CAPÍTULO 28

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Cuando me lavo la cara en el cuarto de baño de la planta baja y entro en el salón, mi madre ha conseguido tranquilizar a mi hermana que está sentada en el sofá mientras ve algo en la televisión al lado de su peluche favorito, el cual ha debido de coger mi madre de su habitación, cosa que quiere decir que ha tenido que intercambiar palabras con su maravillosa pareja.

−Siéntate aquí, anda.

Mi madre separa una silla de ella a la vez que pone sobre la mesa una bolsa de guisantes congelados que están envueltos en unos paños de tela.

−Mamá, yo..

−Sonia, lo sé. Sé que lo has hecho por... Cris. Pero conoces perfectamente a Carlos, sabes que a veces se le va...

−¿Por qué intentas siempre justificarlo?

Frunzo el ceño mientras me encaro a mi madre.

−Carlos nos quiere.

No me puedo creer estar escuchando esto de nuevo, esta misma conversación después de haber visto lo que estaba a punto de suceder y de lo que ya había pasado: su otra hija, su hija pequeña llorando porque le tiene miedo a su propio padre.

−Si nos quisiera no nos trataría así, ¿no te das cuenta o qué?

Mi madre se levanta y arrastra la silla, pero sonríe.

−Tengo la sensación de haber tenido ya esta conversación.

Se apoya en la mesa mientras me mira y cruza sus brazos.

−Y yo tengo la sensación de que como esto siga igual, la vamos a tener más de una vez, sí es que salimos vivas de una de estas.

Ella frunce su ceño y me pregunta:

−¿Cuántas veces te ha pegado este mes?

Su respuesta me deja muda. En realidad, hace mucho que no llevo una cuenta: ¿para qué?

−No lo sé.

−¿Ves? No será para tanto cuando no lo sabes.

Me levanto, esta vez soy yo la que arrastra la silla y con fuerza.

−Dios, ¡estás ciega! Ha pegado a tu hija pequeña, si no llega a ser porque he aparecido, a saber que hubiese pasado. Date cuenta de lo que de verdad te mereces.

Dejo la bolsa de guisantes con fuerza sobre la mesa y me dispongo a irme. Pero ella coge mi muñeca con suavidad pero deteniéndome.

−Si no hubieras estado Alex  y tú ¿no?

Me giro hacia ella frunciendo el ceño, ella me sonríe tiernamente y termina la frase.

−Tu hermana, me ha dicho que Alex le ha abrazado cuando ha llegado y ha sido quien le ha dado las galletas que se ha comido en tu habitación.

Aprieto mis labios mirando a mi hermana y evitando la mirada de mi madre.

Esta niña...

−No sé de qué estás hablando. Esas galletas estaban en mi escritorio, las habrá cogido de ahí.

Ella ríe levemente.

−Te creeré solo por esta noche porque has sido una muy buena hermana. Pero Sonia, por favor, sea lo que sea que tengas con ese chico..., intenta no meterlo, esto puede resultar raro para alguien que no vive el día a día con él.

−Y para quien vive con él también lo es.

Respondo cortándole.

−Sé que te ves con él muchas noches en el balcón Sonia, sé de lo que estoy hablando.

HEY, VECINO. {COMPLETA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora