Capítulo 36

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"—Mi amiga está apunto de empezar con su audición. Debo marcharme —la sonrisa de esa joven hizo que el corazón de Adrien diera un vuelco —. Más tarde nos vemos, Adrien —y con un ligero movimiento de mano, ella se despidió de manera elegante".

Tras el pequeño momento que había vivido con Marinette, sentía que un gran sentimiento de melancolía se incrementaba en su pecho, pero ¿porque? No la había visto en su vida.

Sonrió como un tonto, y se llevó las manos hacia los bolsillos de los pantalones del esmoquin que llevaba. No sería buena idea que sus dedos se enfriaran, por lo que decidió mejor sacarlos y moverlos en el aire, imaginándose entre las teclas del piano.

Su adolescencia, era algo borrosa, por no decir inexistente para él. No recordaba nada. Solo sabía que cuando su madre murió, su padre por un tiempo se encerró en si mismo, para luego ser súper atento con él, cosa que agradeció, pues estaba seguro de que no recordaba su adolescencia por la ansiedad de saber que había perdido a su madre.

Sonrió tristemente y observó el cielo, siendo iluminado por el sol, y adornado con ligeras nubes alrededor. El aire movió su pelo rubio, y el olor de otoño se coló por sus fosas nasales.

Agradeció el estar allí presente, sintiendo las energías de Varsovia pasar por todas sus venas, llenándolo de vida.

Desde pequeño tocaba el piano, a la vez que su padre le obligaba a modelar. No iba a mentir, le seguía gustando la idea de modelar, pero tocar el piano, para él, había sido una mejor opción.

Aquel instrumento había conseguido tocar las fibras de su corazón, tal y como lo había hecho Marinette en segundos.

Se sorprendió de pensar en eso. Sacudió la cabeza a ambos lados, y emprendió camino hacia la sala de ensayo de nuevo. Quedaban tres personas más delante de él para que fuera su turno.

~_~

La audición de Chiara acabó. Había sido increíble como había conseguido fusionarse con el piano de esa forma. Había hecho llorar a más de uno, pero aquello no bastaba.

Los jurados decidían si realmente valía la pena.

Nada más bajar las escaleras, pudo observar a Marinette completamente feliz, y a Nicolau sonriéndole con alegria.

Marinette salió corriendo a los brazos de la italiana, y la abrazó con fuerza. En ese momento, montones de "clicks" se dejaron escuchar por las cámaras de los paparazzis. Esa zona era permitida para ellos, y no evitaron retratar aquel momento entre las amigas.

—Lo has hecho genial, Chiara —alabó Nicolau, tocándole el hombro una vez se separó la azabache.

Marinette asintió —Si, ¡ha sido genial! —elevó los brazos al aire, provocando una pequeña risa en su amiga.

Los paparazzis empezaron a hacer más fotos, y se acercaron con micrófonos hacia la pianista, por lo que se apartó, para no ser de estorbo para su amiga.

—¡Marinette! —escuchó una voz familiar para ella tras sus espaldas. Pudo observar al señor Ford acercándose con una amplia sonrisa.

—Léo —sonrió brindándole felicidad al hombre.

—Muchas gracias por la sala —ella se encogió de hombros, restándole importancia —. Adrien me ha comentado que ya os habéis conocido, y me ha pedido que te diga gracias por la sala.

Ante la mención del nombre del rubio, ella sintió que en su estómago, de nuevo, mariposas empezaron a revolotear.

—No ha sido nada.

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