DROGAS

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Raoul soltó una carcajada de repente, cortando el silencio que reinaba en la habitación.

Agoney se dio la vuelta en la silla, viendo como el rubio había vuelto a mirar a un punto fijo con la mirada perdida y una sonrisa tonta.

Cuando Ricky le había traído estaba peor, llevaba el pelo enmarañado y estaba muy alterado. Por suerte consiguió relajarlo, llevarle a su cuarto y acomodarle en el puff que estaba cerca del escritorio. Le tapó con la manta más suave que tenía, con la que muchas noches se habían acurrucado, y le prometió estar junto a él cuando acabara el trabajo de economía por el cual no había querido ir a esa fiesta.

Ricky le había dicho que no iban tomar nada más que unas copas, pero unos chicos se acercaron a Raoul, y éste no se dio cuenta de lo que estaba aceptando. Habían metido la sustancia en unas chucherías, e iban repartiéndolas a los que veían más perdidos. Raoul pareció ser una buena víctima.

Se arrepentía de no haber ido, porque podría haber evitado que su novio acabara con un pedo impresionante, viendo hadas, mariposas y girasoles.

- ¡Ago! ¡Te salen alas! Por fin podrás volar. - Otra risa, y aquella vez Agoney no pudo ignorarle, y río con él, girándose de nuevo, y decidiendo olvidarse del trabajo.

- ¿Son bonitas? - Preguntó, mientras se acercaba. Raoul le miraba con los ojos muy abiertos, pupilas dilatadas y mejillas rojas. La manta se le había escurrido hasta el estómago, y ya no tapaba sus brazos, que se alzaron hacia el moreno.

- Sí. Cogeme para volar juntos Ago. No me dejes aquí. - Hizo un puchero lastimero, y Agoney negó con la cabeza, llegando hasta él.

- Nunca volaría sin ti. Ven anda. - Le cogió con cuidado, agarrándole para que no se cayera al suelo pensado que eran algodones de azúcar. - Vamos a tumbarnos en la cama, ¿vale?

- Vale... - El rubio cerró los ojos, mareándose ligeramente, haciendo que Agoney le sujetara del todo. - Lo siento.

Le estiró a él primero y recuperó la manta para colocarla está vez sobre ambos cuerpos.

- No te preocupes chiquitín, se te pasará y podré reírme de ti sin sentirme mal. - Le acarició el pelo, peinándolo un poco para que no le molestara en la cara. - Intenta dormir.

- No... Que ahora hay estrellas y quiero verlas. - Levantó los brazos, y Agoney apagó la luz. Raoul le miró extrañado.

- Para verlas mejor. - Él también llevó la vista al techo, con una sonrisa, pero Raoul solo le miraba a él.

- Tú brillas más. - Cerró los ojos por fin, acurrucándose casi encima suyo, como un niño mimoso, y Agoney le arropó con un brazo, dejando un beso en su frente.

Cuando quiso darse cuenta, Raoul se había quedado dormido, con estrellitas danzando en su cabeza y un cuerpo con alas que le hacía volar por el cielo, que le hacía sentirse tan libre como cuando su novio le besaba en plena plaza del pueblo, o le daba la mano paseando por el centro comercial. Y para eso no necesitaba ninguna droga, solo a Agoney.

Mini Ficciones// RAGONEYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora