Espera

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Entraron, Encarna seguía como la había dejado Natalia , Alba  se había enfrentado en innumerables ocasiones a encontrarse con la imagen que reflejaba Encarna en otros pacientes, pero allí era Encarna, era su madre la que se encontraba en aquella cama repleta de cables, con el pecho abierto y en una cuerda demasiado fina entre la vida y la muerte. Alba  se vino a bajo, tomó la mano de su madre, sin poderlo evitar unas lágrimas corrieron por sus mejillas, pensaba que se caía que si se moría iba a perderlo todo, la visión de su madre en aquel estado inimaginable para ella por la fortaleza de aquella mujer, pero nunca podría caer si tenía a Natalia a su lado, no lo dudó, se acercó a ella, y pasó su mano por su cintura, le agarró fuerte y después dejó que se apoyara en su hombro mientras lloraba

N: Estoy segura que todo va a ir bien Alba, Encarna es fuerte y sabe que tiene que disfrutar de tu felicidad
A: ¿Qué felicidad? (murmuró rota de dolor) no me hagas reír Natalia
N: Alba...
A: Déjalo (se separó de ella acercándose a su madre y dejándole un beso en la frente) Mamá... si me oyes... por favor ahora más que nunca te necesito, lucha por salir hacia delante, no te abandones, mami, no te abandones porque Natali y yo te necesitamos (se apoyó en su frente con continuados pucheros en su barbilla) Te quiero...
N: Ya Alba ... (le dijo apartándola con cuidado) Vamos...

Natalia con delicadeza tomó del brazo a Alba al ver que la enfermera le hacía un gesto con la mano porque su tiempo había terminado, la llevó hasta un cuartito para que pudiera estar algo más tranquila, y se quedó en silencio a su lado. Alba  se había sentado en un banco, Natalia se había quedado de pie, apoyada en la pared dándose cuenta de cuanto la quería. Durante unos segundos, el único ruido que se escuchaba venía prominente de los tubos del aire acondicionado, lo demás era silencio duro, demasiado duro porque daba tiempo a ambas a tener pensamientos nuevamente distantes

A: No puede morirse
N: No va a morirse (se acercó a ella, se agachó, posó su mano temblorosa en su barbilla y mirándola le dijo) No se va a morir, es fuerte, y estoy segura que lo va a superar
A: ¿Qué pasó? (la miró con los ojos rojos de las lágrimas)
N: Cuando llegué a casa cruzamos un par de frases tosió fui a darle agua y... bueno le dio el ataque
A: No te he dado las gracias por... (ambas hablaban entre susurros como si de no hacerlo pudieran despertar a todo el hospital)
N: Ni se te ocurra (la miró dolida) ¿Cómo puedes decirme eso?
A: Tengo miedo
N: Lo sé, yo también (y en ese momento sus ojos se llenaron de lágrimas)
A: Si se muere...
N: Alba (le acarició la cara con ternura mientras sentía un dolor profundo por Encarna)
A: Natalia...

No dijeron nada más porque en aquel momento de incertidumbre en la vida de Encarna, donde en cualquier momento se apagaba la llama que le mantenía entre ellas, no necesitaban palabras para expresar una el miedo y la otra el apoyo, de esa manera se fundieron en un abrazo que obligó a Natalia a arrodillarse para poder abrazarla con fuerza, y Alba sintió como si aquellos brazos compartieran su miedo y quitaran ese peso, como si al compartirlo con Natalia todo fuera más fácil, más llevadero, lloraban las dos por Encarna, lloraban porque la querían, porque ambas sabían que ella estaría en ese momento feliz, de verlas unidas aunque fuera por el dolor, por su dolor. No separaron sus cuerpos mientras lloraban y mientras Natalia trataba con palabras que no salían o si lo hacían era con voz entre cortada de dar alivio a la persona que más amaba en su vida. Y allí por minutos estuvieron compartiendo sus vidas en aquel cuarto pequeño del que Natalia no quería salir y en el que Alba  se encontró reconfortada en su dolor

Fuera, Marta y Maria  seguían con sus teorías sobre lo que podría pasar, los pros y los contras de la aparición de la mejicana, estaban allí debatiendo cuando sonó el móvil de Marta , al mirar la pantalla se sorprendió

M: Mamá Lacunza
Ma: Vaya...
M: ¿Dígame Rosario?
Rosario: Marta buenos días, mira que estoy en casa de mi hija y no está, habíamos quedado que nos veríamos... ¿está trabajando, verdad?
M: Sí pero verá, es que a Encarna le dio un infarto, está en la UCI en el hospital, Natalia está aquí
Rosario: ¡Dios mío voy para allá de inmediato!
Marta: Muy bien, nosotras estamos aquí, la esperamos. No me lo puedo creer (le dijo a Maria  cuando colgó)
Ma: ¿Qué?, porque yo ya me lo creo todo
M: Mamá Lacunza  viene rauda y veloz hasta aquí, ¡cuánto ha cambiado!
Ma: Esto es un caso claro de lo que un hombre puede llegar a incapacitar a una mujer (dijo muy seria)
M: Teoricemos, así no pienso en el miedo que siento cada vez que se abre la puerta
Ma: Y yo... necesito hablar
M: Y yo, hablemos hasta que venga la Lupe, que la tengo que estudiar
Ma: Eso, la estudiaremos
M: Joder Maria  ¡qué les cuesta a estas dos ya de una vez dejar tanta tontería al lado!
Ma: Cuando estás fuera todo es fácil, cuando estás dentro nada lo es
M: ¡Últimamente tienes una vena filosófica que me da un miedo (decía abriendo sus ojos)
Ma: Pues ya ves... ¿acierto o no?
M: Haremos la primitiva. ¡Ay Dios échanos una mano y que esta mujer se despierte!
Ma: Cuando salga Alba  y le dé un abrazo, iremos a la capilla
M: Vale. Venga teoricemos sobre mamá Lacunza  que eso me apasiona

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