17: El fin de una ilusión

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(Branagh)

Todo había pasado demasiado rápido. Bera ya estaba casada con Gunnar, y en seis días partiríamos a Èire.

Me parecía tan lejana la noche en que fui capturado. Y cómo había cambiado todo para mí desde ese día. O era yo el que había cambiado, ya no sabía ni me importaba. Había aprendido a respetar a esa gente, y sobre todo amar a Bera. La había perdido sin siquiera haberla tenido nunca. Con la ayuda de Dios, en cuanto pusiéramos pie en tierra, vería la forma de marcharme lo más pronto posible a casa. No soportaba la idea de continuar siendo testigo de su felicidad con ese escandinavo arrogante.

Por otro lado, estaba Helga, tan enigmática. Aunque ella sabía que nuestra relación era sin compromisos, yo estaba consciente de que ella sí tenía sentimientos por mí. En ocasiones me sentí como un canalla que se aprovechaba de sus ilusiones para no pensar en Bera.

***

Esa mañana me fui a pescar como todos los días, y a mi regreso Helga y Vali se habían marchado. Estuve preguntando si los habían visto, y unos niños dijeron que subió al barco del Jarl para ir a Ribe.

Regresé extrañado a la casa, ¿por qué se fueron sin avisarme? ¿Qué planeaba Helga?

Estuve recorriendo la aldea para matar el tiempo. Estaba aburrido, en casa estaría montando, trabajando en el campo, o quizás bebiendo cerveza con mis amigos. Acá había poco qué hacer: el campo no era muy apto para sembrar otra cosa que no fuera avena, además de escaso ya que casi todo el relieve estaba formado por montañas. Tampoco tenían muchas ovejas, y las cabras iban a pastar solas, luego cuando las reunían cada quien reconocía las suyas por las marcas que tenían en los cuartos traseros. A veces me subía a un bote con Vali, e íbamos a pescar con caña, o a mirar las cascadas que caían desde distancias muy altas, como si vinieran desde el cielo. ¡Dios, cómo extrañaría este lugar!

Me sorprendió mi propio pensamiento, ansiaba regresar a casa, pero también quería quedarme.

Si Bera no hubiera casado, quizás habría contemplado la posibilidad de no marcharme, pero ya no valía la pena pensar en eso.

Cansado de dar vuelta a ñas ideas en mi cabeza, me devolví a la casa.

Intentaría continuar con mi rutina normal esos días que estaría solo. No sabía cuántos serían, pues no conocía las distancias entre un pueblo y otro, ya que Bera se ocupó de no darme nunca mucha información acerca de lo que nos rodeaba.

***

Una mañana desperté sobresaltado, y por un momento pensé que ocurría algo malo, pero respiré tranquilo al ver a Helga inclinada sobre mí.

-Por fin llegas -dije, y estiré mis brazos hacia ella. Siempre olía tan bien.

-Ahora no, Branagh -me sorprendió su rechazo, ella siempre estaba dispuesta.

-¿Sucedió algo?

-Vali tiene hambre, debo preparar el desayuno.

-¿No tienes un momento para mí? –pregunté, invitándola conmigo bajo la piel de oso.

-Ahora no -respondió ella, lacónica.

-¡Helga, mírame! ¿Me vas a decir qué sucede? No tengo dotes de adivino.

Ella se puso a buscar los cacharros para cocinar. Algo pasaba. Tuve el presentimiento de que no me iba a gustar.

-Vamos a comer y después charlamos -respondió, evitando mirarme. Ella no era así, Helga siempre hablaba sin tapujos.

-¡No, ahora! -grité.

-Me voy de aquí -anunció con calma.

-¡Imposible, estando el viaje tan cerca!

-No iré al viaje, Branagh.

-¿Por qué? -no podía creerlo.

-Me iré con Vali a Jutlandia.

-¿Por qué? -insistí-. No entiendo. Pensé que estábamos juntos.

-Por eso mismo. No sé cuánto durará esto. Tú amas a Bera, y cuando lleguemos a tu tierra, ya no te haré falta. Nuestra relación era sin compromisos, ¿recuerdas?

-Sí, pero no pensé que duraría tan poco.

Helga se acercó y tomó mis manos con cariño.

-Branagh, debo detener esto antes de que sea demasiado tarde, ¿entiendes?

-Sí, aunque no me gusta.

-Fue una linda ilusión. Ya sufrí por perder un hombre, y no quiero volver a pasar por lo mismo contigo.

-¿Estarán bien?

-No te preocupes por nosotros, no estaremos solos. Me voy con Olen.

-¿Olen?

-Sí. Nosotros tuvimos algo antes, hace muchos inviernos.

-¿Cuándo te irás?

-Por la mañana.

Cayó un silencio pesado sobre nosotros, no había más que decirse. No estaba listo para ofrecerle lo que quizás ella esperaba de mí. Había intentado innumerables veces obligarme a sentir algo más que deseo carnal, pero es imposible amar por la fuerza, el sentimiento debe nacer sin presiones. Sin embargo, no pude negar que me dolió enterarme que se iría con otro hombre.

-Extrañaré a Vali.

-Y él también, te lo aseguro... Puedes quedarte hasta que zarpe el barco. Nosotros nos vamos por la mañana, temprano, así que tendrás la casa para ti solo por unas noches.

-Es generoso de tu parte, pero no creo que sea buena idea que duerma aquí esta noche, si viene Olen se puede molestar.

-No se molestará, esta es mi casa. Además, yo creo que se va a quedar en el salón, para despedirse del Jarl y los muchachos. Ahora, desayunemos en paz.

***

Helga era una mujer práctica y tan segura de sí misma, que no cabía duda que no necesitaba un hombre para sobrevivir, solo para que la acompañara en la cama y calentara su corazón. Esa madurez de ella era lo que me atraía, siempre sabía lo que quería y cómo conseguirlo. En cambio, Bera era tan niña e insegura a pesar de vivir en un lugar donde no hay mucha cabida para la inmadurez. Quizás eso era lo que amaba de ella, esa inocencia con la que mostraba sus sentimientos, esa fidelidad para cumplir con sus compromisos. La admiraba, aunque me diera rabia esa lealtad que sentía por quienes de seguro no harían lo mismo por ella.

Después de desayunar, Helga envió a Vali a jugar, pero antes de irse, el niño me abrazó con fuerza. Yo sentí un peso en mi pecho por la emoción, traté de controlar las lágrimas, y él por su parte fingió que no le afectaba. Finalmente se quitó el amuleto que siempre llevaba colgado del cuello y me lo entregó.

-El martillo de Thor, nunca te lo quites -me advirtió, y salió rápido de la choza para que yo no viera que él también estaba afectado.

Luego comencé a recoger las pocas pertenencias que tenía, dijera lo que dijera Helga, me iría de su casa.

-¿Qué haces? -me interrogó seria.

-Recogiendo mis cosas.

-Cuando te marches no olvides la piel, y los obsequios que te han regalado los aldeanos.

-No lo haré.

-Ahora ven -Helga me tomó de la mano para conducirme al lecho.

-No está bien, tú estás comprometida con otro.

-¿Tú crees que me voy a marchar sin haberte disfrutado por última vez? Quiero que mi recuerdo permanezca el mayor tiempo posible dentro de ti.

Cuando desperté horas más tarde, Helga y Vali ya no estaban.

El legado de una vikingaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora