26: Salvando a Maeve

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Rolf tomó por costumbre llevar de comer a la prisionera. Aunque a él no le molestaba tener que hacerlo, no entendía por qué los cristianos prolongaban tanto el sufrimiento de la mujer, cuando lo mejor era terminar con su miseria de una buena vez.

-¿Quieres que te mate? -le preguntó, sacando su hacha del cinto.

La mujer nunca le dirigía la palabra, quizás por desprecio, quizás por miedo, pero esta vez logró captar su atención.

-¡No, por Dios! -exclamó persignándose.

-¿Piensas vivir en esta miseria para siempre? -preguntó él a la vez que se encaminaba hacia la verja para marcharse.

-No he cometido ningún crimen. Solo defendía el honor de mi hija.

Rolf se detuvo. Sería interesante escuchar la historia. Así que se devolvió hacia la mujer y se sentó sobre una piedra.

-Cuenta, mujer.

-Yo era sirvienta en la abadía y un buen día llegó de visita el obispo. Mucha gente iba a saludarlo casi a diario, a pedirle bendiciones y rezos por los enfermos. Yo pensé que era buena idea decirle a mi familia que fuera. Mi familia son mis cuatro hijos y mi madre, ya que soy viuda.

» El día antes de que el obispo se marchara, llegó mi familia a saludar. Mi hija mayor, Katryn, tuvo la gentileza de cortar flores en el campo para llevarle. Ella tiene catorce años, pero parece mayor.

» Después de los saludos, y cuando la gente se comenzó a retirar, me di cuenta de que Katryn no estaba. Pregunté a sus hermanos, y a mi madre, pero nadie sabía. Fue otro muchacho el que me dijo que la había visto entrar de la mano del obispo al interior de la abadía, lo cual me extrañó ya que se recibía a toda la gente en el exterior.

» La cuestión es que yo comencé a recorrer los salones, hasta que llegó claramente a mis oídos la voz de mi hija gritando. Corrí en esa dirección, y encontré al obispo encerrado con ella en la biblioteca. Por suerte no había echado el cerrojo y pude entrar. El muy bestia tenía a mi pequeña sobre el escritorio. Él tenía la sotana arriba y los calzones abajo. No lo pensé dos veces. Agarré un candelabro y le di con él en la cabeza. Katryn y yo huimos, pero el mismo muchacho que me dijo cómo encontrar a mi hija, le dijo al sheriff que me había visto buscándola rato atrás. Él quería ahorcarme, pero los sacerdotes decidieron llevarme a un juicio episcopal... Esa es toda la historia, pagano.

-Tengo nombre, cristiana. Es Rolf.

-Mi nombre es Mave.

-Así que lo mataste por honor, y aun así quieren enjuiciarte.

-Es mi palabra contra la de ellos. Pero no me importa lo que suceda conmigo, salvé a Katryn y eso es lo único que importa.

-Eres una mujer valiente, Mave.

-Y tú un hombre generoso.

Rolf se alejó del chiquero bastante triste pensando en la situación de Mave. Ella era una mujer aún joven y hermosa. Él de buena gana la tomaría para sí mismo, eso sí que con su consentimiento. Jamás se le pasaría por la cabeza forzarla. ¡Así decían que ellos eran los salvajes, cuando un hombre con vestido era capaz de aprovecharse de una niña! Bera tenía razón, él nunca se iba a convertir en cristiano... Quizás si hablaba con Asgeir, podrían hacer algo por Mave.

***

Se había corrido la voz del nacimiento del hijo de Bera, y prácticamente toda la aldea se había agolpado afuera de su casa para conocer al pequeño.

Lo primero que había hecho la madre era observarlo bien buscando algún parecido con Branagh, pero solo notó que tenía los rasgos de ella, cosa que fue confirmada por Agnetha. Era el primer niño de su aldea nacido en suelo extraño y Asgeir se encontraba eufórico.

El legado de una vikingaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora