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Aviso: se habla de la muerte de un personaje secundario

Agoney es un chico de detalles. De acordarse de las mínimas cosas y ver las sonrisas tímidas de mejillas sonrojadas. Agoney es de los que se quedan atrás y permanecen callados, pero a la vez se entera de todo porque observa y escucha. Agoney es pasota por fuera e intenso por dentro.  Agoney se interesa por lo que quiere. Y a Raoul lo quiere.

Por eso, cuando no ve su tupé rubio entrar a clase a primera hora, su ceño se frunce y deja pasar la clase de literatura como una nube de humo.

Al no verle a segunda, sabe que ya no vendrá. Raoul nunca llega tan tarde, se recuerda, ni aunque se duerma. Raoul es aplicado en los estudios, participador en clase, y aunque se rían de él, trata bien a todo el mundo. Por eso Agoney  se extraña de que nadie lo haya echado en falta.

Se lamenta al pensar que, hasta hace unas semanas, él tampoco lo habría echado de menos. Pero ahora sí, gracias a un trabajo que tuvieron que hacer pudo conocerle y entenderle un poco más. Es normal que faltara, no se imagina como se debe sentir, él no sabría cómo llevar su vida después de eso.

Y es en ese momento que Agoney decide que al salir del instituto irá directo a casa de Raoul, sin más paradas.

**

Toca el último timbre y Agoney recoge con rapidez, poniéndose la mochila al hombro y empujando cuerpos que le son indiferentes. Camina a paso rápido tratando de recordar cómo se llega a la casa del rubio, y sonríe orgulloso cuando reconoce el portal y pica al timbre.

Una mujer rubia es quien le recibe, con ojos cansados y arrugas marcadas que no corresponden con su edad.

Agoney sonríe.

- Hola Susana. ¿Como está?

- Bien cielo. ¿Venías a ver a Raoul? - Hace una mueca apenada, Agoney asiente tímido. - Iré a preguntarle ¿vale? Es que hoy está un poco... Complicado.

La mujer le sonríede nuevo y le deja solo en la puerta. No la culpa, ni a Raoul tampoco. Es normal que no quería ver a nadie, incluso entendería que no quisiera verle a él. Pero necesita saber que está bien.

Por suerte, Susana vuelve y le hace pasar.

- Voy... ¿A su habitación?

- Sí, está en la cama, me ha dicho que puedes pasar.

Camina lento y con algo de miedo. El pasillo medio desconocido al que aún no se acostumbra y la puerta frente a él. Da unos golpecitos antes de abrir.

- Hola...

- Hola Ago. - Esta sentado en el borde de la cama, con ojos rojos y el pelo despeinado. A Agoney se le antoja tierno. Aunque le duele no ver en brillo alegre en su mirada.

- Hoy no viniste y... Quería venir a ver qué tal estabas.

Raoul se encoge de hombros.

- No sé. Hoy no me apetecía salir de casa ni enfrentarme al mundo supongo. - ríe sin gracia, y no deja de jugar con sus manos. No le mira.

- Si quieres me puedo quedar. Digo, si no te molesto. Para que no estés solo. Te puedo decir que hicimos hoy y...

-No quiero hacer nada. - Admite en voz baja, levantándose de la cama. - pero puedes quedarte a comer y... Estudiar aquí. Lo de no estar solo me gusta.

Una sonrisa sincera y Agoney accede de inmediato. Está deseando conseguir otra de sus sonrisas.

***

Raoul se ha quedado dormido enseguida, sobre el pecho de Agoney y oliendo su cuello. Bajo caricias en su espalda y un suave murmullo que salía de los labios del moreno en forma de canciones. 

Le observa así, tranquilo, en paz, y recuerda que su madre le ha confesado que esa noche casi no ha dormido. Se alegra de haber hecho que Raoul pudiera cerrar los ojos y perderse en sueños bonitos donde no haya nada malo.

Después de un rato se levanta sin despertarle, apartándose con suavidad y dejando un pequeño beso en la frente. Se le instala una sonrisa permanente en el rostro cuando oye su suspiro.

Se sienta en el escritorio de Raoul y saca sus cosas de clase, al día siguiente tienen examen, y debería aprovechar para estudiar y así cuando el rubio se despierte poder estar por él.

Se concentra durante las próximas dos horas, y se siente orgulloso cuando ve que le quedan las cosas claras.

Un ruido le distrae, pero no aparta la hoja del papel hasta acabar el párrafo que se estaba memorizando. Cuando alza la mirada, Raoul está a su lado, con ojos brillosos.

- ¿Que pasó? - Raoul le aleja un poco de la mesa, y pasando una pierna al otro lado de su cuerpo, se sienta encima de Agoney, de cara a él, para besarle tiernamente los labios y apoyarse en su hombro.

- ¿Me puedo quedar aquí? - Sonríe mientras le envuelve en sus brazos, y deja un beso en su cuello.

- ¿No prefieres ir a la cama? - le ve encogerse de hombros, apretándose más contra él, y decide levantarse. - venga vamos, que voy contigo.

Cogiendole a peso, el moreno acomoda a Raoul sobre el colchón y se sitúa a su lado. Tapa a ambos, y el rubio no tarda en amoldarse a su cuerpo.

- Le echo tanto de menos... - El primer sollozo envuelve la habitación, y Agoney solo es capaz de abrazarle fuerte y dejar que se deshaogue. - Porqué... Porque tuvo que...

Las lágrimas le impiden hablar, y se encoge en si mismo, con un nudo en el estómago y el pecho presionado.

- No sé chiquito...

- Debería estar aquí conmigo... Y darme consejos de amor como buen hermano mayor... Y le hablaría de ti... Y de lo que me haces sentir...

A Agoney empiezan a picarle los ojos, y los cierra mientras deja besos por toda la cara de Raoul, quitándole las lágrimas.

- Él te está cuidando desde algún lugar. Estoy seguro. Además...no sabemos si le habría caído mal, yo seguro le tendría miedo porque es tu hermano y da respeto.

Su corazón se encoge cuando escucha la risa de Raoul, y se le cae una lágrima cuando deja escapar un suspiro sonriente.

- Le caerias genial vale. - ahora es el mismo quien se quita las lágrimas, incorporándose un poco en la cama para mirar bien a Agoney. - Eres la única persona de ese instituto que sabe esto, eres mi amigo, y... Bueno algo especial para mí. Te quiero mucho Agoney, gracias.

Agoney acaricia su mejilla con suavidad, y ve en sus ojos miel la sinceridad de sus palabras. Es el ser más puro que ha conocido. Y sus ojos siempre reflejan cómo se siente.

Y le alivia ver qué está bien, con él.

- No tienes que agradecer nada. Yo tambien te quiero Raoul, muchisimo.

Le besa los labios con delicadeza, como lo hace todo, y Raoul se vuelve a acomodar sobre su pecho.

Poco después la madre del rubio se los encuentra a ambos dormidos, con las piernas entrelazadas y los cuerpos pegados.

Mini Ficciones// RAGONEYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora