SIESTA

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Esa tarde en Madrid hacia frío. Raoul aún estaba resentido con el tiempo por haber hecho que el verano acabará tan pronto. Septiembre estaba acabando, y sentía que ya casi era invierno y habría que volver al frío y a la lluvia olvidándose del sol y la piscina.

Por eso entró al portal un poco enfurruñado, restregando sus manos para hacerlas entrar en calor y peinando el flequillo que el viento había revolucionado.

Tenía pensado el discurso que le iba a dar a Agoney quejándose del frío, de la incomodidad de la mascarilla y del cansancio de toda la mañana de domingo trabajando, pero sus planes cambiaron nada más entrar.

El piso que habían conseguido alquilar entre los dos durante las semanas que iban a pasar ahi, estaba en silencio, y Raoul se extrañó porque Agoney le había dicho que ensayarla por la tarde, después de una pequeña siesta.

El rubio entendió que se había alargado, pues cuando entro al salón se encontró con un Agoney encogido en si mismo sobre el sofá, con la ventana abierta dejando entrar un poco de aire que movía su pelo despeinado y una sudadera negra que era más grande que él. Sonrío acercándose, y se agachó frente a su cara para besarle la frente.

Su corazón se removió con calidez y cariño ante la tierna escena, y sus ojos se quedaron prendados durante unos segundos al ver los labios rosados de su novio entreabiertos. Todo Agoney emitía paz, y Raoul se alegró de ver que por fin el moreno permitía relajarse.

Pero eran casi las nueve de la noche, y tendrían que cenar para irse a dormir pronto para el día siguiente continuar trabajando, así que Raoul empezó a dejar besos pequeñitos sobre los mofletes de Agoney, tratando de despertarle. Y porque no podía ver esa carita y no querer comerle a besos, claro.

El moreno sonrío aún entre sueños, y se dejó mimar un poquito mientras volvía a la realidad y dejaba atrás la fantasía.

Raoul tenía las manos sobre las de Agoney, quien se las rodeó cuando las notó frías, y las llevó a su pecho para darles calidez.

- Hola... - Dijo suave, y Raoul sonrío sobre su boca antes de besarle ahí.

- Hola Ago. Te quedaste dormidito. Eres tan bonito. - Rozó su nariz contra la de Agoney, y cerró los ojos para acabar subiéndose sobre él y acurrucarse en su pecho.

Agoney le rodeó con sus brazos y besó su cabeza.

- No me quiero mover. Y menos ahora. - Raoul tembló al escuchar su voz cerca de la oreja. Y una sonrisa apareció en su rostro que le llegó hasta los ojos.

- Un ratito solo eh. - Agoney asintió, sin dejar de acariciar a Raoul, volviendo a cerrar los ojos y dejándose llevar por el sueño de nuevo.

Raoul no se pudo resistir, y dejando atrás todo lo que antes le molestaba y de lo que quería deshaogarse, se durmió con el aroma de Agoney arrullandole.

Mini Ficciones// RAGONEYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora