31: La venganza del rey Rurik

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Afuera del gran salón y en los pasadizos de la aldea, escandinavos se enfrentaban entre sí. Los hombres del Jarl Asgeir, apoyados por los hombres de Branagh, repelían el ataque del rey Rurik.

Gunnar no vio que Bera había salido a luchar y continuó luchando contra varios hombres al mismo tiempo. Quería quedar frente al rey para derrotarlo él mismo, pero el danés tenía otros planes: iba por Asgeir, Nadie rechazaba un acuerdo con él y quedaba impune.

-¡Te mataré sin honor! -le gritó el rey Rurik a Asgeir, cuando por fin quedó frente a frente con él-. ¡Te mataré y daré tu cabeza a los cerdos! ¡Nunca entrarás al Valhalla!

-¡Hablas demasiado! -respondió Asgeir, haciéndole frente.

Ambos hombres se prepararon para el ataque: escudo al frente, espada levantada, rostros contraídos, piernas abiertas, pies bien plantados en el suelo. Se dirigieron una última mirada antes de comenzar lo que parecía un duelo. La contienda a su alrededor se detuvo unos instantes para observar la lucha de los dos jefes, pero enseguida continuaron con sus propias peleas. Sin embargo, un hombre estaba atento a lo que ocurría.

Los golpes fueron rápidos y certeros. Asgeir un hombre cansado ya se movía con lentitud, en cambio, el rey Rurik tenía la ventaja de su juventud y agilidad, por lo que apenas recibió unos rasguños.

Asgeir logró evitar algunos golpes, pero pronto comenzó a recibir estocadas más firmes, causándole heridas graves. A cada momento que pasaba al jarl le costaba más tenerse en pie, por lo que al rey no le fue difícil hacerlo caer con un golpe de su escudo.

Asgeir lo miró desde el suelo, indefenso, listo para recibir el golpe que terminaría con su vida en Midgard, pero la oportuna espada de Branagh asestó un golpe en el brazo del rey, obligándolo a soltar sus armas.

Al verse la herida y la sangre que corría profusamente de ella, el rey Rurik recogió su espada y salió huyendo, seguido de los hombres que aún conservaban la vida. Sin embargo, había tenido tiempo suficiente para observar a quien lo había herido.

***

Branagh, ayudado por otros hombres, llevó al jarl adentro del gran salón, para que Agnetha comenzara a curar sus heridas. Pronto fueron llegando más hombres en iguales condiciones. Bera entró de prisa y corrió a lavarse la sangre que tenía salpicada en rostro y manos, para que cuando llegara Gunnar no se diera cuenta de que ella había estado luchando. También se quitó algunas prendas y las reemplazó por algunas de Agnetha, total su esposo no se fijaba casi nunca en qué traía puesto, pero unas manchas de sangre sí le llamarían la atención.

-¿Por qué hace eso, si no te importa lo que él piense? -la interrogó Agnetha en cuanto comprendió lo que estaba haciendo.

-No quiero una confrontación en este momento, madre.

Cuando Gunnar llegó, se quedó de pie frente a Branagh, y después de un momento largo extendió su brazo hacia él.

-Debo admitirlo, cristiano, eres un hombre honorable.

Luego de pensarlo un poco, Branagh correspondió del mismo modo al saludo de Gunnar.

-¡¿Por qué lo dejaron escapar?! -vociferó Rolf, indignado.

-Ya no regresará, es demasiado cobarde -repuso el jarl.

-Con un hombre como ese nunca hay que confiarse, Asgeir.

***

Las bajas de ambos bandos estaban equiparadas. Algunas viviendas habían sido consumidas por el fuego. Branagh y el resto pensaron que el rey Rurik se haría al océano de inmediato, por lo que decidió quedarse un par de días para ayudar en la limpieza y en el rito mortuorio de los caídos.

El legado de una vikingaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora