SOFT

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Agoney se había quedado dormido, pero él no podía.

Había conseguido llamarle en un momento donde realmente le necesitaba, y acostumbrado a guardarselo todo, aquello le había costado. Aún así lo hizo, y Agoney se presentó en unos minutos que le parecieron eternos.

Le animó como solo él sabe, y tras un beso en la frente se quedaron acurrucados en la cama del rubio.

Pero Raoul no se sentía del todo bien. No le gustaban aquellos bajones, no lo pasaba bien. 

Es un chico alegre, y siempre lo ha sido, menos ahora, ese curso le estaba matando, y más sabiendo que se había equivocado de camino y no podía cambiar para no defraudar a sus padres. 

Esos padres que nunca estaban en casa.

Dio un suspiro que llamó la atención de Black, su gatito peludo y achuchable. Esbozó una pequeña sonrisa y alargó la mano por encima del brazo del moreno, que le abrazaba aún dormido.

La patita negra de Black acarició su dedo, y pegó un maullido y que enterneció a Raoul.

No tenía motivos para estar triste, aunque si se ponía a pensar, que Agoney no le quisiera de la manera en la que él sí lo hace, le ponía un poco mal.

Pero no podía hacer nada, Agoney era su amigo, y ya era mucho. Cuando entro a ese instituto no pensaba que se le acercaría alguien, pero ese canario fue el primero, y el único, que le hizo caso al torpe chico nuevo.

Con una mueca triste se escondió en el cuello de su amigo, tragándose de nuevo las lágrimas.

¿Porque le pasaba eso? Él no quería llorar, y menos con Agoney allí. 

- ¿Pollito? - Notó como le apretaban con fuerza y dejaban un pequeño beso en su cabellera rubia. No puedo evitar sonreír. - ¿No dormiste?

- No. - Agoney escuchó la voz bajita y distorsionada, aún así, supo que había estado llorando.

- Bollito, ¿que pasó? No me gusta nada verte mal. Pero nada nada. - Besó su nariz.

Le intentó levantar la cabeza, con dificultad porque no cedía, pero finalmente, con las manos en las mejillas, le pudo mirar a los ojos. Esos ojos mieles que le volvían loco y que no quería ver llorar. 

- No sé... - Raoul no pudo sostenerle la mirada. Le hacía daño, ¿pero cómo podía hacerle daño una persona a la que amaba? - Es que yo... Ago yo...

- Dime. - Agoney le recolocó la capucha de la sudadera negra,y después unos cuantos mechones de pelo. - Dímelo.

Puede que estuviera haciéndose ilusiones, peor tal vez... Tal vez Raoul sentía algo.

- Buf. - Pero se dejó caer en su pecho de nuevo. Incapaz. Agoney le abrazó.

- Te quiero mucho rubio. Necesito que me digas las cosas. No soy adivino.

Black volvió a maullar, cerca de la cama, para llamar la atención de los chicos.

Raoul alargó de nuevo la mano, pero esta vez el gato no se contentó con tocarle, si no que se agarró a las sábanas naranjas y subió encima de los dos cuerpos. El rubio sonrío, sintiéndolo de pronto cerca de su nariz, en el hombro del moreno.

- Hola Black. - Acarició su cabecita, y empezó a hablar con él como si Agoney no estuviera. Así era más fácil, a lo mejor. - A ver cómo le decimos a Agoney que estoy tope de encoñado. - Maulló de nuevo, como si lo entendiera. Agoney se mordió el labio. - Es que es muy difícil, porque seguro que él no siente nada por mí. Porque soy un poco tonto.

- Tonto si eres. - Le dijo, acariciando el lomo de Black. - Pero por pensar que no me podrías gustar. Raoul, pollito, que me encantas jolín. ¿Si no que haría aquí contigo, haciéndote de almohada?

El rubio se encogió de hombros, con una pequeña sonrisa. Aún no quería mirarle, por si era broma. 

- No sé.

- Eres una persona muy importante para mí, mi mejor amigo, mi alma gemela, mi pollito rubito y chiquitito que quiero muchísimo. - Le besó repetidas veces la cabeza, hasta que por fin levantó la vista y pudo besar su frente, su nariz, y la mejilla, cerca de sus labios. - Que te quiero. 

- Y yo. - Admitió, con los mofletes sonrojados y una sonrisa tímida. - Buah jo. ¿Me das un beso? - Agoney se lo dio en la nariz, riendo. - En la boca...

Otra risa por parte del moreno, y entonces se incorporó un poco, levantando el cuerpo de Raoul, y espantando sin querer a Black, que se bajó y corrió hasta su camita. 

- ¿Así que en la boca? - El rubio asintió, rojo y despeinado. Estaba precioso, pensó Agoney, y no pudo aguantar más, así que se acercó con delicadeza, y poniendo sus manos en el cuello blanco, juntó sus labios.

Raoul le abrazó sin separarse,  apretándole contra él, haciendo que sus pechos de unieran y el beso se profundizara.

Ni siquiera se creía lo que estaba pasando. Era como si su pecho se aliviará en segundos, y su mente se quedará en blanco, solo pensando en Agoney y sus manos cálidas, en Agoney y sus labios suaves. En Agoney y la sonrisa que le dedicó cuando se alejaron por fin.

- Pues buah.

Y el moreno volvió a reír al ver su inocencia. 

-Bonito. - Le volvió a besar. - ¿Estás mejor?

-Mucho mejor. - La sonrisa se esparció hasta sus ojos que se achinaron. - Gracias.

-No hay nada que agradecer. Y ahora a dormir, que tienes ojeras mi niño. - Raoul asintió, y se volvieron a echar. 

-Tengo que agradecerte que seas mi almohada.- Se acomodo bien sobre él, besándole el cuello. 

-Siempre lo seré. - Y envolviéndole de nuevo con sus brazos, espero a cerrar los ojos cuando el rubio lo hubiera hecho. 

Y esa vez, los dos quedaron dormidos.


Mini Ficciones// RAGONEYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora