18: Mar violento

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(Bera)

La mañana que emprendimos el viaje el cielo estaba limpio, sin nubes que opacaran su esplendor. Y cuando pasamos entre los acantilados, el agua de las cascadas caía con más fuerza que nunca.

Sentí que el fiordo había decidido entregarme lo mejor de sí en mi partida, para que mis ojos vieran lo que mi cabeza no debía olvidar. Varias lágrimas se deslizaron por mis mejillas, pero no quité la vista de la montaña, no quería abrumar a mi padre, haciéndolo partícipe de mi dolor.

***

Las noches anteriores habían sido una locura, empezando con la noticia de que Olen nos dejaba para marcharse a Jutlandia con Helga. Nadie entendía nada, a mi padre no le cabía en la cabeza que un hombre como él, acostumbrado a la lucha, se fuera a convertir en un simple mercader. Tampoco, nadie sabía de una posible relación entre ellos, por lo que todo el mundo se quedó muy sorprendido al enterarse.

***

Con Eyra apenas tuvimos tiempo para charlar, ella estaba deseosa de saber todos los pormenores de la noche de bodas, pero solo había espacio para ocuparse de los preparativos. Ya habría lugar después para chismorrear.

-Es que no he notado algún cambio significativo en ti -insistió ella.

-No veo por qué tendría que ser una mujer diferente.

-¿Te trató Bien?

-Eyra, más adelante podemos charlar todo lo que quieras, ahora no. ¿Ya tienes todo lo que llevarás?

-Sí, Bera. ¡Por favor no te enojes conmigo por ser tan curiosa!

-Tranquila, ya tendremos tiempo de charlar con calma en el viaje.

***

La carga se repartió entre los cuatro barcos: llevaríamos madera, y mucho paño buriel para montar el campamento; cuervos por si perdíamos el rumbo; algunas gallinas; unas cuantas cabras; y por supuesto las pieles, el ámbar para negociar y los colmillos de morsa. Aparte de esto, había que secar el pescado, hacer pan y queso, y batir la mantequilla. Algunas de las mujeres que viajarían estaban encargadas de preparar los víveres. Por fortuna se podían llevar dos caballos por barco, así que pude viajar con Snow, y a pedido de mi padre, también con Guardián para Svein.

Tres noches antes de partir, mi padre convocó a una asamblea. Había que organizarse, y averiguar a ciencia cierta cuántos iríamos y cuántos se quedarían en casa.

-¡¿Cuántas familias irán?! -preguntó mi padre con su voz de trueno.

En ese momento se comenzaron a levantar las manos, sabíamos que las mujeres que acostumbran a participar en las incursiones, navegarían hacia el oeste, pero de las que son amas de casa aún no sabíamos nada.

-¡¿Será seguro ir con nuestros hijos?! -preguntó una que tenía un bebé en los brazos, y muchas otras la secundaron.

-¡Iremos en son de paz, no llevaremos los escudos en la borda!

-¡¿Qué dice Branagh al respecto?! -preguntó otra.

Él se ubicó cerca de mi padre para responder las dudas de las mujeres.

-¡En mi tierra nadie ataca a quienes demuestran ir en paz! ¡Ocultar las armas sería buena muestra de ello!

-¡¿Y si alguien quiere atacarnos?! -preguntó Rolf.

-¡Nadie los culparía por defenderse! -respondió Branagh con seguridad.

Aumentaron las manos que deseaban viajar, eran demasiadas si contábamos a la gente de Olaf, aunque los barcos fueran grandes no podían ir sobrecargados.

El legado de una vikingaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora