CAPÍTULO 36

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−¿¡Me lo puedes explicar!?

La voz de mi madre se quiebra, rápidamente Carlos se acerca ella e intenta coger de las muñecas pero le detiene dando varios pasos hacia atrás y alzando sus manos.

−Vamos a hablar cariño, tu hija es una maleducad...

−¡Carlos, basta de mentiras!

Trepo por el suelo alejándome de él y es el momento en el que la coge del brazo y la zarandea en mi dirección aunque no pierde el equilibrio y no cae al suelo.

−¡La has malcriado! ¡Todo es tu culpa!

Él se acerca lentamente hacia nosotras, mi madre no se aleja y le hace cara.

−¿Has estado todo este tiempo maltratando a mi hija? ¡A mi hija! Y yo te creía como una imbécil cuando me contabas tus estúpidas historias, estás muy mal.

Siento como en la garganta se me empiezan a acumular el aire que me cuesta tragar. Intento relajarme mientras resoplo lentamente pero las palabras de mi madre no me ayudan lo suficiente.

−Alguien tiene que tener un par de huevos en esta casa, y yo tengo para las dos.

Todo ocurre tan rápido que casi no me da tiempo a reaccionar. Empuja a mi madre hacia el sofá e intenta cogerme a mí pero sigue trepando por el suelo hasta ponerme en la puerta del salón, donde vuelvo a coger el reloj. El cuerpo de mi madre está sobre el sofá, mientras que Carlos le aprieta las muñecas y besa el cuello, mi madre usa el mismo truco que yo sin éxito: mover las piernas de una forma aleatoria. Doy pasos hacia él y le señalo con el reloj cuando se gira hacia mí, durante unos segundos.

−¿Quieres unirte? Ven aquí.

Intenta cogerme pero doy un paso hacia atrás, mi madre lo aprovecha para empujarle y quitárselo de medio, con la mala suerte que se tropieza con uno de sus pies y cae al suelo cuando aún no se ha puesto por completo en pie.

−Sí te acercas a mí, o a mi madre, te juro que...

Su carcajada me sobresalta y me interrumpe.

−¿O qué, eh? Me parece que está situación ya la hemos vivido antes.

Se gira hacia mi madre y sonríe.

−Estás loco, Carlos. Te quiero pero estás muy mal..., y esto no se va a quedar así.

−Has venido en una mala ocasión Bego, no pasa nada una vez más a tu hija, que una vez más a ti... O quién sabe si a Cristina.

Se agacha, en cuclillas a su lado y acaricia su pierna por encima del pantalón.

Mi sangre comienza a hervir en el interior de mi cuerpo. Levanto con un gesto rápido el reloj y doy un par de pasos hacia ellos. Él no me mira por completo y vuelve a sonreír de una forma bastante siniestra.

−No vas a ser capaz Sonia, no te esfuerces.

−Rétame. Rétame y me bastan...

Una mano cogiendo mi muñeca me sobresalta. Cuando ve mi cara, llena de chorretones a causa del maquillaje y de las lagrimas, me intenta hacer un dulce gesto. Aprieto mi mano con la suya, no quiero que avance hacia él.

−Ella quizás no es capaz, pero yo sí que lo soy. Levántate.

Cuando sigo su brazo alzado hacia el otro, hasta sus mano, puedo ver que empuña una pistola. Carlos se levanta tan asustado que puedo ver como sus manos comienzan a temblar, aunque no deja que le vean de esa forma. Mi madre rápidamente se levanta y se aleja del cuerpo de Carlos, tanto que se pega a la pared contraria a donde estamos.

Carlos le mira desafiante mientras sonríe.

−¿También usas armas? ¿Lo saben tus padres?

Alex le sonríe.

−Uh, sí que lo saben; es más, me la han dejado ellos porque estaban un poco ocupados... Ya sabes, llamando a la policía.

Alex se gira hacia mí unos segundos y me pronuncia lentamente un lo siento, lo siento por romper una promesa que ahora mismo no le hubiera hecho prometer. Movimiento que Carlos, aprovecha para acercarse a nosotros.

−Quieto, porque te juro que disparo.

Carlos mira a mi madre, a sus espaldas.

−¿No vas a hacer nada? ¡Me van a detener!

−Lo he evitado muchas veces, esta vez has sobrepasado los límites.

Mi madre niega con una sonrisa mientras una lagrima sale de su ojo.

El sonido de la sirena policial hace que Carlos mire a Alex, rápidamente va hacía mí y después hacia el primero de nuevo.

−Has conseguido lo que querías. Espero que la disfrutes tanto como lo he hecho yo.

En la habitación hay silencio en unos segundos, tira la pistola a un lado del pasillo de detrás y se avalancha contra él proporcionándole puñetazos por toda su cara. Rápidamente, me acerco a él y tiro de su cuerpo hacia atrás mientras que agentes de la policía entran en mi salón a toda prisa y me echan a un lado de ambos e intentan separarlos.

Cogen a Carlos y mi madre me abraza corriendo mientras Alex sale detrás de los agentes. Ambas no podemos sostener las lagrimas.

−Cariño, ¿por qué no me lo has contado? Yo no...

−Mamá... He intentado decírtelo mil y una...

−Lo siento, lo siento...

Mi madre ahora parece creer todo lo que intentaba contarle las veces que veía todas mis marcas, las veces que Carlos solo usaba excusas y sus invenciones para quedar él por encima y librarse de esto, que haya tenido que pasar esto para... Aún así, no puedo enfadarme nunca con ella, es mi madre joder.

Salimos detrás de la patrulla, aunque me encuentro con Alex en el pasillo al que me abrazo lo más rápido posible. Él me envuelve en sus brazos con fuerza y me susurra entre el pelo:

−Dios... Lo siento, siento no haber venido antes.

Niego con la cabeza en su pecho. Que se haya arriesgado así por mí... Significa mucho para mí.

Se separa aún cogiéndome de mis hombros y me mira sonriendo.

−Tenemos que ir a declarar ¿sí? Voy a ir contigo, Cris está con mi madre.

−Alex yo...

Me chista con la lengua, y va en busca de su arma, la cual ha puesto en las escaleras y me sorprende que no se le hayan quitado, después me la tiende desde allí.

−Para ti.

−Yo no, yo... ¿Por qué tienes eso?

Me la tira y con cuidado la cojo al vuelo. Al tenerla en mis manos puedo notar que no pesa mucho y ya empiezo a sospechar que no es un arma de verdad. Miro a Alex y frunzo el ceño mientras se me acerca con una sonrisa, echándome un brazo por detrás del cuello, atrayéndome a él.

−Es un láser que le tocó a mi padre, parece de verdad ¿eh?

Le miro y no puedo contener las lágrimas. Me deshago de su mano y me vuelvo a abrazar a él con fuerza.

−Estás loco... Entras en mi casa y le apuntas a mi padrastro con una una pistola de mentira, y encima te tiras sobre él sabiendo cómo es...

Él tras apretarme contra su cuerpo, coge entre sus dos manos ambos lados de mi cara..

−Sí no hubiese entrado la policía, te juro que me lo hubiera cargado con mis manos. ¿Qu-qué ha querido decir con eso último de que él te ha disfrutado, So?

Limpia mis lagrimas, mientras que por primera vez le ve actuar así de nervioso delante mí. Pero nos interrumpen:

−Señorita, nos tienen que acompañar.

HEY, VECINO. {COMPLETA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora