Capítulo 19

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En la sombra
lejos de la luz del día,
hundida en su infierno interno,
la melancolía suspira.

El viento gélido roza sus mejillas,
resecas, tristes,
el dolor a su lado,
y la migraña martilla su cabeza.

Desesperación.

No encuentra salida,
sigue vagando entre espinas que muerden su piel al mínimo contacto,
tiene atadas las manos,
y le sangran sus heridas.

Desesperación: ¡Que mal sentimiento!

No puede gritar,
el silencio,
que alguna vez fue su aliado,
ahora la mantiene sumisa.

Las sombras le gruñen, la persiguen.
Desesperación: ¡Ah vaya sentimiento!

Como rabia,
como lagrimas,
como golpes..
no, no puede perdonar.

Sólo pide que la oscuridad cubra pronto su cuerpo,
para que nadie pueda su llanto escuchar.

~_~

De su magnífico poder, salió una pequeña campana dorada, que rápidamente identificó como oriental. Observó de nuevo a su compañero que volvía a recuperar el aliento a niveles sorprendentes; frunció el ceño, y salió corriendo del tejado en el que se encontraban los dos.

Miró de reojo a sus espaldas para divisar si no le perseguía, pero se equivocaba. El gato de ahora ropas blancas, la seguía con una sonrisa malévola en su rostro. Como si un cazador acabara de encontrar a su presa, y estuviera apuntando para matar, en este caso, para poder robar el prodigio de su ex-compañera.

Ladybug no tuvo más remedio que desviarse de su destino para que Le Papillon no pudiera encontrar el edificio donde su poder la había enviado, en busca de un hombre de mayor edad.

Decidió rápido, y fue con ayuda de su yoyo en dirección contraria a la Torre Eiffel, en busca de una boca de metro, para poder adentrarse, y despistar al minino por la cantidad de vías que habían en París. En su mente agradeció por primera vez en su vida la cantidad de metros que transcurrían a esas horas, debido a la hora punta de la ciudad, y con movimientos ágiles, se adentró entre los metros.

El gato no le perdía la pista, e iba detrás de ella. Se lo tomaba como al juego del gato y el ratón, y vaya que él era el gato, y su querida mariquita era el ratón.

La adolescente corrió, y divisó un metro como una oportunidad de oro para despistar al gato, y volver a salir en dirección contraria. Subió encima de este, y aprovechando la gran curva que venía, se lanzó a la pared, e intentó por todos los medios, mantener la calma de ver pasar el metro tan rápido y cerca de su cuerpo. Observó cómo el gato seguía para adelante, sin saber qué ya acababa de dejarla atrás. Cuando su compañero estuvo lo suficientemente lejos, lanzó de nuevo el yoyo hacia el medio de transporte, y se impulsó.

El primer pitido de sus pendientes se emitió, haciendo que la chica maldijera por dentro ante los cuatro escasos minutos que le quedaba para poder atravesar París, e ir corriendo a la orilla oeste del río Sena.

Cuando el metro paró en una parada, salió corriendo hacia la calle, dónde volvió a volar por los cielos, rezando para que Tikki pudiera aguantar el trayecto que le quedaba.

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