DÍA DEL PADRE

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Sus pequeñas manos intentaban imitar las de su hermano mayor, que doblaban el papel con facilidad. A veces se perdía en sus pensamientos, observando las caritas sonrientes sobre sus uñas pintadas de amarillo. Se imaginaba que le estaban sonriendo a él, y le hacían recordar la sonrisa de su papá, siempre brillante y grande. Enzo quería ser como él, pero era su hermano Lucas quien más se parecía, con su pelo rubio y mejillas rellenitas. Él en cambio tenía el pelo rizado y más oscuro que su otro papi.

A sus 4 años, Lucas tenía ya 8, sabía que no eran realmente sus padres, y que por eso no eran iguales. Pero aun así Enzo siempre intentaba imitar a su papá, por eso llevaba las uñas pintadas en primer lugar.

- Chicos, ¿saben dónde está mi anillo? Lo dejé en mi mesita de noche. –Su papi Ago empezó a rebuscar por los cajones de la habitación que compartía con su hermano.

Enzo saltó en su lugar, girándose contra el respaldo de su silla de plástico azul. Le saludó con la manita sonriente, y su papi se acercó para pellizcarle la nariz.

- No papi, no lo hemos visto. ¡Y no mires! Tramposo. –Lucas esconde entre sus brazos el barquito de papel que estaba haciendo, y Agoney ríe dulcemente, levantando los brazos de forma inocente.

- Perdón, perdón. Seguiré buscando entonces, como vuestro padre se entere de que lo perdí...

Sale de la habitación y Lucas murmura una queja, comenzando a pintar su barco. Enzo desiste de intentar hacer papiroflexia, ni siquiera pudo decir la palabra cuando su hermano le dijo que ese era su regalo y que podía copiarlo si quería.

Estaban preparando su regalo para el día del padre, que sería el día siguiente, y Enzo solo tenía un dibujo que hizo en el cole. Aun no decidía para cuál de sus dos padres iba a ser. No le gustaría que uno se quedara sin y se pusiera triste. Pero es que, además, debían hacerle otro regalo a su papá Raoul, porque era su cumple. Y un cumple era muy importante porque había tarta y te hacías grande. A su papá Raoul le hacía falta ser grande, porque papi Ago siempre le dice que esta chiquito.

Se levantó de la silla y dejó a su hermano coloreando. Corrió hacia la cocina, donde su papi seguía rebuscando con el ceño fruncido. A veces también arrugaba la nariz, y eso siempre hacía reír a Enzo.

- Papi.

Agoney se giró en cuanto lo escuchó, y lo cogió en brazos para sentarlo en la encimera y tenerlo a su altura.

- ¿Qué pasó amor?

- No quiero que estéis tristes si no tengo regalo. – Hizo una pequeña mueca, bajando la cabeza.

- Oh, pero amor no hacen falta regalos. – Agoney apoya sus manos a cada lado de Enzo, y le mira con cariño. - ¿Sabes cuál es el mejor regalo para un padre?

- No. –Enzo niega.

- Pues son los… ¡beshitos! –Ago empezó a besar las mejillas de Enzo, haciéndole reír ruidosamente.

- ¡No! ¡Ay! ¡Para papi!

Entre risas, Agoney se aleja un poco, aun sin separarse del todo por si Enzo se cae.
Ya paro, prometido.

- Los besos no sirven papi, necesito algo para papá Raoul porque además es su cumple.

La preocupación de Enzo es real, su nariz se frunce como la de su papi y cruza los brazos imitando a Raoul, lo que siempre parece ablandar a Agoney.

- Está bien, señor berrinchudo. ¿Qué tal un dibujo de algo que le guste mucho? O le cantas una canción. Sabes que a papá le encanta.

- Pero yo no canto taaaan bien. – Enzo hace un puchero.

Mini Ficciones// RAGONEYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora