10: Helga

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(Branagh)

Sentí un profundo malestar cuando vi a Gunnar tomar en volandas a Bera, la besó y ella no opuso resistencia. Yo no tenía nada que ver con ella, ¿por qué me molestaba tanto verla en brazos de otro hombre?

Después de eso, apenas pude seguir trabajando, y a punto estuvo de caerme un tronco encima. Si no fuera por Rolf que me empujó a tiempo, a esta hora podría estar muerto.

Rolf se había acostumbrado a estar cerca de mí, a pesar de que según él mismo dijo, ya no tenía que vigilarme. Entonces, a fuerza de lo que fuera lo que lo unía a mí, nos fuimos haciendo amigos y le enseñé mi idioma. Sin enterarme de cómo ocurrían las cosas, poco a poco fui tomando estima a esa gente, que sabía ser cálida y generosa con sus amigos y seres queridos.

-¡En qué piensas que estás tan distraído! ¡Oh, sí, ya lo sé pero ella está vedada para ti amigo!

Debo haber enrojecido al escuchar a Rolf, porque no pudo contener la risa y me dio un puñetazo suave en la mandíbula.

-¡Ella ya tiene dueño! -continuó.

-Yo tengo una novia en mi tierra -le aseguré.

-¿Y tú crees que te esperará todo este tiempo a que vuelvas a calentar su lecho?

-La verdad es que no lo sé, deben creer que estoy muerto, y no sé si me querrá así -le expliqué a Rolf, apuntando a la cicatriz donde antes estuvo la oreja.

-Las mujeres que no aceptan a sus hombres con heridas de batalla, no sirven -sentenció él mientras enterraba un tronco.

-Quizás tengas razón.

-¡La tengo! Bueno, ahora hay algo que me preocupa más. ¿Lograremos terminar esto a tiempo? -preguntó él, señalando la empalizada-. La nieve que ha caído hasta ahora, no es nada comparada con la de pleno invierno.

Yo miré lo que llevábamos levantado: la aldea ya contaba con protección por la parte del bosque, aún faltaba la zona que llevaba hacia el sendero costero y la playa, es decir, más de la mitad.

-Creo que no -respondí con sinceridad-, pero al menos deberíamos tratar de extendernos lo más que podamos hacia el sendero que bordea la costa, y levantar por lo menos una torre de vigilancia.

-¿Torre?

-¿Sino cómo crees que podrás ver quién viene? Los castillos tienen muros altos, torres, e inclusive algunos tienen fosos alrededor para disuadir de escalar a los que deseen subir por las paredes. También tienen pesadas puertas que se suben con poleas.

-¿Son construcciones inexpugnables?

-No siempre, pero protegen bastante a los habitantes que en ellas moran.

-Entonces, menos charlas y a trabajar. Nuestra aldea no será uno de tus castillos, pero estará más segura que antes.

Yo volví a lo que estaba haciendo, entretanto Rolf regresó a su labor con renovados bríos: hacían falta por lo menos dos hombres para enterrar un tronco, uno debía sostenerlo mientras el otro tapaba el hoyo con tierra, sin embargo, él se las arreglaba para hacerlo por sí solo.

Había pasado casi un mes desde el incendio, y las dos casas estaban terminadas. Eran dos construcciones largas en las que cabían unas ochenta personas en cada una. En el centro se encontraba el hogar que tenía un largo de dos tercios, de la longitud de la casa. Junto a las paredes estaban los bancos que servían de mesa en el día y de cama por la noche. Y como algunas mujeres estaba preocupadas por la promiscuidad, decidieron que los casados se quedarían en una casa y los solteros en otra, por lo que la casa donde estaban los matrimonios quedó prácticamente abarrotada, lo que ayudó en la decisión de dónde iban a poner el corral para los animales domésticos. Yo tuve que irme a la casa de los solteros, con tan mala suerte que quedé al lado de los cerdos, y no solo debía soportar su olor, sino sus chillidos que me volvían loco.

El legado de una vikingaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora