CAPÍTULO 2

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Lo bueno de estar de vacaciones es el no tener que comer con el idiota de mi padrastro. Eso, y que no pienso hacer nada productivo por mucho que él me obligue a hacerlo. Bastante tengo con tener que seguir que aguantando sus estúpidos castigos y sus órdenes militares a mis años.

Este año me he ganado ser libre, siempre con ciertos límites pero aún así, serlo. He sacado las mejores notas de mi clase y he trabajado, a la misma vez que estudiaba, para poder tomarme estás vacaciones tan merecidas. Estas vacaciones encerrada en mi puñetera habitación como una princesa Disney, una princesa con muy mal humor.

−¡Soni, Soni! ¡Están poniendo Harry Potter en la tele!

Lo único bueno que me ha dado la relación de mi madre con su estupendo marido: esa pequeña figura que entra gritando a mi habitación, haciéndome sobresaltar de la cama.

−Cris, te he dicho que toques antes de entrar de esta forma. Algún día me vas a matar de un susto.

−¿Estabas hablando con tu novio?

Alza sus cejas de una forma muy graciosa, lo que me hace esbozar una tierna sonrisa.

Solo tiene seis años y desde el primer momento que le vi, me robó el corazón y el alma. Es la mayor de mis debilidades.

−Baja al salón. Me voy a poner algo encima.

Me mira por completo.

−Si vas bien así... Estamos en casa.

−¿Y pap...? ¿Tu papa dónde está?

−¡Está en la cocina! ¡Nos va a quitar la televisión si tardamos!

−¡Corre pequeña, corre y apodérate del sofá! ¡Bajo en un pis pas!

Le doy una suave palmada en la espalda para impulsarla. Esta sale corriendo y desde el pasillo escucho su fina voz decirme que no tarde mucho.

Estaba a punto de dormirme cuando ha entrado mi hermana, anoche no conseguí pegar ojo ni apagando el móvil después de lo sucedido. Corro las cortinas de mi habitación, casi se me olvida de que tengo nuevos vecinos, la ventana que pega a la mía, otro balcón, está abierta. Tiro de la camiseta vieja que llevo puesta. Busco algo que ponerme en el ropero, algo que me tape lo suficiente pero que sea fresco para estar en casa. Saco unas leggings negras finalmente, y una de mis camisetas anchas. Me coloco la primera prenda, aún de pie y me quito la camiseta vieja, dejándola sobre mi cama, cuando me giro para coger la otra prenda me fijo, por el rabillo del ojo, en una silueta en el borde del balcón vecino, apoyado sobre la baranda y observándome. Rápidamente, me dejo caer sobre la cama en modo plancha y me pongo la camiseta, acurrucada, desde allí, y con calma y lentitud, me vuelvo a asomar a la ventana, cuando me fijo en quién es y él me sigue observando, en su rostro se dibuja una sonrisa.

Me levanto con brusquedad y abro la puerta de mi balcón.

Con su chaqueta, marca Nike negra, está apoyando sus brazos en la baranda recién pintada (y espero que aún siga húmeda y se quede pegado). Observándome, con un cigarro entre sus labios.

−¿Qué coño haces ahora? ¿Te va este rollo o qué?

El chico entre cierra sus ojos y coge con sus dedos índice y corazón el cigarro.

−¿Cuál rollo?

−Me estabas viendo mientras me quitaba la ropa.

Gesticulo con mis manos, señalándome, mientras me acerco a mi baranda.

−Pensaba que era un espectáculo o algo así por el estilo.

Alza una ceja mientras se cree sus propias palabras, completamente con tez seria. Cosa que me está reventando por dentro.

−Eres un puto salido, tío.

Me giro hacia mi habitación y, me dispongo a entrar en mi habitación y dejarle con las palabras en la boca, pero se me adelanta.

−Y tú eres una maleducada, chica.

Me giro completamente sorprendida hacia él, aún boquiabierta al escuchar esas palabras. Él chico remueve su pelo negro cuando alza la vista hacia mí.

