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El mismo día en que estuvo en el banco también fue hasta Broadway, al teatro donde se presentaba la compañía Stratford, por un boleto para la función de estreno; pero estos estaban agotados. No se sentía triste, ni mucho menos decepcionada; estaba segura de que valía la pena esperar a que llegara el día indicado en el boleto.

-¿Candy? -la actriz le había visto mientras aún buscaba el dinero para pagar su entrada.

-¡Karen! -la rubia volteó a todos lados, esperando que Terry no estuviera cerca-. Hola. No esperaba... yo... -debía ser astuta y rápida para evitar encontrarse con el joven inglés.

-Él aún está en los camerinos -de inmediato se dio cuenta de que algo sucedía-. Pero será mejor que nos alejemos de aquí antes de que nos vea.

-Pero...

-Vamos... -la tomo del brazo, tal cual fueran las mejores amigas y comenzó a caminar, con prisa pero sin correr-. ¿Vendrás al estreno? -pregunto una calle adelante; tenia curiosidad por otros temas, pero prefería esperar.

-Me temo que no -se sorprendió al decirlo con pesar-. Tendré que esperar toda una semana para poder disfrutar del show.

-No me sorprende tu falta de confianza conmigo -fingió indignación, mientras abría la puerta de una cafetería cercana y entraban a esta-. De lo contrario, habrías acudido a mi -recalco, dirigiéndose a una zona apartada.

Candy no dijo una sola palabra mientras tomaban asiento y leía el menú. Aunque al principio no estaba convencida de ir con ella, eso era mejor que quedarse en el teatro, además solo había desayunado un poco de fruta y no había comido nada desde entonces.

-¿Cómo te fue en tus vacaciones? -después de ordenar, inicio con un tema diferente, era claro que la rubia necesitaba ese cambio de tema; además, tenía curiosidad por otros asuntos.

-Bien. Gracias -la rubia sonrió con mayor soltura-. Visite a mi familia y... -se detuvo por un instante.

-¿Y?

-Yo... bueno, llegue a pensar en no regresar a Nueva York -fue honesta-. Aquí no tengo nada, ni a nadie; solo tengo mi sueño de ser médico... -admitirlo, le era doloroso.

-Pero tienes a Simón -la actriz no sabía la realidad-. Y también me tienes a mí y a Terry, a pesar de que no hayas podido asistir a los funerales de Susana. Si eso es por lo que te ocultas de él; te aseguro que no está molesto contigo.

-Gracias -era obvio que ella no sabía nada, sin embargo agradecía el buen gesto-. Pero...

-Te daré un programa autografiado, como aquella vez, y daré indicaciones en la taquilla -tomo una servilleta y se la entrego a la enfermera-. Anota aquí tu nombre completo y, por favor, llega entre once y once treinta, con esto -le entrego un papel-. En realidad no es un programa, sino más bien es un boceto del programa, algo que nadie más tendrá -le sonrió, pensando pedirle a Terry su boleto de cortesía-. A esa hora ya te estará esperando tu boleto...

-Gracias, Karen -agradeció que el camarero hubiese llegado en ese instante.

Ambas chicas comenzaron a almorzar, aunque la rubia parecía continuar muy desanimada, deseando poder ser honesta con alguien, sin importar si ese alguien era Karen, tal vez charlar con ella podría ser mas fácil que charlar con Albert e incluso con Annie; seguramente la tímida e insegura señorita Brighton también le tacharía de pecadora y cosas aún peores.

Miles de MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora