CAPÍTULO 30

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Cuando me he duchado y terminado de vestir, he planchado las puntas de mi pelo (por si acaso), me he echado mascara de pestañas y algo de pintalabios de un color rosa palo muy bonito y discreto, ayudo a Cristina a peinarse una vez que ya está vestida, así mi madre se puede terminar de arreglar ella.

Cuando Cris y yo esperamos abajo, no tardan en bajar los dos juntos. Carlos, no puedo negar que va realmente bien, una camisa y unos pantalones holgados pero cuando veo a mi madre llegar, mis ojos se iluminan y no por el vestido, si no por verla arreglada. Su pelo brilla como en pocas ocasiones lo he visto brillar y su cara también lo hace, ella pega un saltito en el último escalón que me hace sonreír. Está feliz, feliz porque ha encontrado una buena mujer que le va a dar trabajo a su novio.

−¿Hora?

−Vamos fuera ya, estarán esperando.

La voz de Carlos me hace levantarme del sofá, poniendo a mi hermana en el suelo. Esta se espera a que le tienda la mano para ella poder apretarla en la suya pequeña, cojo mi bolso pequeño, donde he escondido el móvil de Alex, el cual pretendo darle hoy, y me lo cuelgo en el hombro.

Mi madre sonríe antes de salir saludando ya a Paula, que espera en su puerta.

−Cierra.

Carlos me ordena aún dentro de la casa. Después sale con una sonrisa, más que falsa que Judas, hacia el exterior y también se le escucha hablar aunque ignoro sus palabras y me dirijo a Cris.

−¿Quieres hacer pis?

Mi hermana niega con la cabeza y tira de mi hacia fuera, así que cierro la puerta y giro la llave. Me doy la vuelta hacia Paula, que va realmente guapa, un vestido similar al de esta mañana pero con un negro liso perfecto y automáticamente me pregunto de dónde sacará esa ropa tan bonita. Esta me mira, reprimiendo una sonrisa y me tiende la mano para que la coja, cuando lo hago la aprieta y me dice al oído lo guapa que soy, mi única respuesta es una sonrisa cómplice.

−Alberto y Alex están terminando de coger unas cosas y... ¡Mira ahí viene uno!

Alejandro, que lleva sus gafas de sol, observa el panorama que tenemos montado y se acerca mirando a ambos lados de la calle. Va... Guapísimo. La camisa blanca que lleva está impecable y junto con su piel hace parecer que está más aún, sus pantalones negros, que parecen vaqueros, también le quedan realmente bien. Claro, que teniendo ese porte, ¿qué no le quedaría bien a este chico?

−Hola, de nuevo.

Quita sus gafas y nos mira deteniéndose en mí, cosa que Carlos parece notar porque se coloca a mi lado, aunque este me sonríe igualmente de una forma bastante ¿bonita?

−Las dos chicas estas se pueden ir con mi hijo, nosotros nos iremos con Alberto.

Que mala idea, Paula. Que mala idea...

−Está bien.

Para mi sorpresa no es Carlos el que habla, pero si me doy cuenta que mi madre le coge de la mano, dándole un apretón a la de este. Sé que le revienta que vaya con él a solas; sí él supiera que no es la primera vez que me voy a subir en el coche de mi vecino...

Alberto, un hombre con el pelo canoso y algo fortachón aparece cerrando la puerta de su casa, captando toda nuestra atención cuando se gira hacia nosotros a la misma vez que camina y sonríe con su perfecta dentadura, el traje que lleva le queda realmente bien. Ha cambiado lo suficiente desde que le vi en las fotos de la habitación de Alex. Cuando llega a nuestra altura, Alex se pone a mi lado, dejando paso a su padre para saludar a los míos.

Primeramente, saluda a mi hermana que la ve jugar con el bolso de su mujer, de una forma bastante graciosa, ella corre hacia mi madre y se agarra a su mano así que después se dirige a mi madre de una forma lo suficientemente educado presentándose para todos los que estamos allí, aunque después le da la mano a mi maravilloso padrastro.

−Mi mujer y mi hijo me han dicho que pintarías tan bien en mi empresa que casi no me lo creo, pero ya te digo que sí tienes la misma fuerza que la que aparentas físicamente... Acabas de ganas muchos puntos. Necesitamos personas así fuertes.

Sí él supiera la fuerza que tiene el muy...

Él suelta una carcajada acompañando de Alberto, y aún con una sonrisa en sus labios, que se mantiene, lleva la mano hacia mi dirección. La sonrisa me sale casi sola, sin ninguna explicación, quizás por la buena vibración que me transmite.

−Bonita sonrisa, espero que seas siempre así de feliz para que veamos tal maravilla. ¿Sonia?

−Papá, por favor...

Mis ojos se abren levemente mientras suelta su especie de piropo, hasta que Alejandro le detiene, casi avergonzado. Entonces decido asentir con la cabeza a la vez que suelto un, casi entrecortado: encantada.

−Bueno, deberíamos irnos. Alex hijo, con cuidado por favor.

Carlos resopla no muy seguro pero mi madre vuelve a trasmitirle serenidad con una de sus sonrisas. Alex me hace un gesto para que coja a mi hermana, pero es ella la que viene hacia mí como sí le hubiese entendido, después caminamos juntos hacia el coche.

−¿Tampoco ha ido tan mal, no?

Alex me mira esperando una respuesta. Miro por la ventanilla y me dirijo a mi hermana.

−Cris, el cinturón.

Alejandro me mira antes de poner en marcha su coche. Cuando ya hemos avanzado gran parte del camino, este vuelve a hablar lo que sí me hace mirarle.

−Sonia, va a salir bien. Todo esto, está controlado.

−Eso quiero, Alex.

Vuelvo a mirar por la ventanilla pero de nuevo, su sonrisa sonora, me hace mirarle.

−Vas guapa, muy guapa.

Alzo mis dos cejas hacia su cara, realmente sorprendida. Aunque mi hermana casi me interrumpe.

−¿Lo haces para que me relaje? No me ayuda mucho.

−¿Te gusta mi hermana?

Alex mira durante unos cortos segundos a mi hermana por el retrovisor, después a la carretera.

−No, claro que no. Quiero decir, es guapa. Y va guapa. Las dos los sois y aparte, las dos vais muy guapas. No es que me guste, solo que vais...

−Alejandro, para. No te pongas nervioso.

Mi voz sale entrecortada debido a la risa que llevo yo sola mientras mi hermana sonríe divertida. Alex se desabotona el primer botón de su camisa, la que pega al cuello.

−No estoy nervioso, joder. Es que esa pregunta, es una de esas trampas que tenéis las mujeres, no se sabe que responder.

−Quizás es que los tíos sois demasiado poco inteligentes como para responderla...

−¡Sí!

Mi hermana sin duda alguna me apoya, como en todo.

−¿Me estáis llamando tonto?

−Un poquillo.

La respuesta de Cris nos hace reír a ambos. Por un momento casi olvido donde iba, por un momento casi olvido cual es el motivo y el fin de este viaje. 

HEY, VECINO. {COMPLETA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora