CAPÍTULO 20

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La noche ha caído, lo que bien siendo, bastante veraniega por una vez en lo que llevamos de estación. Dejo que Alex se siente primero en mi banco de madera. Después lo hago yo, lentamente y sin dirigir mi mirada hacia él en ningún momento.

−Desde hace unos meses, Carlos se ha vuelto algo más agresivo de lo que era habitualmente. Cuando mi madre y yo empezamos a vivir con él, era la persona más agradable del mundo, conmigo, quizás mucho más que con ella... A los pocos meses de mi madre estar con él cuando nació mi hermana, yo tenía diecisiete años y pensaba que mi familia era maravillosa, pero fue justo ahí cuando todo empezó a volverse de otro color. Él llegaba borracho a casa y al principio era un guantazo, pero después vino otro, y otro... Un empujón y un guantazo.

Una lágrima que consigo atrapar antes de que aterrice en la camiseta hace que tome un descanso para tomar aire.

−¿Llevas aguantando esto tanto tiempo?

Niego con la cabeza.

−No ha sido constantemente, al principio quizás solo ocurría un par de veces cada año; además, yo siempre pensaba que me lo merecía, siempre he creído que todos los padres pegaban a sus hijas adolescentes. Hasta que un día, me levantó la mano delante de Mathias, Mathias en ese momento solo era un compañero de clase que estaba en casa para hacer un trabajo, él me preguntó si lo hacía a menudo y yo le respondí que solo un par de veces, quizás le respondí tan natural que esa misma tarde mientras yo estudiaba, Carlos entró en mi habitación y me dio mi primera paliza oficial mientras mi hermana lloraba de fondo. Cuando vino mi madre me tuvo que llevar al hospital porque, un cristal, de un vaso que rompió, se clavó en mi pierna de tal forma que tuvieron que sacarlo en el centro hospitalario. Mira.

Alzo la pierna y le enseño la cicatriz que cubre la parte baja de mi rodilla. Sus ojos se clavan en mí después, mientras yo sigo hablando.

−Desde ese momento las peleas entre nosotros eran constantes. Mi madre era casi siempre ajena porque ella solo se dedicaba a trabajar porque cuando ella llegaba a casa solo estaba con mi hermana, cosa que siempre he tomado como algo normal. Carlos, cuando me agredía siempre buscaba una excusa para que él no saliese afectado en lo que había ocurrido. Fue cuando mi hermana tenía tres años cuando vi como le pegaba a mi madre, acababa de llegar a casa y mi madre me gritó desde el suelo que corriera a la habitación de mi hermana y que no saliera fuera a pesar de todo. Le obedecí, corrí hasta la cuna de mi hermana y cerré la puerta. Pero escuché a mi madre soltar un grito y eso me hizo salir escaleras abajo, dejando de nuevo a mi hermana sola, y vi como Carlos la tenía, aún el suelo, pero esta vez con él encima. No pude acercarme a él lo suficiente con un jarrón que cogí de las escaleras, mis piernas temblaban y te juro..., te juro que sí mi madre no hubiera estado suplicándome que no lo hiciera mientras él le daba guantazos y besos, todo seguido, mientras lloraba. Sí yo, hubiese tenido mucho más valor, ese jarrón se lo hubiese reventado en la cabeza con todas mis fuerzas posibles.

Las lágrimas ya no son controlables con mis manos, solo intento no mirar a Alex, que no dice nada. Así que aprovecho este silencio para que no pierda el hilo.

−Él se dio cuenta. Soltó a mi madre, mientras cogía el jarrón y lo dejaba en su lugar. Después me dio tal guantazo que tuve que estar sin ir a clase durante una semana para que nadie me viese ni preguntara que me había ocurrido. Él, subió a la habitación de mi hermana pero mi madre le empujó y me dijo que corriera con ella hacia los vecinos, hacia la que ahora es tu casa. Y eso hice, corrí como si me fuese la vida en ello, en ese momento pensaba eso: que la vida me iba en correr como si no hubiera mañana hasta llegar a casa de la señora Jiménez, esta nos escondió de Carlos a mi hermana y a mí esa noche. Mi madre ya le tenía avisado por si alguna vez llegara a pasar algo como eso. Yo no me enteré hasta unos meses más tarde, como tampoco me enteré que esa noche mi madre no había denunciado lo que ocurrió esa noche. Mi madre tuvo una conversación conmigo y las palabras que aún me sigue repitiendo son: pase lo que pase y escuches lo que escuches, nunca dejes a tu hermana sola.

Me levanto y me asomo desde el balcón al interior de la habitación, está ahí, en la cama durmiendo y olvidando todo lo que ha escuchado esta noche. Me giro hacia Alex, que mira al suelo que tenemos frente a nosotros, mientras que mueve sus dedos a la vez que los presiona los unos con los otros. Su mandíbula y pómulos apretados están húmedos. Aunque su mirada está perdida, aparto mis ojos para soltar otro par de lágrimas antes de limpiarlas.

−¿Estás bien, Alejandro?

Su respuesta tarda en llegar, pero cuando lo hace siento como su tono de voz se eleva hasta llegar a mí.

−La pregunta es, ¿estás bien tú?

Me giro hacia él, lo tengo frente a mí. Asiento con la cabeza apretando mis labios.

−Eres la primera persona a la que le cuento todo esto, de esta forma tan... Completa. Me siento bien, de verdad.

Él limpia la humedad de sus mejillas y sonríe tiernamente. Después acorta la distancia que existe entre nosotros y me envuelve en sus brazos durante unos pocos segundos, en los que puedo absorber su aroma, el mismo que el de su sudadera.

−Mañana te voy a poner un pestillo en tu habitación o tres, o los que hagan falta para que esa puerta no se abra sin que tú no quieras.

−No puedes hacerlo, Carlos... Carlos se dará cuenta y cuando lo haga...

Él me detiene.

−Cuando lo haga, te pondré otros. Así, hasta que se canse.

Niego con la cabeza.

−No, no quería decir eso... No quiero que me...

−No te va a tocar ni un pelo mientras me tengas a mí, Sonia. Parece que no te queda claro eso, eh. Ahora eres mi amiga, ¿no?

Mis ojos se clavan de él tiernamente, casi pienso que voy a empezar a llorar otra vez pero le dedico una sonrisa de las pocas que sé fabricar. Creo que sí él ha aparecido en mi vida ha sido por algo; por algo bueno que no pienso desaprovechar. 

HEY, VECINO. {COMPLETA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora