Después que Branagh terminó de comer, até nuevamente sus manos detrás de la espalda. No sabía si era sincero o fingía, pero cada vez que miraba sus ojos, sentía que un cuchillo se me enterraba en el corazón. Quería liberarlo, decirle que se podía marchar a su país, a su casa, y también quería matarlo por hacerme pensar esas cosas. Por suerte los hombres volvieron y tuve un pretexto para alejarme.
Aún era temprano para prepararme para la fiesta, así que fui en busca de Eyra.
Ella y mi hermano llevaban tres años juntos, y ya esperaban su segundo hijo. El pequeño Jon, corrió hacia mí apenas me vio.
Gardar y su familia vivían en una casa independiente, porque Eyra no estaba de acuerdo en que hubiera tanta gente junta en el mismo hogar, solo se quedaba al gran salón cuando los hombres salían a incursiones largas.
-¿Cómo has estado? -le pregunté al verla trabajando en el telar-. ¿No crees que deberías parar ya? Pronto llegará el bebé y ya no tendrás tiempo de descansar.
-Y de trabajar tampoco -contestó ella sonriendo-, y esta manta es para el bebé, por eso me apura terminarla.
-¿Qué crees que será?
-Una niña. No quise ir con el adivino, pero estoy segura que es una niña.
-¿Ya tienes nombre?
-Sí, pero no te lo diré aún por si no acierto... ¿Y tú? Te noto extraña.
-Me conoces bien, Eyra -confirmé.
Eyra no era una amiga para mí, era más que eso: una hermana para y las dos sentíamos lo mismo la una por la otra. Era un año menor que yo, pero tenía más experiencia. Gardar la había conocido durante una incursión al Báltico. Eyra era una de las esclavas del jarl Asbjorn de Birka. Aprovechando el ataque, ella escapó en un bote, y cuando los guerreros de mi padre vieron la balsa a la deriva, la subieron a bordo. Al enterarse que era una esclava, intentaron violarla, pero mi hermano se las quitó de las manos porque no soportó su mirada de cervatillo herido.
Gardar la trajo a casa, mas no la quiso como esclava, ella agradecida lo seguía como perro fiel, hasta que se enamoraron. El jarl de Birka murió tiempo después en un duelo con otro jarl, y nunca supo que su esclava estaba con nosotros.
-¿Me vas a contar?
-Me da pena.
-¿Por qué? Tú sabes que conmigo puedes hablar de lo que sea.
-Es el prisionero.
-¿Tu esclavo?
-No es mi esclavo, o quizás lo sea después, por ahora es solo mi prisionero.
-¿Qué ocurre con él?
-Siento compasión. No soporto verlo tratado peor que un perro.
-Si piensas así, debiste ponerle fin a su sufrimiento.
-No quiero. Todavía pienso que nos puede servir. Estoy esperando a que se acostumbre para empezar a enseñarle nuestra lengua, y aprender la suya.
-¿Qué se acostumbre a qué Bera?
-A no intentar escapar.
Vino un largo silencio. Los ojos de Eyra, intentaban profundizar en los míos para ver qué conseguían, ella es muy perceptiva y de inmediato se dio cuenta de que se trataba de algo más.
-A ti te gusta -afirmó-. ¿Qué te pasa cuando estás con él?
-Siento una inquietud que no sé cómo describir.
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El legado de una vikinga
Historical FictionComo la mayoría de los habitantes de los fríos parajes escandinavos en la Alta Edad Media, Bera soñaba con participar en los saqueos al oeste, junto a los suyos. Cuando al fin se le presenta la oportunidad, el ansia por la incursión se mezcla con e...