Pasión y Adiós

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Al colgar, Natalia volvió a apoyar su cabeza en la pared, le había dejado temblando de pies a cabeza, sonrió, esa mujer la volvía endeble, sonrió más aún al recordar su despedida entre besos. Suspiró y entró con su suegra que seguía durmiendo, repaso todos los goteros, el oxigeno, y cuando se cercioró de que todo estaba en orden, se apartó y tomó asiento en el sofá, sacó de aquella mochila que se había llevado unos folios, los leyó detenidamente con el gesto ceñudo, después comenzó a escribir una carta, su gesto era serio concentrado, pero al mismo tiempo relajado y sereno, cuando terminó sacó el sobre y rellenó a quien debía ir dirigido. Andrés... Al escribir aquel nombre una gran sonrisa iluminó su rostro, después lo guardó, y con rotundidad rompió aquellos folios donde había ido volcando sus miedos, su alma, donde la sinceridad con la que escribió, le provocó miedo al leerlo, en ese momento en que las cicatrices habían ya cicatrizado, se dio cuenta de lo mucho que había sufrido, y entendió, lo mucho que Alba habría sufrido también, y quiso entender a Lupe, enamorarse de su chica era tan fácil, que no podía culparla, sólo esperaba que no le diera ningún disgusto, que le dejara vivir tranquila, y que pudiera entender que en la vida algunas veces se pierde. Una luz en la pantalla del móvil le dio a entender que había recibido un mensaje, pensó en Alba . Lo abrió y su sonrisa fue mayúscula

Marta _ Pitufo Gruñón
"Espero que hayáis dejado esa tontería tan maravillosa que tenéis y os hayáis dado otro gustazo al cuerpo... sino, os paso mis pastillas, de esta o me cargo a mi Claudia o me da a mí algo. ¿Te he dicho que te quiero?, ¿no?, pues te quiero"

Natalia sonrió ampliamente, aquella amiga que nunca fallaba volvía a parecer, cogió su teléfono y tecleó, sabía que Marta estaría esperando respuesta, siempre era así, podía ser madrugada, tarde o mañana, siempre que escribía un mensaje esperaba respuesta, y siempre, la encontraba por parte de Natalia

Natalia_ Pija
"No necesito pastillas, la verdad que vamos bien arregladas las dos, pero la vida es muy dura, y ser novias, conlleva a mucho tonteo pero poco contacto... pero a pesar de eso, soy feliz. Y no, no me habías dicho que me querías. Pero te perdono, yo sé que soy irresistible"
Natalia_ Pija
"Por cierto... yo también te quiero"

Se abrazó a Claudia con sus ojos emocionados, aquellos dos mensajes de Natalia le hicieron sentirse feliz, hacía tanto tiempo que no lo eran las dos, que ni recordaba la última vez que ambas se dijeron te quiero sabiendo que en parte lo que se decían era, gracias por estar ahí, siempre. Y de eso se trataba la amistad, pero de vez en cuando, como le decía Marta a Maria a hurtadillas sin que nadie lo supiera, le hacía tanto bien saber que Natalia la quería, que era la amiga de su alma, la otra parte de su yo, esa que nunca le fallaría, y que cuando le falló, fue porque no quiso que la viera sufrir. Suspiró y notó como su mujer descansaba, su respiración suave le daba a entender que dormía en paz, y en esa paz quería vivir toda la vida Marta, y esa Martita que estaba por llegar aunque la rompiera, sería lo mejor que podían hacer dos personas que se amaban tanto como ellas dos

Marta: ("Bueno... hace mucho Virgen de la Macarena, que no te digo, gracias, esta noche te las doy, gracias por mi amor, gracias por lo que viene, gracias por tener a Natalia de vuelta... gracias por su amistad, por la amistad de Alba , por salvar a Encarna, porque Maria me siga soportando... gracias por darme la felicidad, el amor y la amistad")

Seguidamente besó a Claudia y abrazándose a la almohada se durmió pensando que daba por bueno todo el sufrimiento, aunque le seguía sabiendo fatal aquellos cincuenta euros que se le llevó Rubí de Jade

En su cocina seguía Alba, al colgar una luz iluminó su rostro, y entonces se dio cuenta que no estaba sola, que no sabía desde cuando Lupe estaba allí delante suya mirándola fijamente, en sus ojos cargados por las ojeras no había odio como lo había visto horas antes, en sus ojos había lástima, en sus ojos no había dolor, en sus ojos había pena, en aquellos ojos residía una desesperación que no daba lugar en otra parte de su cuerpo para acomodarse, más que allí, porque allí podía proyectarlo hacia Alba, sin palabras, no le hacían falta palabras para nada, no es que no las tuviera, es que no le salían, y se conocían tan bien, que Alba se levantó con cuidado, se acercó a ella y se abrazaron, se abrazaron con fuerza, con mucha fuerza rompiendo ambas a llorar, habían compartido tanto... que no les hacía falta hablar, era su manera de pedir perdón a Alba, y Alba, era su manera de gritarle un lo siento. Allí de pie, en medio de la cocina, abrazadas con fuerza y miles de lágrimas rodando por sus rostros se volvieron a encontrar las dos amigas que habían sido

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