XIII

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XIII

Candy salio a toda prisa del apartamento de Terry, sobre todo luego de escuchar que el muchacho había decidido ir tras ella. Cuando acepto entrar esperaba cualquier tipo de charla, menos que le reclamará porque pensaba que ella tenía una vida feliz. Eso fue lo que más le molestó.

—Estúpido narcisista —mascullo, una vez abordo del primer carruaje que le atendió—. ¿Cómo se atreve? —estaba indignada—. ¿Qué sabe él de mi vida? No cabe duda de que sigue siendo el mismo mocoso petulante de siempre.

Fue al penthouse, pero solo dejo la sombrilla y en seguida volvió a salir. Se le estaba haciendo costumbre ir a relajarse al museo de historia y justo ahí fue a dónde se dirigió.

—¿Candy? —antes de cruzar la calle, le detuvieron.

—Hola Simon —ni siquiera hizo el intento de sonreír— ¿Sucede algo?

—No. Las clases terminaron temprano y pensé en pasar a saludarte… ¿Vas a algún lado?

—Al museo —de reojo vio pasar a Terry en su auto y estacionarlo a corta distancia—. Vamos —le tomo del brazo y prácticamente lo jalaba a su destino.

—¿Estás bien? —no era normal verla tan molesta.

—Candy; espera —la chica apretó los ojos por un instante al escuchar la voz del actor, pero continuaba con su camino.

—¿Lo conoces? ¿Creo que te está hablando?

—Candy; por favor. Tomara solo un minuto —a pesar de que los alcanzó rápidamente, ella no cedía—. Eres Simon; ¿Cierto? —el futuro médico estaba más que confundido y no sabía que hacer—. ¿Podrías ayudarme? Sólo quiero entregarle algo que olvidó.

—Candy; por favor —al fin intervino—. Irá tras nosotros el resto del día.

—Por supuesto que no. Es tarde y debe ir a trabajar.

—Puedo decir que Susana tuvo un colapso.

—¡Está bien! —se detuvo al fin—. ¿Qué quieres? —se cruzó de brazos.

—Olvidaste esto… —era el paquete de dinero.

—Ya te dije que.. —el actor levanto las cejas al comenzar su reproche.

—Por favor —intento serenarla al notar que otras personas se acercaban por el mismo camino—. Lo aceptaré; pero es demasiado —al fin cedió; no quería armar un espectáculo, y mucho menos frente a su rival de amores—. Justo ahora debo irme, tú lo dijiste; tengo que trabajar. Pero hablaremos otro día…

—Está bien… —solo así tomo el paquete y más tranquila, continuaron, cada uno, su camino—. Te contactaré…

—¿Quién es él? Y; ¿Cómo sabe que mi nombre es Simon?

—Supongo que Karen le hablo de ti. Pero es alguien que no vale la pena que conozcas… —seguía enfadada y así retomó su camino al Museo.

—Yo también debo ir a trabajar —le detuvo ante la entrada—. Solo vine a verte para saber si querías salir a algún lado el fin de semana.

Miles de MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora