CAPÍTULO 33

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−¿Qué haces aquí, tú? ¿Por qué le has dejado pasar?

Mathias pasa a mi habitación y Carlos, desde la puerta, aún con el pomo en su mano me responde:

−Porque le he llamado yo.

−Pero... ¿Sabe mi madre que tienes el número de mis amigos? Porque esto es...

Carlos alza una mano en señal para que me detenga de hablar, después con la misma le da paso a Mathias mientras él sigue hablando.

−Adelante Mathias, cuéntale lo que me has comentado.

Mathias, en una situación incómoda, entre la espada y la pared, nos mira a ambos y finalmente se detiene en mí.

−Le he contado que te vi con un chico comiendo en el McDonald's, cuando ibas con tu hermana.

Oh no, joder.

−¿Quién era ese chico, Mathias?

Carlos me observa desde la puerta aunque la pregunta vaya dirigida al chico que tengo enfrente.

−El vecino. El vecino que tenéis.

Mi pulso comienza a acelerarse.

¿Cómo ha sido capaz de...?

−Muy bien. Ahora os dejo, espero que tengáis mucho que hablar porque tú, no vas a hablar con ningún chico, ni nadie, en mucho tiempo; así que aprovecha esta última charla con alguien del exterior.

Y sin más, cierra la puerta; sin esperar respuesta alguna.

Me acerco lentamente al cuerpo del chico que tengo delante, él parece que se arrepiente aunque no le veo muy decepcionado con la charla que me acaba de soltar mi padrastro.

−¿Cómo has sido capaz de decirle eso, Mathias? Sabiendo cómo es Carlos y sabiendo, o imaginándote, lo que puede llegar a hacerme.

−Te juro que no me imaginé que...

−Eres un hijo de puta.

La voz sale de la cortina que se corre de golpe y el primer paso de Alex, que aún seguía tras de ella, avanza casi lo suficiente para alcanzarme a mí y apartarme de su lado. Coge, al que era mi amigo, del cuello de su camiseta con una de sus mano y lo pega a la pared, con la otra le tapa la boca. Tiro rápidamente del brazo de Alejandro, que sujeta con fuerza a Mathias, intentando terminar con el contacto físico.

−Para Alex, para por favor. Carlos se va a dar cuenta de que estás aquí, suéltalo.

−¿Vas a gritar? ¿Le vas a decir algo a su padrastro? Porque si es así...

Él niega repetidas veces moviendo su cabeza de un lado a otro, puedo ver que está asustado porque yo también lo estoy, y mucho; la reacción de Alejandro me ha pillado de sorpresa por completo.

Él lo suelta con cuidado y Mathias me mira a mí, mis ojos están vidriosos, y aún así se tira encima de Alejandro y le propina un puñetazo. Le agarro rápidamente y mi ex, por inercia, me empuja hacia atrás haciendo que caiga al suelo de culo. Alejandro le empuja, y para mi sorpresa, no se tira sobre él, lo hace encima de mí. Trepa por el suelo hasta donde me ha empujado, ante su mirada y me pone las manos sobre las piernas.

−¿Estás bien? ¿Te ha hecho daño?

Cuando veo a Mathias acercarse tras él, conozco sus intenciones nada más ver sus ojos. Abrazo a Alejandro y pongo mis dos manos, con las palmas abiertas, sobre su cabeza, pegándolo a mi pecho.

−No lo hagas, porque te juro que saco todas las mierdas que sé tuyas y voy a la policía, te juro que voy. Sí tú juegas a esto, yo también voy a empezar a jugar, Mathias.

Mi pulso va muy rápido, casi siento que el corazón se me va a salir del pecho. Estoy jugando con fuego, y lo peor, es que me arriesgo a que en cualquier momento la puerta se abra.

Cuando Mathias retrocede, separo a Alex de mí y este no tarda nada en mirarle, sin saber muy bien de que hablo. El que era mi chico sonríe de lado:

−No serás capaz.

−Soy capaz de todo, ¿acaso no me conoces? Y lo primero que voy a hacer será denunciarte, tenlo claro. Sí dices algo más, incluso que Alex está aquí conmigo ahora a Carlos, te juro que esta misma tarde...

−Vale, tranquila.

Respiro hondo. Confío en su palabra, siempre lo he hecho y no he ido muy mal desencaminada; de todas formas, saldría perdiendo él y no yo. Sé todo lo que ha hecho borracho, lo que... me ha hecho, incluso. Y sé todo sobre sus temas de drogas y demás. La policía estará encantada de escucharme lo que tanto tiempo he estado callando.

Señalo la puerta de mi habitación.

−Vete, fuera.

Mathias le dirige una última mirada al Alex callado que sigue sentado en el suelo, enfrente de mí, este se la sostiene hasta que sale de la habitación. Me acerco a mi vecino y pongo una de mis manos en su rodilla desnuda a causa de las bermudas que lleva.

−¿Estás bien?

−Sí, no te preocupes. ¿Y tú?

Asiento con la cabeza y me dejo caer sobre su cuerpo en un abrazo intenso, que se tumba por completo en el suelo, y me aprieta con fuerza a él. Creo que es la primera vez que le abrazo de esa forma, de una forma tan sincera como esa. Pensé que le haría algo, por un momento pensé que... ¡Dios!

−Alejandro, no quiero dejar de verte. Eres lo único que me aleja de esta realidad.

Creo que a él sorprende tanto como a mí el escuchar esas palabras. Me dejo caer a su lado, aún tumbados ambos en el suelo y le miro, él me sonríe tiernamente.

−No sé que voy a hacer contigo, Sonia.

Se gira por completo hacía mí, poniendo su cuerpo de lado y levanta una mano hacia mi mejilla, la que acaricia con dos de sus dedos sin dejar de fijarse en mí. Dejo que lo haga, es como si estuviese acariciándome con una fina pluma, de una forma tan delicada, que apenas lo puedo notar.

Vuelve a acercarse a mis labios, y vuelvo a repetir mi famosa cobra.

Se deja caer en el suelo y boca arriba pone uno de sus brazos sobre sus ojos con una sonrisa. Termino sonriendo yo también mientras me asiento, ahora, en el suelo. Él a los pocos segundos me imita y me mira aún con una sonrisa, sube su hombro hasta dar en su mejilla.

−Sabes que no...

−Lo sé, solo ha sido un impulso.

Su interrupción, realmente, me hace daño. Me pongo en pie lentamente y le vuelvo a mirar.

−Deberías irte, no quiero que Carlos entre y te vea aquí.

Él asiente con la cabeza y se levanta. Me mira antes de salir de la habitación, girándose en mi dirección y suelta una leve carcajada.

−Eres la persona más complicada que conozco, ¿lo sabes, verdad?

Le miro intentando no sonreírle. Sé que mi vida parece una novela de las malas, pero yo no elegí vivir algo como esto: qué él haya aparecido, de la forma que lo hizo, y decida quedarse conmigo a pesar de los problemas es algo que agradezco muchísimo.

Cuando pienso que se va a marchar,  se da la vuelta y da varios pasos no my decidido, dice algo en voz lo suficientemente alta para que entre por mi ventana aún abierta.

−Quizás por eso no puedo sacarte de mi cabeza.

Finalmente me saca esa sonrisa que no quería mostrar después de todo lo que acaba de ocurrir.

Que Alejandro me diga eso..., me hace  feliz, quizás demasiado.

No añado nada a lo que acaba de decirme y veo como salta a su casa hasta que desaparece entre las cortinas de su habitación.

HEY, VECINO. {COMPLETA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora