Raoul es como el sol y Agoney como la Luna.
Raoul es amarillo cálido, sonrisas luminosas y voz pacífica.
Agoney es oscuridad fría, de rasgos seguros y apagados que ilumina allá por donde va sin saber la luz que porta.
Es Raoul quién pasea por el parque sobre las cuatro de la tarde, camisa de tirantes blanca y bermudas oscuras. Es Agoney quién, agazapado bajo un árbol y sentado en un banco desgastado, se tapa la cara con las manos y deja escapar miles de lágrimas tan silenciosas como las estrellas.
Un pequeño golden de ojos brillantes tira de la correa amarilla, arrastrando de Raoul para llegar a uno de los múltiples árboles que rodean la plaza donde esta el parque. En una de esas tiradas, la correa se suelta y el chico de pelo rubio como el sol sale corriendo detrás del revoltoso perro.
Agoney oye los ladridos primero, después un grito ronco, que le eriza el bello de los brazos.
- Ey! Litto no!
El pequeño golden retriever llega al banco donde descansa Agoney, y con sus patitas llama su atención. El moreno sonríe ligeramente, secándose las lágrimas con rapidez y acariciandole.
Sin levantar la vista, ve unas zapatillas Nike, de un blanco reluciente que casi le deslumbra.
- Lo siento mucho, se me escapó.
Se atreve a levantar la cabeza cuando le vuelve a escuchar, y se le acelera el pulso cuando la oscuridad de su mirada se encuentra con la dorada.
- No pasa nada.
Raoul se agacha, quedando a la altura del animal y del moreno, y sonríe acariciando a su mascota.
- Se llama Litto. - Saca conversación, viendo que el chico aún sigue acariciando al perro y no se le ve incómodo.
Agoney intenta una sonrisa, sintiendo la humedad de la lengua que lame su mano, y nota como su humor mejora notablemente, como en una noche nublada donde se deja ver la luna brillante.
- Que bonito. - Y entonces sonríe de verdad, cogiendo la correa y tendiendosela al rubio. - ¿Y tú cómo te llamas?
- Raoul. - Alto, radiante, claro. Cómo el sol saliendo por el horizonte a primera hora de la mañana.
- Yo Agoney. - Bajito, susurrado, con la delicadeza propia de una mano que se alza en busca de la otra.
- Que bonito. - Y las manos se tocan, se aprietan, y se dejan ir tan rápido como sus ojos se desvían al verse sonrojados. - Quieres... ¿Pasear un rato?
Le sorprende. Le sorprende como cuando vas por la calle a última hora de la tarde y descubres en alguna esquina, detrás e un tejado, un cachito de Luna que te saluda con blancura.
- Vale.
Y calor, mucha calor cuando se aleja de la sombra del sauce para caminar bajo el sol de junio.
- ¿Sabes? Este perrito no es mío. Yo solo lo paseo. Paseo más, pero hoy le tocaba a él porque ya le van a adoptar y me quería despedir.
El animal corretea alrededor de los dos, dando saltitos y ladrando a las palomas.
- Es muy lindo, seguro que la familia que lo adopte será muy feliz.
- Sí... - El sol decae, anaranjado, y su sonrisa se tuerce. Agoney se promete no dejar que ese sol deje de brillar.
- ¿Y que más perros paseas? Digo... Los nombres y eso, a ver si también son bonitos.
Sus ojos vuelven a brillar, y Agoney olvida su soledad por unos segundos, desparece ese frío desolador que parece acompañarle siempre, y escucha atentamente a Raoul.
- Pues hay un dalamta ya viejito que se llama Bingo, es adorable, aunque un poco gruñón si vamos muy deprisa. - suelta una risita, y el moreno tiene que parar cuando Litto se ha enredado con la correa en sus pies.
- Ese sería yo. - Bromea, sorprendiéndose a el mismo, y le mira con una pequeña sonrisa.
- Pues yo te veo más como Janko, un Pitbull gris que es precioso en serio, pero siempre está echado en su cama y ni se mueve. Siempre tengo que convencerle para sacarlo a pasear, es como si no le importara nada, pero a la segunda vuelta a la manzana ya está sacando la lengua, moviendo la cola y saludando a toda la gente con la que se encuentra.
No sabe si quedarse con que le haya comparado con un perro "precioso" o con qué le haya leído tan bien. Tal vez solo necesitaba a alguien que le animara a pasear, que le hiciera olvidar al gilipollas por el que lloraba, que le ayudará a brillar un poco.
- ¿Y cual es el que mas se parece a ti?
- Diría Litto, pero a veces es demasiado enérgico para mi, así que... - Se lleva una mano a la barbilla, parándose para que Litto pueda hacer pis, y entonces sonríe de nuevo. - Creo que soy un bulldog llamado Yaco. Es muy revoltoso también, pero le encanta comer y dormir. Así que es yo.
Ahora se permite reír con él, cruzándose con una pareja que lleva un pequeño chihuahua que le recuerda a la suya, y le trae nostalgia.
Cuando se alejan de ellos, Agoney se acerca un poco más al rubio, gustando le su compañía desinteresada.
- Yo tengo una perrita, se llama Bambi, es un chihuahua.
- Ala, un chihuahua, la verdad es que no me gustan mucho después de lo que me hizo Caramelo...
- ¿Caramelo? - Agoney ríe, pensado en el dulce y en su mirada. No hay tanta diferencia.
- Sí, bueno, a ese enano lo adoptaron muy rápido la verdad, era pequeñín y adorable, pero menudos mordiscos pegaba...
- Pues Bambi no es así, es mi princesita, un amor.
No sé da cuenta pero esta hablando en presente aunque hayan pasado ya dos años desde que no la ve. Se siente lejano a ella, como la distancia entre estrella y estrella que hace que no se lleguen a encontrar nunca.
- Si lo dices tú me lo creo. - Llegan a la entrada del parque, o salida en ese caso, y Raoul se pone nervioso. Siempre hace algún amigo cuando sale a pasear a los perros, pero nunca había sentido tal conexión con alguno. Se pregunta si debería pedirle el número o algo.
- Créetelo. - Agoney no parece darse cuenta de que sus caminos pueden separarse, así que él tampoco se lo dice.
- Y hace poco adoptaron a un westy que era super blanco y cariñoso. Se llamaba Milo.
Le gusta oírle hablar de todos esos animales, de las sonrisas que hace y los ojos soñadores que evocan recuerdos que el no conoce pero que si fuera por el rubio ya lo habría contado.
- ¿Y donde trabajas? Es decir... ¿Es un refugio o una perrera?
Raoul coge con fuerza la correa, mordiéndose el labio, y sonríe como nunca al ver que no es el único que tiene curiosidad por el otro.
- Bueno, es una especie de refugio, no mucha gente lo conoce. Nosotros acogemos a los perros que abandonan, o que ya no pueden cuidar.
- Eso es muy guay. ¿Y necesitan ayuda? Es que yo necesito algo de dinero... Y de distracción.
Parece que la Luna no quiere sentirse tan sola, y que él Sol necesita un poco de frescor en su vida, así que Raoul sonríe amplio, como lleva haciendo toda la tarde, y le dice que sí, que puede ir cuando quiera.
Y Agoney vuelve a sonreír, y en un acto de valentía que creía perdida, se lanza a los brazos de ese chico que acaba de conocer.
Y el Sol y la Luna se abrazan, eclipse que opaca todo lo malo de cada uno y saca a relucir todo lo bueno. Uno donde Raoul llena un vacío escalofriante, y Agoney enfría tanto calor asfixiante.
ESTÁS LEYENDO
Mini Ficciones// RAGONEY
Short StoryRecopilación de pequeñas escenas de los ragos, son minificciones que ya he subido a mí Twitter independientes entre ellas. Aviso, son textos pequeños, tonterías, momentos soft, moñas... Espero que os gusten.