Capítulo 3

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Una rayo de luz se incrustó por la ventana dándole de lleno en la cara a  nuestro héroe gatuno.

Empezó a removerse incómodo, e intentó darse la vuelta, pero no pudo por que algo o más bien, alguien se lo impidió. Y ese alguien era su amiga. Marinette.

Ella estaba profundamente dormida, y descansaba en el pecho de él con una cara tan angelical, que era imposible no morirse de ternura al verla.

Chat sonrió y llevó un mechón de su pelo azabache detrás de la oreja de Marinette. Acto seguido, empezó a delinear con su dedo la cara de ella, hasta parar en sus pecas.

Son tan adorables.

Pensó y apartó la mano de su cara. Espero hasta que ella despertó, que solo fueron cinco minutos.

—Buenos días, preciosa. —dijo Chat mirándola con ternura.

Ella bostezó y se separo de Chat para estirarse. —Buenos días. —ella se acercó a él y midió su temperatura posando la mano en la frente. —¿Como te encuentras?

Chat se encogió de hombros. —Me duele la garganta, pero ya estoy mucho mejor que ayer.

Marinette posó su vista en los ojos verdes de su amigo. —Ya no tienes fiebre. —sonrió con amabilidad. —¿Tienes hambre?

Chat asintió mientras llevaba sus manos a su barriga. —Me comería un caballo ahora mismo.

La azabache empezó a reírse, y se acercó a las escaleras. —Voy a por algo de comer.

Chat le guiñó un ojo. —Claro. De aquí no me muevo sabiendo que tus padres son los mejores panaderos de París. —el rubio se relamió los labios y volvió a tumbarse en la cama.

Marinette negó con la cabeza y empezó a bajar la escaleras. Tikki ésta vez se encontraba en la parte de abajo, así que entre susurros ella y su portadora se saludaron.

—¿Ya está mejor? —preguntó la pequeña motita roja acompañando a la azabache a la cocina.

La de coletas asintió con la cabeza.

—Ya no tiene fiebre. Ahora es solo que se cuide, y estará como nuevo en unos días. —dijo sonriente.

Se acercó al pote donde solían tener galletas, y vio que estaba vacío. Llevó una mano a su nuca y empezó a rascarla.

Que raro...

Siguió mirando para ver que encontraba, hasta que se dio cuenta de que en el horno estaban las galletas aún calientes y recién echas.

Cogió la bandeja entera, y emprendió de nuevo camino a su habitación. Sus padres ya estarían en la panadería, y más contando de que hoy era domingo. En estos días, la gente venía como loca a comprar cosas para el desayuno, o el pan para la comida.

Marinette subió a la cama, y con cuidado le extendió a Chat la bandeja, para que ella pudiera subir y no hacerse ningún daño.

Empezaron a desayunar en silencio. Solo se escuchaba el sonido que hacían para masticar las galletas. No era un silencio incómodo, era un silencio tranquilizador, y reconfortante.

—Y dime Marinette... ¿Qué hacías ayer a esas horas y encima lloviendo? —preguntó Chat bastante curioso.

La azabache se encogió de hombros. —Había quedado con unos amigos para ir a tomar un helado.

Chat levantó una ceja enérgicamente.

—Con amigos, eh. —él empezó a dar leves codazos en el costado de Marinette.

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