Sus pupilas estaban contraídas, no como solían estar siempre cada vez que lo veía: dilatadas y expresando cierta admiración.
Por primera vez, supo lo que realmente significaba el hecho de la traición, el dolor, y la decepción de una sola vez.
No sabía cómo reaccionar a eso. No sabía que decir. Por primera vez, la fachada que siempre había gastando cuando estaba junto a ellos, se pulverizó como la arena de la playa cuando la intentas coger con una mano.
Por fin, la venda calló de sus ojos. Tarde, y de una forma demasiado cruel, pero finalmente, calló.
Tragó saliva, expectante. Sus manos estaban encima de sus rodillas, sudorosas, y sus lágrimas le impedían ver con claridad. Tenía la cabeza gacha; se negaba a mostrar su vulnerabilidad, aunque había aprendido que gracias a ella, todo el mundo podía madurar.
Pero la situación actual que estaba viviendo, no tenía nada que ver.
—¿Por qué haces esto? —su voz salió débil, pero firme. Su estabilidad mental estaba por jugarle una mala pasada, pero intentó quitar esos sentimientos y ponerlos a un lado.
El silencio reinó en esa sala, como si acabaran de ver un fantasma. La incomodidad estaba instalada en su cuerpo, y por la forma de mover sus dedos, supo que había tocado fondo.
—Nunca lo entenderías.
Aquellas palabras, hicieron que la rabia consumiera su cuerpo, y de levantó en un acto reflejo, pero una mano lo paró en el acto. Esto sin embargo, no permitió que expresará sus palabras.
—¿¡Sabes el daño que has hecho?! —la histeria estaba reflejada en su monólogo, pero parecía que no iba a dar su brazo a torcer, y menos a dejar su sepulcral careta—¿¡Eres consciente de que puedes alterar entre el bien el mal?! ¡Ya hay suficientes personas que se encargan de hacer daño en el mundo como para que te metas tú también! —su fachada de hijo perfecto, calmado y sereno, se fue al garete. Lo miró incrédulo, con el shock aún en él—¿Por qué lo haces?
—Eso es algo que a ti no te importa. —esas palabras hicieron que Adrien parara en el acto. Habían salido tan fríamente, que se habían congelado ahí mismo. —Pero bueno, ahora que lo sabes, ¿por qué no mejor guardas el secreto y dejas que me encargue de todo?
El rubio abrió sus ojos, y giró su cuerpo, observando a Natalie. Su rostro no expresaba ninguna emoción, como en un principio imaginó.
—¿Tú también lo sabías? —su cuerpo estaba en tensión, e intentó que ella soltara su brazo con un fuerte jalón.
La mujer no sabía que decir. Miró a Gabriel, con duda, pero el semblante serio del mayor de los Agreste, le hizo saber que por el momento era mejor callar.
Adrien, empezó a mirarlos con ironía e incredulidad. Llevó sus manos a sus rubios cabellos, los estiró y empezó a soltar pequeñas risas. No sabia exactamente si lo hacía para intentar bajar la tensión, o que los nervios le estaba jugando una mala pasada.
—Así que he vivido engañado... ¿cuánto? ¿2 años quizás? —soltó de manera irónica, y con las lágrimas queriendo salir de sus ojos.
—Vete a tu cuarto, Adrien. —la voz autoritaria de su padre, resonó por la sala.
El rubio giró sobre su propio eje, y cogió la mochila que estaba en el suelo. Empecinado, empezó a caminar hacia la salida del gran comedor.
—Me voy. —hizo caso omiso a las palabras de su padre.
—Adrien, vete a tu cuarto. —pronunció las palabras con lentitud, marcando las sílabas en cada una de ellas.
—No.
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one last time ✔
Fanfic"Solo una última vez... Una última vez déjame dormir a tu lado. Déjame ser quien te cuide en tus noches de insomnio. Quien te apoye cuando nadie más lo haga..." Solo te quiero de vuelta, Marinette... Una declaración que no había salido como a nuest...