Raoul suspira por quinta vez esa mañana, y cediendo, como siempre acaba haciendo, le pone a su hijo su disfraz preferido para salir a comprar.
- Bien! – Va dando saltitos hasta la habitación, sacando del armario el vestido y tendiéndoselo a su padre para que se lo ponga. – Como hay nieve, voy a hacer un muñeco.
El rubio asiente, quitándole la ropa a Enzo, y pronto ya le tiene vestido con un bonito traje azul hielo, que no se quiere quitar desde que vieron la última película de Frozen y el papa Noel se lo trajo. Puede que se arrepienta un poco, porque ya ha visto la peli otras cien veces, y ha lavado el disfraz otras cien.
- Pero la condición es que te portes súper bien eh.
- Sí.
El adulto se lo cree, por lo menos aún tiene la baza de los reyes, y puede condicionarle con eso.
- Va, pues vamos a la calle. - Le pone el abrigo por encima, solo dejándose ver la falda de debajo, y con un sonrisa le da un beso en la frente. – La verdad es que estás guapísimo.
Le gusta haber educado a su hijo así, haciendo que no tenga miedo de llevar lo que sería un disfraz de niña, aunque tiene miedo de que la sociedad no haya evolucionado lo suficiente.
El frío de enero le llega a Raoul hasta la punta de los dedos de los pies, y tirita un poco temblando, acomodándose el gorro. Enzo, en cambio, ya está saltando por toda la acera, recogiendo nieve del suelo y tirándosela por encima.
- Mira papá, ¡estoy haciendo hielo! – Su padre ríe mientras le ve disfrutar, y se le va un poco el frío mientras se acerca y juega unos minutos.
- Venga rey de hielo, que tenemos que comprar.
- Vaaale. – Deja caer la nieve de sus guantes, y le tienda la manita al rubio. – Podemos pasar por la plaza del árbol de navidad?
El puchero logra convencerle, y aunque haya que dar más vuelta, es su hijo y no va a negarle nada. Además, a él también le gusta ver el árbol.
Cuando llegan, la plaza esta igual de concurrida que siempre, aunque hay un cambio, y es que en el centro, sin llamar mucho la atención a pesar de lo que hace, hay un chico sentado en un piano, tocando.
Al acercarse, la canción parece acabar, pero el moreno que toca las teclas se da cuenta de la presencia de los dos rubios, y esboza una sonrisa. Por fin alguien que le escucha, piensa.
-¡ Papá! – Nada más pulsar dos teclas, Enzo se suelta de su mano para poder acercarse más. – Es de Frozen!
Entonces Raoul entiende, y con una sonrisa suspirada se acerca también. Sin darse cuenta, el corazón del pianista se acelera, con nervios. No tenía pensado cantar ese día, porque no ha calentado, ni siquiera ha preparado su voz. Pero el pequeño niño que le mira con una sonrisa está demasiado ilusionado, y él no puede resistirse a un pequeño de ojos miel, ni al que parece su padre y que también le mira sonriente.
- The snow glows white on the mountain tonight. Not a footprint to be seen. – Su voz suena grave, y el niño abre más los ojos si cabe, echando un vistazo a su padre, por si no estuviera atento. Pero lo está. - A kingdom of isolation. And it looks like you’re the king.
Dice lo último mirando al niño, para que sepa que se refiere a él, y como buen hijo de Raoul que es, que le enseña todo lo que puede, sabe que significa.
- Yo soy el rey papá. Y tengo el vestido. – se desabrocha la chaqueta, y aunque hace frío, Raoul le deja hacer porque ya le ha puesto capas debajo, y porque tiene que enseñar su disfraz si no revienta. Para algo es su hijo.
- The wind is howling like this swirling storm inside. Couldn't keep it in, heaven knows I've tried.
- Se viene papa. Canta que tú también la sabes. – Enzo le da la mano, para que se acerque aún más, casi hasta tocar el piano, y Raoul tiembla más de nerviosa que de frío.
- Don't let them in, don't let them see. Be the good girl you always have to be. Conceal, don't feel, don't let them know. Well, now they know. – El Moreno ha dejado que fuera solo el rubio el que cantara, y la poca gente que se había quedado al escucharle cantar, parece duplicarse.
En la siguiente estrofa, las dos voces se unen, y Enzo los mira con ojos brillantes, bailando a su alrededor como hace Elsa en la película.
- Let it go, let it go. Can't hold it back anymore. Let it go, let it go. Turn away and slam the door. I don't care what they're going to say. Let the storm rage on. – Los adultos se miran, sonríen, y cuando Agoney alarga ese “on”, Raoul termina la estrofa, con voz grave. - The cold never bothered me anyway.
Se quedan en silencio, pese a los aplausos ylos gritos del pequeño, y vuelven a sonreírse con más vergüenza.
- Soy Agoney. – El pianista le ofrece la mano, tímido.
- Yo Raoul. – Se la estrecha, y parece que le da un poco de calor, porque el pecho se le ablanda. – Y el rey de hielo mi hijo Enzo.
- Hola! – Dice el niño, dándole también la mano.
- Hola bonito! – Se la estrecha con cuidado, agachándose un poco.
- Has cantado muy bien. – Y Agoney se derrite un poco ante las palabras del niño.
- Muchas gracias, ha sido gracias a tu disfraz, que me ha dado fuerza.
Eso a Enzo parece hacerle ilusión, y se gira contento hacía su padre.
- Ves papá, me lo tenía que poner, era el destino. Así os hacéis novios. Que tú querías un papá que le gustara la música, y yo uno que le gustar a la Frozen.
Los mayores vuelven a mirarse, más sonrojados, pero con el corazón latiéndoles fuerte.
- Bueno ya veremos Enzo… que le asustamos.
- No. Para nada. Sois lo mejor que me ha pasado esta navidad. – Admite el moreno, levantándose del asiento del piano. – Muchas gracias por escucharme, si quieren… algún día podríamos volver a vernos.
Mira a Raoul, pero incluye al pequeño porque no quiere que se quede de lado. Parecen un gran equipo, y él no los va a separar.
- Me… nos encantaría. – El rubio se pone más rojo, pero acepta y rebusca en sus bolsillos su móvil. – Me… dejas tu número.
- Claro. – Se lo escribe en un momento, aunque con los nervios lo ha tenido que borrar un par de veces, y le devuelve el móvil. – Pues… ya nos veremos. Adiós chiquitín.
Se agacha de nuevo, para revolver su pelo.
- Adiós Ago. – Y que le llame así para Agoney es el mejor regalo de reyes que podría tener.
- Bueno. Adiós. Hasta pronto.
Los dos rubios se alejan, de la mano, y Raoul se alegra de haber dejado a su hijo llevar el disfraz, y elegir el camino. En realidad se alegra de tenerle con él, porque si no, no sabe qué haría.
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Mini Ficciones// RAGONEY
Short StoryRecopilación de pequeñas escenas de los ragos, son minificciones que ya he subido a mí Twitter independientes entre ellas. Aviso, son textos pequeños, tonterías, momentos soft, moñas... Espero que os gusten.