FREE HUGS

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La rutina forma parte de la vida de Agoney. Se levanta, se ducha, se viste, desayuna y sale en dirección a su trabajo. Pasa por las mismas calles, atraviesa siempre la misma plaza, y sube siempre los mismos escalones hasta el segundo piso donde está su despacho. Es periodista, pero no escribe lo que quiere, si no lo que le piden.
Absuelto en su rutina, no se para a observar al chico rubio que de un día para a otro ha aparecido en medio de la plaza a las nueve de la mañana con un gran cartel que anuncia "free hugs". Nueva York es demasiado grande como para que alguien le ignore, aun así, Raoul nota cuando un moreno de abrigo marrón ni siquiera levanta la vista del suelo.
Por eso al día siguiente no solo aguanta el cartel el alto, si no que empieza a gritar, en todos los idiomas que sabe, que regala abrazos. ¿Por qué lo hace? Bueno, eso es algo que solo su mejor amigo Alfred sabe, y que tendrá permiso de parar cuando pase al menos un mes. Las apuestas son las apuestas, aunque sea pleno noviembre. Así que pasa las mañanas aguantando un cartelito, y aguantando que el chico guapo no le mire.
Agoney rompe su rutina un lunes lluvioso. Se levanta tarde, tal vez porque la noche anterior su hermana la teléfono no le dejo irse a dormir pronto. Se salta la ducha y se prepara un café rápido en un termo que casi se olvida al salir escopetado por la puerta. Corre por las calles, y cuando llega a la plaza, se da un fuerte golpe con alguien. Su café sale rondando, y algo suena a roto.
- Mierda, el cartel. - Raoul se da prisa en coger ambas partes antes de que salgan volando, y poniéndolas bajo su brazo ayuda esta vez al moreno a levantarse. Y vaya, le está tocando, y le ha visto. No parece muy amigable.
- ¡Joder! Que mal todo hoy. - Se sacude los pantalones, y ve al rubio fruncir el ceño, coger ambas partes de cartel y juntarlas frente a él. - No quiero un puto abrazo, quiero teletransportarme.
Se va corriendo de nuevo, el termo olvidado y el rubio angustiado. Raoul lo recoge, el termo, y se sienta en un banco para ver cómo puede arreglar su cartel y seguir abrazando a gente. Parece mentira, pero se siente bien dar cariño.
En el edificio, el jefe le echa la bronca, cuando intenta excusarse, ya está realmente enfadado así que le echa todo en cara. Que no le permitan ser creativo, que no le permitan días de fiesta, que no le permitan ningún fallo, que no le permitan entregar un trabajo más tarde o llevárselo y acabarlo en casa. Le acaban echando.
Agoney ya no tiene rutina, y sin rutina se siente bastante perdido. Se levanta, se ducha, se viste y desayuna. Y entonces suspira. Se decide a salir a la calle y sin quererlo está siguiendo el mismo camino de siempre. Se frustra, patea una lata. Se siente mal así que la recoge y la tira a una papelera. Vuelve a suspirar y llega a la plaza. Hoy no hay mucha gente. El chico de los abrazaos sigue en medio, de espaldas a él, y se plantea ir y pedir lo que ofrece. Pero eso no forma parte de su rutina. Aunque, ¿Qué rutina le queda ya?
Raoul se gira en ese instante, sonrisa permanente y mejillas rojas por el frío. Entonces nota que el cartel se le escurre de sus manos enguantadas, porque ve al chico moreno, llorando.
- Eh... - Así que poco importa el cartel cuando el mismo Agoney se acerca rápido para abrazarle. Y qué más da que se lo lleve el viento si está sintiendo el aroma del chico y sus brazos fuertes.
- Me han echado... me siento perdido...
Y vale que en el puto cartel no ponía nada de ofrezco psicólogo gratis, pero Agoney necesita hablar y Raoul está encantado de escucharle.
- Free coffe? - Se separa, ladea la cabeza y ve al moreno sorberse los mocos mientras asiente. - Tengo tu termo, pero mejor te invito a una cafetería.
- Sí, mejor. - Sonríe.
Agoney rompe la rutina cuando Raoul le lleva por calles que no conoce, cuando le da la mano y le da un ligero apretón. Cuando Agoney decide que quiere que Raoul sea su rutina y promete nunca más negarle un abrazo.
Y Raoul sonríe, y Alfred le perdona la apuesta porque su amigo está enamorado y es muy pesado. Y entonces todo parece ir mucho mejor para todos. Porque los abrazos son gratis, y Agoney recibió uno en el momento oportuno.

Mini Ficciones// RAGONEYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora