento no poder...estar por...más tiempo en Midgard... No...conoceré a mi...hijo, pero...te estaré esperando en el...Valha...lla.

-¡Gunnar!

Yo sollocé, aunque, estaba feliz por él. Había muerto como todo guerrero ansía hacerlo: con la espada en la mano. De pie junto a mí estaba Rolf, que al comprender cómo me sentía, estiró su mano hacia mí y apretó mi hombro. Mas, no tuve tiempo para continuar lamentándome, pues alguien me llamaba para que fuera al gran salón.

Cuando entré, no estaba preparada para lo que vería en ese momento: madre yacía muerta con mi hijo en sus brazos. Karl, el mayor de mis hermanos pequeños, también estaba muerto junto a ella. Más allá, la madre de Maeve también había recibido una muerte cruel intentando proteger a sus nietos. Y cerca de la pared, descansaba el cuerpo del joven artesano. Por suerte Maeve solo tenía heridas superficiales. Pero, dos madres habían muerto defendiendo a su familia.

Mientras mi padre y yo llorábamos sin consuelo, una idea se forjaba en mi mente.

El legado de una vikingaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora