Capítulo 10 - Accidente

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Viernes por la mañana Valentina dejó un mensaje cancelando la cena esa noche, diciendo que se iba a ir de la ciudad.

El sábado por la mañana había fotos en instagram de ella con Josh. Anoche cuando supuestamente está fuera de la ciudad, los dos habían sido fotografiados saliendo de The Mondrian, un nuevo restaurante en Los Ángeles. Me quedé mirando la foto durante mucho tiempo, sorprendida por la intensidad de la traición que sentía.

El domingo por la mañana salí a montar en bicicleta de montaña, esforzándome y tomando riesgos, con la esperanza de sacarme a Valentina de la cabeza.

El domingo por la tarde, después de una parada de dos horas en la sala de emergencias, entré a mi casa con una mandíbula hinchada, costillas magulladas, varios rasguños desagradables y una bicicleta de dos mil dólares en la parte trasera de mi camioneta.

Y Valentina todavía estaba en mi cabeza.

El teléfono sonó cuando estaba cargando la licuadora con hielo para una bolsa de hielo. Dejé correr la licuadora y saqué el teléfono de la cocina mientras respondía.

Era Esme - Juliana, ¿dónde estás? Te esperábamos hace horas- Podía escuchar voces en el fondo. Escuché a alguien en el fondo, sonaba como Danny, preguntando en voz alta dónde demonios estaba.

Mierda. Lo había olvidado totalmente. Danny estreno casa en West Hollywood.

-Ah, mierda, Esme, lo olvidé. Fui a andar en bicicleta esta mañana ... -

- ¿Te olvidaste?-

Hice una mueca, sacando el teléfono un poco de mi oreja. Me palpitaba la cabeza, me dolía la mandíbula y me costaban las costillas; sentía las costillas como si alguien les hubiera lanzado un bate de béisbol repetidamente -Sí, lo siento. Escucha, dile a Danny...-

- ¡Ahora que te han recordado, trae tu trasero aquí! - Ella se rió salvajemente.

-No puedo, Esme- Volví a la cocina y apagué la licuadora. Sosteniendo el teléfono junto a mi oreja con el hombro, vertí el hielo picado en una gran bolsita Ziploc, volví a llenar la licuadora y volví a encenderla.

- Por supuesto que puedes. Simplemente súbete a ese reluciente auto tuyo y comienza a conducir. Te llevará treinta minutos, máximo- Ella se detuvo -¿Qué diablos es ese ruido? ¿Dónde estás? -

-Estoy en casa- Reprimí un gemido mientras subí mi camisa y puse el hielo sobre mis costillas aplastadas. Tiré el material elástico hacia abajo sobre la bolsa para mantenerlo en su lugar, luego apagué la licuadora y llené otra bolsa más pequeña.

- Juliana, ¿qué estás haciendo? ¿Por qué no puedes venir? -Pensé en inventar una excusa, pero Esme, junto con todos los demás, verían el daño mañana de todos modos -Chocé mi bicicleta esta mañana, y ahora mismo estoy poniendo hielo en varias partes de mi cuerpo que no están tan bien, ya que salí volando sobre el manillar a veinte millas por hora y rodé cuesta abajo-

Le tomó un tiempo descifrarlo, podía escuchar a la gente hablando con ella en el fondo, y ella tratando de callarlos y concentrarse en lo que acababa de decir -Te estrellaste? Juliana, ¿estás bien? -

Sonreí. Ella realmente podría ser muy dulce -Sí, estoy bien. La gente del hospital dijo ...-

-¿El hospital?- Ella jadeó - ¿Estás en el hospital? - Tal vez lo de decir la verdad no había sido necesaria.

Suspiré y sostuve la bolsa más pequeña en mi mandíbula -No, Esme, ¿recuerdas que estoy en casa? -

-Pero, Juliana, dijiste que la gente del hospital ...-

Perdida en tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora