Necesito verte

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Habían pasado tres años desde que en aquella escalera, Natalia  sintiera el fin de su vida, habían pasado tres años desde que Alba entre lágrimas y un corazón desgarrado escribiera aquella carta, habían pasado 1095 días con sus 1095 noches. Tres años es mucho tiempo según para que, y sin duda, para el amor y la espera, es toda una vida.

Tres años después las vidas de todas las persona que conviven en esta historia, no eran para nada igual que entonces, cuando se sufre una perdida de tan gran peso, es muy complicado que seguir viviendo. Nada del presente, tenía que ver con el pasado, en aquella escalera y los días siguientes, las vidas de todos los personajes sufrieron un cambio desmesurado.

Natalia  tuvo razón al murmurar aquella noche. "Nada será igual". Nada era igual.

Tres años después...

Era verano, en Pamplona el calor se hacía pesado e insoportable, pero en el Centro de Belleza de Marta, por mucho ajetreo que existiera, era el único sitio donde se podía estar fresco, porque Marta había cuidado mucho el bienestar de su clientela, por eso, había conseguido ser el mejor Centro de todo Pamplona , por su profesionalidad. Estaba en su despacho, no era demasiado grande, pero imponía, porque era como ella, era su reflejo, una persona que imprimía carácter, fuerza, y algo de temor. Estaba enfrascada entre facturas y pedidos cuando su teléfono móvil le dio la alerta de un nuevo mensaje, miró el reloj, las diez y media, era extraño aquel móvil era el particular y por la hora no debería recibirlo. Abrió la tapa de su iPhone  última generación.

1 mensaje recibido

"Hola, te espero  Plaza San Nicolas.    "Cafeteria Elizalde " sobre las dos de la tarde para comer... ven por favor"

No entendía aquel mensaje, el número además no le aparecía, ponía privado, por lo que pensó que aquel mensaje no era para ella, sin duda alguien se había equivocado. Lo borró y siguió con su trabajo. Logró olvidarse de aquella cita porque el trabajo se le multiplicaba, se había estropeado una máquina y la estaban arreglando, con la lucha diaria con aquellos tres mecánicos que parecían bajados de Marte según sus propias palabras y sus desaforados nervios, después de esperar por ellos más de una semana. Iba de arriba a bajo sin parar ni un solo momento. Cuando alguna clienta la detenía para hablar, ella siempre mostraba aquella sonrisa amplia y sincera, pero ella también había cambiado, porque desde hacía tres años había dejado de entregar a nadie su sonrisa verdadera y feliz.

Marta: ¿Quién será...? (se preguntó una vez estuvo sentada en su sillón mordiendo la tapa del bolígrafo, se encontraba nerviosa, sin poderse concentrar) ¿Y si es...?, no... imposible... seguro que se han equivocado, seguro.

Siguió trabajando, o al menos, tratando de convencerse así misma que estaba trabajando, a la una y media, se levantó de un solo movimiento, cerró el portátil después de enviar un e-mail, cogió el bolso y decidida con paso firme salió

Marta: ¡Inés!, tengo que salir no sé si vaya a volver a lo largo de la tarde, lo que sí sé es que quiero que los tíos estos de la máquina, acaben cuanto antes, ¡hombres!, ¡hombres, inutilidad hecha patente!

Decía mientras salía airosa como ella solía andar. La taberna quedaba cerca pero el intenso calor, hizo que cogiera su pequeño Mercedes y fuera hasta el lugar, por el camino se le ocurrieron miles de posibilidades, sin duda ese mensaje era para ella, podía ser cualquiera, lo sabía y su corazón palpitaba intensamente, quizá el deseo de encontrarse con la persona indicada le hizo llegar antes de lo previsto. Entró en la cafetería donde Pepito, el dueño era aparte de todo, amigo, al verla le hizo una señal para que se acercara

Pepe: Hola Marta
M: Hola Pepe
Pepe: Te esperan arriba, me ha pedido un lugar tranquilo, y pensé que mejor arriba, más fresquito
M: ¿Hombre o mujer?
P: Mujer
M: ¿La conoces? (le preguntó elevando una ceja)
Pepe: No
M: ¿Seguro?
Pepe: Que sí mi arma
M: De acuerdo, gracias...

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