29: Demasiada calma

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Aún les quedaban dos días de camino para llegar a Skogen Byen, pero Branagh se negaba a descansar. Arthur lo tenía que obligar a detenerse para beber y tomar agua, con el pretexto de que los caballos terminarían reventados por el exceso.

-Debí haber traído hombres conmigo -se quejaba el cuñado-. Si algo nos ocurre, nadie en casa se enterará. Solo habremos sido dos hombres que se perdieron en la espesura del bosque.

-No seas tan dramático -lo regañaba Branagh-. Basta que nos mantengamos alejados de los caminos principales.

En la noche del segundo día llegaron a las afueras de la aldea. Arthur sugirió dejar los caballos atados a un árbol y aproximarse agazapados para poder observar sin ser vistos.

***

Skogen Byen estaba demasiado tranquilo, muy calmo, como si en cualquier momento se fuera a desatar una tormenta. Bera sentía como si Thor se estuviera tomando una larga siesta, y al despertar lo primero que haría sería golpear con su martillo sobre el océano y grandes olas nos arrastrarían hasta el fondo del mar, a los dominios de Ran.

Nadie apareció a cobrar venganza por lo sucedido con los sacerdotes. Y esta calma que debería haber traído paz a Bera, la mantenía intranquila, sin saber si era mal augurio o simple aburrimiento.

En esos momentos de fastidio, cuando no tenía otra cosa para hacer que no fuera el telar, o remendar las ropas de su esposo, Bera solía mirar a su hijo, percibiendo que cada noche que pasaba se parecía más a su verdadero padre, Branagh. Pronto harían dos inviernos desde que se marchara, y ver al niño tan parecido al padre acongojaba su corazón.

Esa noche, mientras preparaba una sopa, recordó las palabras de Agnetha: Debes tener cuánto antes otro hijo, y por gracia de Fredja, esta vez será una niña que lo encandile tanto que no preste atención al parecido de Einar con su verdadero padre.

Fredja había intervenido esa noche mágica en que Branagh la tomó junto al río, sin embargo, esta vez necesitaría la ayuda de Frigg para continuar sosteniendo la mentira.

Sin embargo, siempre temía que tan lejos de su tierra, los dioses fueran capaces de escuchar sus pelgarias.

Después de comer permitió que Gunnar la poseyera como pocas veces le permitía, y al terminar se quedó reposando junto a él, también como nunca hacía. Él no notó el cambio en sus hábitos y no preguntó nada.

***

-Todo se ve tranquilo -murmuró Arthur, muy cerca de Branagh.

-Es difícil saberlo con esa empalizada -repuso Branagh sin dejar de observar.

-Se escucharían gritos, ¿no crees, cuñado?

-Quizás tengas razón.

-Por supuesto que la tengo, pero para estar más seguros buscaremos algún tronco suelto para observar mejor.

Ambos hombres recorrieron la valla por fuera hasta que encontraron un madero que pudieron mover, y como era lo suficientemente ancho, Branagh pasó de inmediato para el otro lado.

-¿A dónde vas? -preguntó Arthur bastante alterado. Lo último que necesitaban era que los encontraran espiando el campamento.

-Solo veré algunas casas por fuera.

-¿Qué casas?

-Regreso enseguida, espera aquí.

Y sin dar explicaciones Branagh corrió por entre las casas. No se aventuraría a ir al gran salón, solo quería ver a Bera sin que ella percibiera su presencia.

El legado de una vikingaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora