EPÍLOGO

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Desde que duermo con Cris, no me he separado ni un segundo de su habitación ni de ella, y las veces que lo he hecho ha sido para ayudar a mi madre, que parece notar que algo no va bien en mi vida.

Desde hace casi dos semanas no sé nada de Alex ni de nada relacionado con él; ni quiero saber, no después de encontrar de nuevo la nota en mi chaqueta; la cual volví a releer como tres veces más.

En menos de un mes vuelvo a estudiar y espero hacerlo lejos de aquí, lejos de la ciudad que me ha visto tanto crecer, como reír y llorar; mi madre se puso como una loca al saber que había tomado la iniciativa de seguir con el curso fuera de aquí pero al final pareció entender que tampoco iban a ser nada más que un par de horas de distancia entre nosotras tres y me dio la enhorabuena por conseguir lo que tanto había luchado, ser feliz.

Cristina también me ha preguntado un par de veces por Alejandro y he hecho caso omiso a sus preguntas, siempre cambiando de tema o buscando otro método de distracción para desviar su atención del tema Alex-Sonia, y viceversa. Aunque a mi madre a veces..., es difícil de desviar de tema.

−Cariño, ¿esta noche vas a algún lado? La vecina me ha preguntado por ti, hace tiempo que no sales con Alex.

−No, me encuentro un poco mal. Me tomo algo y vuelvo a la cama, ¿sabes qué película ponen hoy?

Mi madre esboza una sonrisa tierna mientras se acerca a mí y pone una de sus manos en mi hombro.

−¿Te has peleado con él, verdad?

−Mamá, no tengo ganas de hablar de eso. Estoy segura de que sabes que las cosas no van bien, no esperes que te cuente nada más..., al menos por ahora.

Mi madre besa mi mejilla en una acción rápida.

−Ha tenido que ser algo gordo para que después de todo lo que ha hecho por ti, estéis así de mal, pero bueno..., eres una persona madura y estoy segura de que le habrás dejado explicarse, porque claro, seguro que él es quien tiene la culpa de vuestra pelea.

Miro mi madre alzando las cejas. En su voz noto cierta ironía y su sonrisa me lo confirma.

−Mamá, ¿sabes algo?

−¿Yo? No, no sé nada porque no me lo cuentas. So, cariño, Alex no está en casa desde hace un par de días... Quizás, tú...

Frunzo el ceño.

−¿Cómo qué...? ¿Cómo qué no está en su casa? ¿Dónde está?

Mi madre se encoje de hombros.

−Pensaba que tú quizás..., lo sabías. Su madre habló con él ayer, pero no quiso decirle donde estaba, solo le dijo que necesitaba descansar, a solas.

Niego con la cabeza rápidamente y repetidas veces.

−Yo no sé donde está, él y yo no hablamos desde..., desde hace mucho.

Mi madre pone esta vez sus dos manos a ambos lados de mis hombros y besa mi frente, después me sonríe y se aleja, dejándome solo en la habitación de Cris que no tarda en pasar en el cuarto aunque no le presto mucha atención a sus historias, solo pienso en lo que me acaba de contar mi madre. Alejandro no está, me siento tan mal por mis últimas palabras hacia él que no dejan de repetirse una y otra vez en mi cabeza, tanto que no me doy cuenta de que estoy plantada en mitad de la habitación, sin ningún tipo de movimiento. Mi madre tiene razón, me tengo que comportar de una forma madura..., algo complicado en todo el rencor que podría intentar dejar a un lado, o al menos disimularlo. Sí encontrara a Alex..., quizás podría explicarse y yo podría, llegar a entenderlo. Pero, ¿cómo encontrarle?

Ya creo que sé por dónde y sino, por quién, empezar su búsqueda.

HEY, VECINO. {COMPLETA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora