Capítulo 17

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El fin de semana pasó volando. Todos se encontraban estudiando, puesto que los exámenes de diciembre estaban a la vuelta de la esquina, y nadie querría estar estudiando durante este período tan bonito, llamado Navidad.

Por sorprendente que fuera todo, Adrien empezó con muy mal pie aquella mañana. Se había despertado tarde, Plagg no paraba de hacerlo retrasar aún más, y por si fuera poco, no le dio tiempo a desayunar. Así que en resumidas cuentas, había tenido una mañana bastante mal.

Se encontraban en clase de filosofía. Sólo quedaban 10 minutos para poder salir al patio, poder ir corriendo a la cafetería y comer algo que llenara su vacío estómago que no paraba de hacer ruidos, poniéndolo en evidencia. Nino se reía internamente de ver a Adrien en aquella situación. Nunca lo había visto "enfadado" y verlo ahora, era algo que debía guardar en su baúl de los recuerdos.

"Pues he aquí lo que sucede: ninguno de los dioses filosofa ni desea hacerse sabio, porque ya lo es, ni filosofa todo aquel que quiera hacerse sabio. Pues a su vez, los ignorantes ni filosofan ni desean hacerse sabios, pues en esto estriba el mal de la ignorancia: en no ser ni noble, ni bueno, ni sabio y tener la ilusión de serlo en grado suficiente. Así, el que no cree estar falto de nada no siente deseo de lo que no cree necesitar." - Platón.

—Adrien, por favor. ¿Puedes explicarnos lo que Platón intenta decirnos en este fragmento? —la señorita Bustier habló dulcemente mirando al rubio.

El adolescente levantó la vista de su tablet, y carraspeó su garganta. La filosofía junto con la química eran sus asignaturas favoritas, así que fue tarea fácil para él responder esa pregunta.

—Desde mi punto de vista, lo que él nos trata de decir, es que el ignorante habla demás, sin saber cuando callar. Así que por ello, todos en la filosofía debemos ser ignorantes como él dice, pero sabiendo el momento en el que callar. —la clase entera quedó estupefacta ante la respuesta del rubio.

Bustier asintió hacia el oji verde. —Exactamente, Adrien. Como tú dices, todos podemos hacer filosofía siendo ignorantes, pero sabiendo cuando callar.

El rubio sonrió, y por primera vez, sintió que por fin su mañana iría mejor. Aunque pensando en la respuesta que había dado, podría aplicarselo a él mismo. Debía saber cuando callar, como cuando le dijo esas palabras a Luka.

«No tendría que haberle dicho eso.»

Pensó, mientras movía el lápiz táctil en su mano. Sus pensamientos fueron interrumpidos por el timbre, rápidamente guardó todo en su mochila, y salió corriendo de la clase. Su estómago estaba realmente hambriento, y no quería quedarse sin aquellas delicias llamadas quiché que servían en la cafetería traídas de la panadería Dupaing.

Cuando llegó, no había aún mucha gente, así que cogió una bandeja y puso marcha hacia las vitrinas, donde cogió su comida, y pago por ella. Se sentó lo más lejos posible de las vistas de los curiosos, y empezó a degustar aquel manjar.

—Te vas a atrangantar al final. —Plagg salió de su bolsillo, y se puso en la bandeja de Adrien. El rubio decidió ignorarlo, y siguió comiendo. —¡Eh! ¡Que luego dices que el glotón soy yo!

Adrien sonrió un poco con la boca llena.

—Normal. Nunca dejas de comer. —miro a su Kwami, quien rápidamente se escondió en el bolsillo de la camisa blanca de Adrien.

El rubio levantó la mirada, encontrándose con su mejor amigo, Nino, quien se sentó a su lado.

—Hey, dude, nunca te había visto así.

Adrien empezó a reír, y siguió comiendo bajo la compañía de su mejor amigo y confidente.

Las horas pasaron, y la verdad era que nadie tenía ganas de nada. La última hora había sido educación física, y habían estado corriendo por una hora. Para Marinette y Adrien esto les vino de perlas para poder tener mejor resistencia a la hora de combatir con akumas.

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