Capítulo 15

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Marinette.

Me despedí de Alya con la mano, y empecé a caminar hacia mi casa con las manos en las asas de mi mochila. Silbaba alguna melodía que tenía en mi cabeza, mientras caminaba. De un momento a otro, sentí una mano en mi brazo, asustandome por un momento. Me giré, encontrándome a un Adrien bastante agitado.

—Por dios, Adrien, casi me matas del susto. —dije poniendo una mano en mi pecho.

Adrien suspiraba muy rápido, mientras su mano aún seguía en mi brazo. Lo miré extraña.

—Lo... Siento.... Pero necesito preguntarte una cosa. —dijo reincorporándose. Asentí con mi cabeza para que empezara a hablar. —Escucha... ¿De verdad quieres que invite a Kagami? —me preguntó mirándome a través de sus esmeraldas, un poco confuso.

Aquel comentario llegó a mi corazón. Sentí de nuevo los nervios que tenía al principio cuando me empezó a gustar Adrien, y sentí mi corazón dar un vuelvo. Eso era demasiado considerado de su parte, y adorable a la vez. Mis mejillas se sonrojaron mientras miraba al suelo. Bueno, sería demasiado injusto que vinieran Luka, y que estuviéramos los tres solos, así que, por mi parte, podría invitarla.

—Cl-claro. Me parecería demasiado injusto que viniera Luka y estuvieras solo. —dije tímida mientras posaba de nuevo mi vista en sus ojos.

Por una fracción de segundo, vi en los ojos de Adrien un poco de dolor, pero rápidamente lo cambió por su característica alegría que solía tener siempre.

—Está bien... —se encogió de hombros. —Les he preguntado a Nino y Alya por si se querían venir, pero parece que ya habían planeado ir al cine. —Adrien rodó sus ojos divertido, sacándome una gran risa.

—Vaya, parece que no desaprovechan ni una. —reí.

El rubio empezó a reír también. —Sí, eso parece.

Nuestras risas cesaron, y nos quedamos en un completo silencio, mirándonos atentamente el uno al otro. Sus ojos me hipnotizaron, mientras sentía como las mariposas de mi estómago reboloteaban como locas. Su mirada era tan intensa que me quitaba el aliento. Corté el contacto visual, y sonreí nerviosamente.

—Bueno yo... —señalé la panadería de mis padres. —Creo que debería...

Adrien abrió los ojos y posó su brazo tras su nuca. —¡Ah, claro! Yo, creo que también... —me miró y sonrío nerviosa.

Moví mi mano en forma de despedida, y empecé a caminar hacia mi casa, con el corazón hecho un lío.

~_~_~_~_~_~

La semana había pasado bastante rápido a mi gusto, tanto que no había sido consciente de que ya hoy era viernes, y estaba a unas horas de reunirme con Adrien, Luka y Kagami en la pista de hielo. Noviembre se empezaba a colar por las enormes calles de París, calando el frío en cada hueso de tu cuerpo, por ello, ahora llevaba un abrigo de color rosa, con mi ropa habitual y unas botas negras. Cogí los guantes, y los coloqué en mis manos.

—Marinette... —la voz de Tikki me llamó la atención. Giré sobre mi propio eje, y observé a mi motita roja, ladeando la cabeza. —¿No te resulta extraño que Le Papillon no haya hecho algún movimiento?

Ahora que lo pienso, tiene toda la razón. Me senté en la silla, quite mi abrigo quedándome en mi ropa habitual y empecé a darle vueltas. ¿Qué pasaba por la cabeza de aquel hombre? ¿Por qué no lo deja todo en paz de una vez?

—Tikki, no sé qué decirte. —dije pensativa.

—¿Con quién hablas? —una tercera voz que no eran mis padres, hizo que me sobresaltara en mi silla. Observé unos ojos verdes gatunos, que me miraban con curiosidad.

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