Perdida en ti

Capítulo 39 - El pasado

Mire el exceso de agua de mi cabello y me la quité de los ojos, justo a tiempo para ver a Valentina emerger de las tranquilas aguas azules como una fantasía que cobra vida, su cuerpo largo en un breve bikini negro y su cabello liso contra su cabeza, brillante con humedad.

-Dios. Maldición - murmuré, disfrutando de la vista mientras caminaba a través de las aguas poco profundas hacia mí como una modelo de pista en un espectáculo de Milán. Sacudí la cabeza con gran asombro de que esta mujer estaba aquí, conmigo, por su propia voluntad.

Inclinó la cabeza hacia un lado mientras caminaba hacia arriba, aceptando la toalla que le entregué. -¿Por qué es el movimiento de la cabeza y la mirada divertida?- Se miró a sí misma. -¿Tengo una lamprea colgando de mí o algo así?-

-No ...- Dejé que admirar sus ojos recorrieran su cuerpo. -Eres perfecta. Me preguntaba cómo demonios tuve tanta suerte - 

Su rostro mostraba una grata sorpresa y sus labios se curvaron en una sonrisa torcida, una de mis favoritas en su repertorio de sonrisas. Con un movimiento de sus muñecas, colocó su toalla alrededor de mi cuello, agarró el otro extremo y tiró de mí contra su cuerpo con suavidad.

-Qué graciosa- me dio un rápido beso -He estado pensando lo mismo todo el día-

Puse mis manos sobre su espalda desnuda, tirando de ella más fuerte contra mí, y dejé caer mis manos para ahuecarla. 

-Dices las cosas más bonitas- murmuré, y probé la piel de su cuello con mis labios, saboreando la salinidad del agua de mar. -Así que- mordí ligeramente.  -¿Qué tan privada es esta playa?-

Ella se rió sin aliento y trató de alejarme. -No es tan privada-

-Mmm - Me mordí el cuello un poco más, luego a lo largo de su barbilla, atrapando su labio inferior entre mis dientes y tirando suavemente antes de soltarla. -Demasiado -

-Uh-huh-, respondió ella, mirando mi boca, que se curvó en una sonrisa de complicidad. Ella me apartó con un ceño fruncido y me reí, feliz de ver que no era la única cuyo cerebro se revolvía cuando estábamos juntas.

Me dejé caer en el sillón más cercano, estirando mis brazos sobre mi cabeza para aflojar los músculos de mis hombros, dejándolos en esa posición cuando me di cuenta de lo cómodo que estaba. El sol de la tarde se sentía bien en la piel todavía fría de mi reciente baño y cerré los ojos con un suspiro de satisfacción, dejando que los rayos me calentaran lentamente.

Había sido un día maravilloso.

Comenzó con el viaje panorámico hacia el oeste por la carretera de ultramar, la parte superior del pequeño convertible amarillo de Valentina hacia abajo y los azules claros y verdes de las aguas poco profundas a cada lado de nosotros extendiéndose hacia el horizonte. Cuando llegamos a Big Pine Key, un anciano malhumorado e intempestivo nos recibió en un puerto deportivo con una lancha a motor y nos llevó en silencio a un destino en los canales del interior del país, dejándonos con un kayak doble, un mapa, una radio, e instrucciones bruscas acerca de regresar al anochecer o enviarían a alguien a por nosotras.

Remamos tranquilamente durante el día, pasamos por bosques de manglares, plantas de esponjas y pastos, y una gran cantidad de vida silvestre, hablamos de vez en cuando, pero sobre todo disfrutando de la belleza y la tranquilidad. Una pequeña isla que no era más que un asador de arena se convirtió en un lugar para el almuerzo de picnic, y después de que nos hubiéramos comido los bocadillos y las frutas. Valentina había empacado, continuamos nuestras exploraciones y regresamos al puerto deportivo a las tres.

De vuelta en la casa, nos habíamos decidido a nadar y tomar algo de sol antes de averiguar qué haríamos para cenar.

-Dios, Juliana, seguro que no se lo pone fácil a una chica, ¿verdad? Todo el día tuve esa hermosa espalda delante de mí, ¿y ahora esto? -Sus palabras y su suspiro frustrado me sacaron de los pensamientos de nuestro día, y abrí un ojo para encontrarla mirándome fijamente.