−¿Qué? ¿Perdona? Eres tú el que me estaba viendo ahí, parado.

Él niega con la cabeza repetidas veces mientras sonríe y clava sus ojos en mí.

−Ayer, solo me conformado con un simple gracias. Pero tú tienes que ser una estúpida borde y decirme que no necesitabas que te defendiera. ¡Pues claro que lo necesitabas!

Me dispongo a hablar, a contestarle pero un ruido dentro de mi habitación, una puerta, capta tanto mi atención como la suya por completo. La pequeña figura de mi hermana aparece en la puerta, ahora cerrada, de mi habitación y se acerca rápidamente hasta a mí, agarrándose a mis piernas,

−P-pa... Pa-p...á... Me ha...

Rápidamente cojo a mi hermana en brazos y ella se abra a mi cuello como si se lo fuese la vida en ello, apoyando su cabeza en uno de mis hombros.

−Vamos dentro cariño, no pasa nada ¿sí?

Miro al desconocido fríamente antes de volver a cerrar las puertas del balcón. Dejo a mi hermano sobre mi cama, y acerco la silla de mi escritorio a la cama.

−Ya estás conmigo, no pasa nada mi vida. Vamos a ver Harry Potter desde aquí.

Pongo mi portátil sobre la silla que he colocado frente a ella, con la película ya puesta, y me tumbo pegada a su espalda, metiendo mi mano por debajo de su cuerpecito y atrayéndola y pegándola contra mí. Cristina se acurruca a mí todo lo que puede y enredo mis finos dedos en sus definidos rizos rubios.

−¿Me quieres decir que ha pasado mientras que empieza?

−Ha dicho que hay fútbol y... Y una palabrota muy, pero que muy fea.

Este tío con el que se casó mi madre es un puto salvaje.

Abro los ojos cuando el cielo está oscuro, me he tenido que quedar dormida acurrucada a mi hermanita, que sigue a mi lado también dormida en lo que parece un profundo sueño. El ruido de la puerta me termina por despertar completamente, incorporándome con cuidado de no despertar a mi pequeña persona.

La puerta se abre con cuidado y cuando descubro quien es, respiro en gran parte aliviada. Me vuelvo a dejar caer hacia el otro lado, mirando hacia el balcón y hacia una parte que me es visible del exterior y del balcón vecino. Puedo ver, a través de las finas cortinas, su sombra, la silueta del chico sentado en lo que parece una silla de escritorio.

−¿Qué pasa? Estaba dormida.

No quito mirada de la figura en la sombras.

−Cris mañana tiene clase, tiene que madrugar.

Se me había olvidado que a mi hermana aún le quedan dos días para terminar las clases.

−Yo la llevo por la mañana, mamá. Duerme conmigo.

−Cariño...

Su voz suena apenada. Sé que va a decir, lo tengo más claro que nada.

−No mamá, no quiero que me prometas que le vas a dejar. No quiero más mentiras, lo va a seguir haciendo, tú lo sabes.

Mi madre lleva su mirada hasta el suelo y asiente repetidas veces. Seguido, sale de la habitación y cierra la puerta suavemente.

No puedo decirle ni la mitad de las cosas que su estúpido marido le hace a mi hermana, y ya el cómo me trata a mí... Ni lo pienso. Aún así, le exijo a mi madre que hable con él, sabiendo su actitud con ella, sabiendo cómo le trata, sabiendo... Todo.

Me vuelvo a levantar y esta vez, salgo al balcón y sentarme en el banco de madera que me regalaron para colocar en el lugar que está, y el aire no tarda en golpear mi pelo, aún recogido en un moño. Sumida en mis pensamientos, no reparo en la atención que le presto al chico de enfrente, hasta que se levanta de la silla de su escritorio. Empieza a moverse de un lado a otro de la habitación, pero en uno de esos paseos, parece quedarse quieto, como sí se percatara de que hay alguien observándole a través de su balcón, detrás de sus ventanas.

Decido volver dentro cuando la brisa eriza mi piel. 

HEY, VECINO. {COMPLETA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora