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ADVERTENCIA

Mis historias no son de romance y pueden herir la sensibilidad de algunas lectoras. Se recomienda total discreción, amplio criterio y buena comprensión de lectura.


DISCLAIMER

Los personajes de Candy Candy pertenecen a Mizuki e Igarashi. Esta historia ha sido escrita sin fines de lucro, solamente por entretenimiento.

El registro realizado cubre únicamente la trama de este fanfic. Esta prohibida la reproducción total o parcial de este fic.

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Enero 1 1918

No entiendo porque el recuerdo de aquella noche de año nuevo llegó a mi mente. De verdad, no lo entiendo.

Quizá, si se tratara del recuerdo de otra persona comprendería y tal vez hasta me sentiría feliz, pero no; se trata de ti.

Hoy también estamos celebrando un año nuevo más y sin embargo, hoy soy mucho más feliz que en aquella ocasión. Hoy estoy con toda la familia e incluso con mis madres y los niños del hogar de Pony, que tan amablemente han sido invitados. Nadie me hace falta; mucho menos tú.

Pensándolo bien, tal vez es por eso que te recuerdo. Porque en aquella ocasión solo George me acompañaba y en aquel largo viaje lo que más me hizo enfurecer fue ese encuentro contigo.

No eras más que un mocoso creído, ni siquiera en el colegio dejaste de serlo y probablemente, incluso hoy en día, aún lo eres. De no haber sido porque al observarte me recordaste a alguien más; a Anthony, de no haber sido por eso nunca habría perdido mi tiempo de tal forma...

Eran casi las 2:30 AM cuando, con un pesado suspiro Candy hizo trozos aquella carta, deseando que todo lo que en ella tenía escrito fuera verdad. Aquel día había sido realmente hermoso, algo así como un sueño hecho realidad; tanto que casi había logrado olvidar cualquier problema o pena. Había bailado con Archie y con Albert mientras las luces tintineaban a su alrededor, había abrazado a sus madres felicitándolas y sintiendo todo el cariño y apoyo que siempre le han brindado, había celebrado con los niños del hogar consciente de que para ellos era un momento especial y que posiblemente no todos lo repetirían; todo dependiendo de si los adoptaban o no e incluso, de quién los adoptaba.

Aquella noche todo era hermoso y perfecto, hasta que él apareció en sus recuerdos; entonces todo se oscureció. Inevitablemente su ánimo cambio, trato de disfrazar las lágrimas de tristeza por unas de felicidad, pero; ¿Quién llora en año nuevo? Sí. Sólo ella, o al menos aquella noche así le pareció. Sólo ella era capaz de llorar por él, por alguien que obviamente se había olvidado de ella varios años atrás.

Incapaz de seguir soportando, agradeció el hecho de que los niños se tenían que dormir temprano, incluso algunos ya se habían quedado dormidos y de esa manera aprovecho el pretexto de haber tenido un turno difícil en la clínica. Fue así que se retiró a sus aposentos después de haber acostado a los niños y contarles un cuento para que pudieran dormir tranquilos, sonriéndoles como siempre, ocultando sus verdaderos sentimientos.

Entonces, tratando de evitar la irremediable compasión que sentía por ella misma y con gruesas lágrimas acumulándose en sus ojos, fue que inicio aquella carta tratando de plasmar en esta todo aquello que desearía poder sentir. Mintiendo en cada uno de los sentimientos expresados.

Miles de MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora