LA CAGADA

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- ¡La has cagado! ¡Es que la has puto cagado! ¿Que hago yo ahora? ¡Eh! ¿Que cojones hago ahora? Nos has jodido a todos.

Raoul baja la cabeza, avergonzado por los gritos de su jefe delante de toda la oficina.

- Yo no...

- No, es que no pongas ninguna excusa, estoy harto de lo incompetente que eres. Ni un puto email puedes leer, es que no sabes hacer nada. ¿Tú sabes lo que has hecho? Me has puesto en un compromiso a mí, y has hecho que perdamos mucho.- Escupe las palabras, y Raoul no puede mantener la vista en esos ojos oscuros que le miran con superioridad.

Antes apoyado en su mesa, el jefe se incorpora y mira a su alrededor, justo cuando todos los demás vuelven a sus quehaceres. Se toca la barba, pensando en alguna solución al problema que le ha buscado su nuevo asistente.

- Señor Her...- Intenta hablar, tal vez proponer algo, pero el moreno le vuelve a parar.

- No quiero saber nada. Si estás aquí es por tu padre, espero que lo sepas, porque como trabajador eres horrible, una mierda, inútil  no sirves para esto, y creo que para nada más tampoco.

Raoul traga saliva, sintiendo como se le empiezan a humedecer los ojos. Cierra sus manos en puños, lo que le faltaba, que se humillara más delante de sus compañeros llorando.

El señor Heredia recibe una llamada, y deja allí al rubio, destrozado.

Se levanta con fingida tranquilidad, temblando ligeramente, y avanza hasta el despacho de Agoney, el único que todavía no se ha enterado de su cagada, y puede consolarle antes de que le eche también la culpa.

Es que seguro que ha jodido a toda la empresa, porque esos premios eran importantes, el jefe tendría que haber confirmado su asistencia, pero no. El tuvo que ser un gilipollas y olvidar ese mensaje.

Abre la puerta no aguantando más, y la cierra detrás suyo con rapidez.

Pero el despacho está vacío, y eso solo consigue que suelte un sollozo y se restriegue los ojos.

Se dirige al escritorio y se sienta en la silla. Está bastante desordenado, como es Agoney, pero el aparta un par de papeles para hacerse un hueco, poner los brazos y hundir su cabeza en ellos. Llora en silencio un rato, sintiendose culpable, creyéndose todas las malas palabras que siempre le dicen. Odiando a su padre por ofrecerle ese trabajo, y odiandose a él mismo por no estar aprovechandolo. Tal vez es que no se le da bien nada.

La puerta se abre y Agoney entra sin saber que el chico está ahí. Aunque solo le hacen falta un par de pasos para darse cuenta de la melena rubia que tiembla sobre su mesa.

- Raoul... ¿Amor, que pasó?

Se acerca rápidamente, arrodillándose para abrazar a su niño, a ese rubito que llegó nervioso a la empresa donde llevaba trabajando un par de años, y que rápidamente robó su corazón.

- A... Ago yo... Soy un fracasado...- Se agarra a su hombro y le llena la camisa de lágrimas. Pero le da igual, le da igual porque ahora lo que necesita es hacer que pare de llorar, y matar a quien le haya hecho sentir así.

- No lo eres. Eres una persona increíble.

- No... La volví a cagar Ago... No quiero volver más. Me odian todos. Tú también.

- Yo no podría odiarte, y lo sabes.

- Sí... Porque...porque por mi culpa la empresa va a perder dinero y... Echarán a gente y... Será mi culpa.

- No amor, no va a pasar nada de eso. Y si ha sido Héctor el que te lo ha dicho no le hagas ni caso. Se cree el jefe de todo cuando solo sigue órdenes de otro.

Levanta la cabeza del rubio por su barbilla, y besa su mejilla repetidas veces, limpiándole las lágrimas y sacándole una sonrisita.

- Vale, pero de verdad que no quiero volver. No puedo más.

Le abraza más fuerte, y deja que se deshaogue cuanto quiera. Sabe que él no debería estar ahí, que se le dan bien muchas otras cosas y no debe amargarse por un trabajo de mierda. Pero también sabe que está aquí por su padre, y que a éste le hacía ilusión trabajar con su hijo.

- Raoul, déjalo. Deja el trabajo. No mereces esto.

Inspira profundo, tratando de alejarse de la angustia que oprime su pecho, y se abraza más a Agoney. Claro que quiere dejarlo, pero no quiere decepcionar más a su padre.

- Pero mi...

- Tu padre que se joda. Tienes que hacer algo que te haga feliz pollito. Porque no sigues con tu idea de escribir, todo lo que he leído tuyo me ha encantado.

- No tiene futuro.

Ya más tranquilo, y ambos tirados en el suelo del despacho, se acarician las manos con cariño. Raoul intentando distraerse, y Agoney queriendo apoyarle en lo que decida.

- Eso no lo sabes. Seguro que intentar eso te hará más bien que intentar encajar aquí. Esto te corta las alas pequeño.

Le mira con admiración. ¿Cómo puede ser tan listo?

- Creo que te quiero.

- Pues yo creo que te amo.

Juntan sus labios en un beso pequeño, que se va intensificando hasta que tienen que separarse por falta de aire.

- ¿Sabes que? He decidido tomarme el día libre. ¿Vienes?

Se levanta de un salto, y le ofrece la mano a Raoul, quién la coge con una sonrisa sincera.

- Voy.

Mini Ficciones// RAGONEYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora