CAPÍTULO 37

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En la jefatura de policía de la ciudad no hay apenas nadie ni si quiera  policías en el puesto de la sala de espera, mi madre ha sido la primera en entrar y aún sigue en el interior de la sala, a Alejandro se lo han llevado a otra sala para no estar antes de que yo testifique lo ocurrido, así que estoy yo sola mientras observo mis manos temblando mientras intento jugar con mis dedos e intentar pensar en otra cosa que no sea lo ocurrido.

Un policía, bastante joven, pone una mano en mi hombro. Cuando le miro me hace un gesto para que le siga mientras me pregunta sí estoy lo suficientemente bien como para poder hablar, a lo que yo le contesto un sí rotundo; llevo esperando mucho tiempo para hacer esto.

La sala no es muy grande, aunque parece bastante colorida para ser una habitación destinada solo a esto, así que deduzco que cumple más funciones. Un señor mayor con un bigote canoso me pide que me siente y me ofrece agua, que acepto para intentar aclarar mi voz.

−Sonia, ¿verdad?

Asiento mientras dejo el vaso casi vacío sobre la mesa que me separa del hombre.

−Martín, Martín Rodríguez. Te voy a hacer unas preguntas a las que quiero que me respondas con la mayor sinceridad del mundo, ya sabes que esto es muy importante.

El hombre toma asiento en la otra silla y abre una carpeta que parece como de cartón. Saca un par de folios y los esparce por encima de esta.

−Tu madre es Begoña, la mujer que está hablando con uno de mis compañeros y tu padre es... El acusado.

−No, él no es mi padre. Es la pareja de mi madre.

Él me mira por encima de sus pequeñas gafas y vuelve a sus papeles. El hombre, regordete, deja de mirarlos y los vuelve a juntar.

−Cuéntame, ¿qué ha pasado?

Empiezo a contar todo lo que ha ocurrido, empezando por la misteriosa manera que tenía de actuar estos días y nuestra comida de hoy, hasta que hemos llegado a casa y ha ocurrido, lo que ha pasado. Martín, me pregunta cuantas veces ha pasado algo similar a lo de esta noche y le intento numerar, con algunos detalles, lo que ha ocurrido en otras ocasiones tanto conmigo, como el altercado con mi hermana pequeña y, por supuesto, todas las veces que ha pasado con mi madre.

−El chico que le estaba pegando cuando entraron mis compañeros, ¿quién es?

−Es mi vecino, mi hermana salió corriendo a avisarles y él vino a ayudarnos en cuanto lo supo.

Él apunta algo sobre uno de los folios y me mira.

−El hombre acusado dice que le apuntó con un arma y que quiso matarle. ¿Es verdad?

−¡Claro que no! ¿No se da cuenta de todo lo que llevo?

Enseño mis brazos magullados, las marcas que llevo en el cuello e incluso me levanto el vestido lo suficiente para mostrarle las partes interiores de mi muslos.

−Esto, lo ha hecho ese tío. A mi madre le ha maltratado, casi nos mata esta noche. Sí no llega a ser porque mi hermana pudo escaparse y avisar a mis vecinos, no sé ni si quiera si podría estar respirando.

−Lo entiendo señorita y créame, ese tío no va a ver la luz de la calle en mucho tiempo. Tome, firme aquí. Es la denuncia.

El hombre escribe su nombre en uno de los folios, donde ha ido apuntando cosas mientras nuestra conversación y firma. Me lo tiende sobre la mesa y me señala el lugar donde tengo que poner mis datos. Seguidamente, abre la puerta y le dice a su compañero, al mismo chico joven de antes, que me lleve de nuevo a la sala principal. Cuando termino de rellenar la hoja la dejo sobre la mesa y acompaño al policía hasta la primera sala, donde mi madre me espera y se acerca corriendo a abrazarme.

−Mamá, ha acabado ¿verdad?

Miro a mi madre, esperando que me responda un porque no habría ninguna forma de la que pudiera librarse ese tío de la cárcel, no después de lo de hoy. Ella me sonríe, y me echa el pelo hacia atrás, el mismo que había soltado en la sala para que no se me vieran ninguna de sus marcas en mi cuello. Ellas las mira y acaricia con sus dedos parte de mi piel marcada, sus ojos después se ponen sobre mí.

−Ha acabado todo.

Algo en mi interior reacciona. Creo que después de todo y a pesar de lo ocurrido estoy feliz, solo con escuchar esas simples palabras de la boca de mi madre.

Alejandro aparece por una de las puertas que daban a las salitas y me mira sonriendo cuando se da cuenta de que estoy allí. Me acerco a él y vuelvo a abrazarle.

−Sí hubiese sabido que estarías tan pegada a mí, hubiese hecho esto antes Timothy.

Sonrío en su pecho y él deposita un beso en la parte superior de mi cabeza. Mi madre se acerca a nosotros y le sonríe a Alejandro, aún cuando estoy pegada a su abdomen.

−Gracias Alejandro, no sé cómo voy a poder agradecerte esto...

−A mí no me tiene que dar las gracias señora, sino llega a ser por su pequeña no hubiera podido hacer nada...

Mi madre sonríe y sus ojos se empañan, es el momento en el que suelto el cuerpo de Alejandro para volver abrazar a mi madre y besar su mejilla.

−No llores más mamá, vámonos a casa ¿sí?

Ella asiente con la cabeza y los tres salimos de comisaria. No sé porque pensaba que ya había oscurecido por completo pero no es así, ahora es cuando el sol está aprovechando sus últimos rayos para alumbrar las calles a través de las ramas de los árboles.

Alex nos lleva a casa mientras mi madre le agradece unas cuantas veces más a este su actuación brillante mientras que él le explica la realidad de esa arma con la que ha interrumpido en casa cuando Carlos estaba a punto de..., bueno de eso. Cuando llegamos y Alex aparca el coche al lado de su casa, en su parcela, y los tres bajamos del vehículo; Cris, que estaba en el pequeño porche de la casa de Alejandro, se tira hacia nosotras y mi madre la coge en peso, aunque al momento mueve sus manos para agarrarse a mi cuello. Mi pequeña, mi hermana se abraza a mí con fuerza y deja caer su cabeza en mi hombro, no me quiero parar a imaginar lo que se le ha pasado por la cabeza al oír los gritos y los golpes de todo lo que estaba sucediendo en la planta superior mientras ella veía la televisión tranquilamente.

−¿Tanto de menos me has echado?

Le digo besando por encima de su pelo, intentado quitar esos pensamientos que pueda tener.

−Te ha pegado...

Mira mis marcas del cuello, y después pasa una de sus manitas sobre mi brazo que la sujeta, donde llevo unos pequeños cardenales.

−Sonia cielo, ¿cómo estás?

La madre de Alejandro se acerca y casi no me da tiempo a reaccionar cuando me abraza aún llevando a Cris, le intento sonreír y le contesto:

−Estoy bien Paula, gracias.

−Hemos intentado avisar a la policía todo lo rápido que hemos podido. Sí Alberto no se hubiese ido la noche pasada... No os preocupéis ya, ¿sí? Todo ha pasado y está en manos de la policía.

Mi madre se abraza a la que parece ser su nueva amiga y me pregunto sí ellas habrán hablado sobre cómo actuaba Carlos.

Alejandro se coloca a mi lado y roza mi mano con la suya, llamando mi atención haciendo que le mire.

−¿Estás bien?

Asiento con la cabeza.

Realmente estoy avergonzada de la actitud que tuve con él anoche. No quería hablarle de esa forma, no quería que se fuera de mi casa estando yo enfadada, aunque él no pareció darle demasiada importancia. Aún así, está aquí y ha estado esta tarde a mi lado en todo el momento. Este chico se ha arriesgado entrando a mi casa de la forma en la que lo ha hecho y encima, con una pistola de mentira, joder!

Está perdiendo la única cordura que le queda y yo, estoy perdiendo la cabeza por él sin darme cuenta. 

HEY, VECINO. {COMPLETA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora