35: El regreso

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Bera regresó a casa con una mezcla de pena y rabia. Branagh la había decepcionado. Había creído que él aceptaría de inmediato regresar con ella, pero se equivocó, aún sufría por su esposa y por su familia. Sin embargo, con ella tenía un hijo que era su familia, aunque ahora nunca lo sabría. No había querido decírselo para no obligarlo a tomar una decisión solo porque se enterara que era padre de Einar.

***

Al tercer día de haber regresado Bera, apareció Rolf en la aldea. Luego de saludar a su mujer y a sus nuevos hijos, se reunió de inmediato con Bera en su casa, ella mandó que le sirvieran de comer, pues un cuerpo robusto como aquel siempre tenía hambre.

-Estoy ansiosa de saber cómo te fue, Rolf. Habla, por favor.

-Recorrí los lugares que Maeve mencionó. En Cork hay un artesano que puede hacer los barcos pero pide más plata.

-¿Cuándo los tendrían listos?

-En la época que ellos llaman primavera.

-Tendríamos suficiente tiempo para viajar y llegar a asentarnos nuevamente en Sognefjord.

-Sí, pero ¿de dónde sacamos lo que nos falta para los barcos?

-Tú, sigue comiendo. Regreso enseguida.

***

Bera corrió hasta el gran salón. Allí estaba Asgeir solo, jugando con una cabra. Ella lo miró, pero no le dijo nada, él últimamente siempre tenía la cabeza en otra parte y apenas de daba cuenta de que le dirigieran la palabra.

En la parte de atrás, estaba el lecho de sus padres. Agnetha había cubierto las paredes con pieles, y algunos artículos que aún conservaba de los saqueos, servían de decoración.

En una esquina del cuarto había un arcón, allí su madre guardaba sus vestidos y joyas. Agnetha lo abrió, y casi con reverencia buscó entre los pliegues de las telas. Por fin encontró una caja forrada de una tela suave y brillante. Lo miró solo un instante antes de llevárselo a su casa. Agnetha entendería, y si alguna vez Asgeir recuperaba la cordura, también lo haría.

-Aquí tienes, no hay más -le dijo a Rolf, entregándole el cofre de Agnetha-. Eran de mi madre, una pequeña colección que reunió a lo largo del tiempo que fue la esposa de mi padre.

Rolf abrió el cofre. Dentro había piezas de oro y plata: collares, pendientes, brazaletes, broches.

-Son muchas joyas -dijo Rolf, admirado.

-Sí.

-Bera.

-Dime.

-Tengo que pasar el invierno a Wexford, mientras construyen los barcos. Necesito vigilar que nuestra plata no sea desperdiciada y que el trabajo se haga.

-Tienes razón, Rolf, debes ir. Lleva a Maeve.

-No. Ella debe quedarse contigo. Me llevaré a unos cuantos hombres, pero me preocupa que te quedes sola a cargo de la aldea.

-No estaré sola, estaré con Maeve y con toda la gente de la aldea. Tú ve tranquilo, necesitamos esos barcos.

***

En Èire no nevaba lejos de las montañas, por lo tanto los habitantes de Skogen Byen continuaron con sus labores habituales. Bera marcaba en un poste de su casa las noches que faltaban hasta que llegara la primavera y los barcos estuvieran listos.

Fiel a su palabra, Rolf no regresó ni siquiera a visitar a su mujer que ya esperaba el primer hijo de ambos, pero que él todavía no sabía. Cuando su esposo regresara tendría la barriga bastante abultada, y ya quería ver el rostro de Rolf al enterarse que sería padre en verano. Si la suerte los acompañaba ese niño nacería en una nueva tierra.

El legado de una vikingaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora