Epílogo.

559 30 19
                                    


5 años después.

Sus ojos cansados y con unas pocas ojeras, se encontraban centrados en los bocetos que tenía delante: un largo vestido de boda y un traje poco convencional era lo que estaba en los garabatos delante suya.

Mordió su labio, y tiró el lápiz que tenía en las manos con frustración. Llevó sus manos a su desordenado cabello, intentando relajarse, pero nada podía hacer cuando entraba en ese estado tan conocido para ella: la no inspiración.

Emitió un gemido de frustración a la vez que se levantaba de su silla de trabajo, y clavaba su vista en el gran cristal que le daba vistas a todo Paris. Sonrió, relajándose viendo su bella ciudad, y abrió el ventanal, con el fin de que el viento frío del invierno refrescara su cara y se metiera en sus pulmones.

Se encontraba cerca de las fechas navideñas, y aquella época del año era de sus favoritas.

Se permitió suspirar fuertemente mientras despejaba su cabello del desastroso moño mal cogido que tenía. Movió su cabeza a ambos lados, intentando que su pelo lacio se ordenara él solo sin necesidad de pasar sus manos por ahí.

Cuando terminó, colocó la coleta en su muñeca izquierda, y observó su anillo dorado en su dedo anular. Una sonrisa boba salió de su boca.

Mordió su labio, y estuvo apunto de volver a suspirar cuando la puerta que daba a su oficina fue abierta abruptamente sin haber sido anunciada, como solía ser.

Giró su cuerpo algo confusa, y levantó una ceja. Ante ella, se encontraba su secretario: Noah. Su pelo color negro como el carbón estaba desaliñado, demostrando su rebeldía al ser el secretario más joven de la compañía, y encima, el de la jefa ejecutiva. Sus ojos, también negros y profundos como el mismo ébano la miraban con algo de susto, y supo de inmediato que algo andaba mal.

Noah no solía poner esa expresión por nada del mundo, solo cuando sabía que quería que lo alejara de ciertas compañeras que iban detrás de él por su atractivo. Y no lo iba a negar, el joven secretario era increíblemente apuesto, de ahí, que sus compañeras lo acosaran constante y fuertemente.

Ella elevó una ceja, sin saber qué estaba pasando. Se dio la vuelta sobre su propio eje, cerrando la gran ventana. Volvió a girar, ladeó la cabeza y observó de nuevo a su secretario.

—¿Qué sucede, Noah? —preguntó, sintiéndose extrañada ante el comportamiento del joven.

El de ojos negros trago saliva, e irguió su cuerpo hacia delante —Lo siento mucho, Marinette, se me había olvidado por completo que debería haberte dicho esto, pero estaba tan ocupado organizando las reuniones y arreglando fechas que se me pasó por completo la hora que era y...

Marinette sonrió amablemente —No pasa nada por ello —Lo cortó, asintiendo hacia el pelinegro. Pudo ver un deje de relajación por parte del joven, pero fue eso, un deje, pues volvió a su postura nerviosa —. Pero no entiendo tu punto, ¿qué sucede? —Volvió a preguntar, esta vez intentando que el joven expresara lo que tenía que decir.

—Son las cuatro de la tarde —expuso, mirando a su jefa. Internamente estaba temblando. A pesar de que sabía que Marinette no era una mala persona en lo absoluto. Pero por eso mismo, sentía que debía devolverle la amabilidad y el respeto que ella le brindaba, y no lo estaba cumpliendo, por despistado —. Supuestamente el colegio ha terminado hace media hora.

Marinette abrió los ojos, sin creerse tampoco lo que acaba de escuchar. Elevó su muñeca, en donde se postraba elegantemente su reloj negro. Abrió la boca ante la impresión sin creerse lo que estaba pasando.

Posó la vista en el joven, quien asentía con su cabeza, dándole a entender que en verdad si que era lo que estaba pasando ahora mismo por su mente.

one last time ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora