Capítulo 20

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Observó a través de sus ojos la destrucción que había creado. Era increíble lo bien que se sentía por fuera, mientras que por dentro sentía como estaba más roto que un vaso de cristal cuando caía al suelo. Las cuatro paredes que le envolvía eran de color gris. Se sentía solo, abrumado, pero no era capaz de controlar su cuerpo. Parecía que todos sus demonios estuvieran carcomiendo donde más dolía, y lo estaban haciendo genial.

No te creía tan fuerte. —la voz tan familiar de aquel villano se coló en el sitio en el que estaba. Levantó la cabeza y como pudo, empezó a correr hacia una de las paredes grises con la ira corriendo por su sangre, e intentó romperla, más lo que consiguió fue un gran golpe. —Deja de luchar, sarnoso. —la risa del hombre erizó los vellos del rubio. En la pared en la que se había estampado antes, apareció una escena de su vida. Eran él y Marinette en su habitación, compartiendo juntos su día a día.

Observó los ojos de la azabache, que brillaban cuando hablaba con él. Se vio a su mismo sonriendo como nunca antes lo había hecho. Hacia tiempo que no se había sentido así de lleno con alguien. Cuando su madre... No encontró a nadie que pudiera tenderle la mano para poder salir de aquel hoyo. Otra escena pasó; esta vez fue cuando le regaló aquella rosa. Su corazón dio un vuelco al verla. Marinette... Ella había sido quien siempre estuvo ahí para él. Siempre.

Pero su mente le jugó una mala pasada. De nuevo, aquella escena que había visto, hacía que su corazón se partiera. No podía creerlo, sabía que no era cierto, pero parecía un disco rallado; se repetía una y otra vez, jugando con su mente. Le Papillon estaba realmente enfermo al hacer eso. Su pequeña parte racional, pudo hacer que ese pensamiento cruzara la mente del rubio.

—¡Tienes que entrar en razón, Chat Noir! —la voz de Carapace le sacó de su mente, volviendo de nuevo a la realidad.

Ante sus ojos, observó la cantidad de coches, gente aterrorizada escondida en diferentes casas, y lo más absurdo de todo, aquellos súper héroes de pacotilla plantándole cara. Una leve carcajada se escapó de sus labios, y que cada vez, se iba haciendo más sonora. Sonrió siniestramente y empezó a correr hacia ellos e invocó su cataclysm.

—¡No os necesito! ¡No necesito a nadie! —saltó hacia la portadora del zorro y de la tortuga, quienes con buenos reflejos pudieron esquivar el ataque del gato. El ahora oji morado se recompuso con rapideza y volvió a atacar hacia ellos. La pareja de súper héroes sacaron sus armas, y empezaron a luchar cuerpo a cuerpo contra él. Sonrió con autosuficiencia al ver que había logrado pegarles en el estómago a los dos. —Vaya, vaya, vaya... —de nuevo su carcajada malvada escapó de su garganta. —Sin la mariquita aquí, no sois nadie por lo que parece ser. —la energía volvió a aparecer en su mano.

Los dos chicos, con la mano en sus estómagos, intentaron cobrar el aliento y levantarse rápido, pero ese gato tenía una fuerza brutal, y dolía demasiado levantarse. Empezaron a encogerse al ver que el felino se acercaba con la mirada perdida, pero con una sonrisa socarrona que no abandonaba su cara, y el poder del cataclysm en la mano. Nino apretó un puño ante la rabia, y miró al rubio.

—¡Chat Noir, detente! —aquella voz sorprendió a los tres. Cierta azabache con una rubia se acercaban peligrosamente hacia ellos. Ladybug lanzó su yoyo, amarrando la mano derecha del gato. Tiró con fuerza para que no se acercara más a sus amigos, y le hizo una señal a Queen Bee. La oji azul asintió y corrió hacia sus compañeros que se encontraban en el suelo, para poder ayudarlos.

El de traje blanco resistió como pudo, pero sus esfuerzos fueron en vano. Su ex compañera le había estirado con la cuerda del yoyo y había caído de bruces al suelo, haciendo que la bola de energía que tenía en su mano, diera en el suelo, y hubiera otra gran explosión. Los héroes se taparon la cara con los brazos como pudieron, pero Ladybug sintió que el amarre de su arma se había desaflojado.

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