Capítulo 25

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Marinette.

Algo caliente se puso en mi cara, así que cerré con más fuerza mis ojos, e intenté darme la vuelta, pero un pequeño dolor en mi costado izquierdo y un bulto en mi brazo derecho me lo impidió.

Empecé a pestañear con pereza, y abrí un ojo. El sol estaba entrando por la ventana de un sitio demasiado conocido para mi. Estiré un poco mi cuerpo, y la molestia volvió a mi cuerpo.

No era un dolor muy fuerte, si no un pequeño pinchazo que venía a mi.

Suspiré y volví a cerrar los ojos. Giré mi cabeza hacia la derecha, y los volví a abrir. Mi sorpresa fue mayor al encontrarme a Adrien acostado a mi lado.

Espera, espera, espera... ¿Qué demonios ha pasado? Cerré los ojos, intentando tranquilizarme al estar al lado del rubio. De repente, de un momento a otro, vinieron todos los recuerdos de hace unas horas.

Chat akumatizado, mi herida, mi identidad al descubierto... ¡Maldita sea!

Pero entonces, ¿Adrien que demonios hace aquí? Abrí mis ojos, y sin poder evitarlo, mi mente conectó hilos sueltos.

Mi corazón empezó a latir con rapidez ante los nervios. Una explosión de sentimientos floreció dentro de mi; no sabía que pensar ahora mismo. ¿Cómo ha sucedido todo esto? ¿Y porqué se había enfadado tanto?

Pero una cabellera negra con mechas azules voló a mi mente dándome la respuesta de manera inmediata.

Suspiré, y abrí mis ojos para posarlos en Adrien. Se veía increíblemente tranquilo, y relajado. Inconscientemente, sonreí ante eso.

Giré mi cabeza, a mi lado izquierdo. Di un pequeño salto en mi sitio ante el susto.

—Ese jovencito... Mira que sabía que vendría aquí. —dijo el maestro, divertido mirando a Adrien. —¿Cómo te encuentras, Marinette?

—Mi costado izquierdo da pequeños pinchazos, pero no es nada comparado con el dolor de ayer. —le regalé una sonrisa sincera.

—Me alegra oír eso; no tienes idea de cuanto. —sonrió y se sentó a mi lado. —Todos tus amigos están aquí, ¿sabes? —negué con la cabeza dando a entender que no tenía ni idea.

—Maestro Fu, ¿qué pasó después de que me desmayara? —pregunté un poco dudosa.

Los ojos cansados del anciano se movieron nerviosos a través de la habitación. Finalmente, soltó un suspiro, y se sentó a mi lado, mirándome preocupado.

—Bueno, no hay necesidad de seguir mintiendo... Chat Noir te trajo aquí... Y luego vinieron los demás. Le papillon se escapó, pero tengo el ligero presentimiento de que todo acabará pronto. —una sonrisa sincera asomó por el rostro de Fu.

Entonces, está todo confirmado. Adrien es Chat Noir. Suspiré e intenté estirarme como pude. No sabía que pensar... Pero algo tenía claro, este maldito rubio me tenía atrapada hasta las trancas.

—Maestro... —llamé su atención mientras movía mis pies nerviosa. —¿Qué va a pasar ahora que sabemos lo que pasa?

Adrien empezó a moverse un poco incómodo, para finalmente abrir sus preciosos ojos verde esmeralda. Se compuso y rápidamente giró hacia donde estaba yo.

Azul y verde se volvieron a encontrar, y juro que su cara de felicidad era más grande que la mía.

—¡Marinette! —se abalanzó a mi, y me abrazó con fuerza. Una risista salió de mis labios, y acaricié su pelo rubio.

Escuché la puerta siendo cerrada, así que supuse que el maestro Fu se había ido, y nos había dejado un poco de intimidad; supongo, para las cosas de las que tenemos que hablar.

Se separó súper rápido, asustandome. —Lo siento, es verdad que tienes una herida. —su sonrojo se hizo presente en su rostro. —¿Cómo te encuentras?

—Duele muchísimo menos que ayer. —me encogí de brazos divertida, y como pude, me senté en la esterilla.

—Escúchame Marinette... —posó sus ojos en el suelo, mientras movía su mano con nerviosismo. —Yo quería decirte lo mucho que lo siento, y de verdad, mi intención nunca fue hacerte daño, de verdad.

Sonreí, y puse mi mano en su mejilla. Levantó la vista del suelo, y me miró. Sus ojos me transmitían tanta tristeza, que me daba toda la seguridad de sus palabras.

—Lo sé, y te perdono; sé que no es fácil estar en esa situación.

Sus labios se curvaron hacia arriba, y me abrazó con fuerza. Sus brazos musculosos se tensaron al abrazarme. Acaricié su espalda con delicadeza, y él posó su frente con la mía. Tenía los ojos cerrados, así que imité su acción.

—Te acuerdas aquella vez en tu habitación, antes de que pasara todo esto... Te dije que ojalá supieras perdonarme por el secreto que te estaba ocultando... —su aliento soplaba en mi cara, haciendo que los vellos de mi piel se erizaran. —Y que te haría la persona más feliz del mundo...

—Adrien, yo también debo disculparme por eso. —dije con el pulso a mil.

—Créeme, yo no tengo nada que perdonarte. —subió su mano a mi mejilla. —Yo... Necesito tener la certeza de que no estás enfadada conmigo por todo lo que ha sucedido. Además, sé que yo soy el que lo ha jodido a más no poder, y me siento la peor persona del mundo por hacerte esto a ti, a los chicos, a París...

Con que eso es lo que le preocupa. Tiene remordimiento. Una leve sonrisa salió de mis labios.

—Adrien, no pasa nada. De verdad, además, esa misma tarde nos dijimos que éramos unos desastres, ¿no?

No lo estaba viendo, pero sabía que estaba sonriendo. Sonreí, satisfecha de que por fin, se habia logrado convencerlo.

Se estaba acercando más a mi rostro, lo sentía. Sus labios rozaron los míos; nadie se atrevía a dar el primer paso, hasta que finalmente él tomó las riendas de la situación.

Me sorprendí un poco, pero enseguida le seguí el beso. Su mano aún seguía en mi mejilla, y empezó a sobarla con delicadeza. Yo pasé mi mano otra vez por su espalda, y disfrute este momento tanto como pude.

Nos separamos por culpa del aire, y abrí mía ojos, encontrándome con un Adrien sonrojado; y seguro que yo no era otro caso aparte.

Le di otro beso, pero la puerta se abrió de golpe, haciendo que los dos nos separaramos.

—Buenos días, Romeo & Juliet. —la risa de Chloé se coló por mis oídos.

Detrás de ella estaban Nino y Alya, así que rápidamente los tres, vinieron a abrazarme. Sonreí ampliamente.

Habíamos perdido una pequeña batalla, pero no la guerra.

Y eso era algo que tenia muy en claro contra Le papillon.

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