19: Bienvenida

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(Bera)

La primera nave en atracar fue la nuestra. Mi padre saltó a tierra seguido por Gunnar y Branagh, y otros hombres más atrás. Yo también quería bajar, pero él levantó la mano ordenándome que esperara. Algo en la actitud de los que estaban en tierra, le hizo tomar precauciones, y esta vez decidí obedecerle. Como siempre tuvo razón, ya que el recibimiento no fue el que esperábamos: los hombres del río Shannon se adelantaron con sus armas listas para el ataque.

-Nos da gusto encontrarlos -saludó mi padre, pasando por alto la inhospitalidad de los residentes.

-¿Qué quieren aquí? -preguntó uno de ellos.

-¿Dónde está su líder?

Más hombres armados aparecieron, y mujeres también. Los nuestros imitaron el gesto y se pusieron en guardia. Nadie más dijo palabra, pero los grupos de ambos lados creció. De pronto se oyó un murmullo, y alguien avanzó desde atrás.

Ya nos habíamos dado cuenta que el asentamiento correspondía a habitantes de otra región. Eran del otro lado de las montañas, pero pensamos que eso no supondría problema, pues ambos pueblos estaban pisando tierra extranjera, y por obligación nos convertiríamos en aliados.

La sorpresa que nos llevamos a continuación, demostró que estábamos totalmente equivocados.

Quien apareció, abriéndose camino entre los del asentamiento, no era ni más ni menos que el rey Rurik.

-¡Así que llegaron por fin! -exclamó acercándose a mi padre, como si nada hubiera sucedido entre ellos-. ¡Sean bienvenidos!

-Solo pasamos a saludar -repuso mi padre en tono hosco.

-Jarl Asgeir, creo que sería buena idea que dejemos nuestras rencillas en el pasado. -El rey Rurik, puso uno de sus brazos sobre los hombros de mi padre como si fueran viejos amigos-. Ambos estamos en una tierra extraña, y podríamos ayudarnos el uno al otro.

-¿Y qué propone, rey Rurik?

-Como quizás usted sepa, por aquí abundan los templos y toda esa basura cristiana. Qué le parece si nos unimos para atacarlos, y luego nos repartimos el botín.

-Gracias, rey Rurik, pero hemos venido en paz. Queremos negociar con esta gente. Cambiar nuestros productos por tierra. Deseamos fundar un asentamiento para vivir en paz.

-Y luego se convertirán en cristianos, ¿no?

-Eso no está en nuestros planes, rey Rurik... Creo que ya es hora de marcharnos.

-Entonces, ¿no hay trato?

-No.

-¿Y sabe lo que eso significa?

-Totalmente.

Mi padre levantó la mano, y todos volvimos a los barcos. Navegaríamos río arriba hasta encontrar un lugar más apropiado. Y si no lo había, dejaríamos los barcos y nos adentraríamos por tierra firme hasta hallarlo. Sabía muy bien que un encuentro desafortunado no disminuiría los deseos de mi padre por asentarnos en este lugar.

***

-No podremos bajar la guardia. El rey Rurik puede caer sobre nosotros en cualquier momento. Dejó en claro lo que podría suceder de no aliarnos con él en esta empresa.

-Se siente dueño de esta tierra, como si hubiera llegado primero -repliqué con pesar, y todos asintieron.

-Me consta que no es el primero. Sé que hay asentamientos en la costa. Y también sé que han tenido problemas con gente de otras regiones escandinavas...

El legado de una vikingaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora