XXI

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XXI

Después de algunas semanas, aquella charla con Karen aún se mantenía fresca en su memoria. Esa había sido la última vez en que Candy fue un tema de conversación entre ellos y ni siquiera estaba seguro de que ambas chicas se frecuentaran. Sin embargo, no podía dejar de pensar, una y otra vez, en las metas que aún creía haberse fijado para el resto de su vida.

Por las calles de la ciudad y a pesar de la pandemia, rondaba la alegría, gracias a los rumores de que quizá la guerra pronto terminaría.

"La felicidad está en el aire" sonrió al pensar en ello, tratando de olvidar los comentarios que había escuchado respecto al gran número de muertes que se decía, que llevaba la epidemia, aunque en realidad él no se había enterado de ningún caso por si mismo, solo de los rumores de que un actor de cine recientemente había fallecido por dicha causa, y solo esperaba que Candy no se viera afectada. Mientras tanto, conducía hacia el barrio Italiano con la clara intención de cenar y dar un paseo que le ayudará a deshacerse del estrés acumulado.

Aún no era tan tarde y deseaba aprovechar lo que restaba de su día de descanso, deseaba hacer algo diferente, deseaba ir a aquellos lugares que casi nunca visitaba, al menos uno durante cada día de descanso que tuviera.

Terry inhaló profundo y contuvo el aire por varios segundos, mientras lamentaba no tener a nadie que le acompañara; lo último que deseaba era interrumpir a Karen, después de que durante toda la semana se soportaron mutuamente, además su novio podría ponerse celoso. Sonrió al estacionar su auto y recordar la manera en que, aunque no era muy común que salieran juntos, Susana disfrutaba acompañarle en uno que otro paseo. A pesar de lo inusual que pudiera parecer, lo cierto era que extrañaba la compañía que ella le brindaba.

Tal vez Karen tenía razón, tal vez tenía que buscarse una novia con la cual compartir sus momentos libres, sin la presión del deber sobre sus hombros. Lo más grato sería que aquella chica fuera una rubia, pecosa, de nombre Candice White; sin embargo ni siquiera estaba seguro de que ella siguiera soltera. Quizá, para su fortuna y gracias a Karen, había conocido a otras chicas, algunas que ese mismo año habían entrado a esa industria llamada Broadway; de las cuales, tanto Marilyn Miller, Eleonor Boardman; que claramente buscaba una oportunidad en lo que fuera, y Colleen Moore; no le habían sido indiferentes, aunque está última en realidad se dedicaba al cine, el cual, gracias a "actores" como ella y Chaplin, había ganado terreno entre las multitudes. Por supuesto, a esas funciones solo asistía la gente que no tenía los recursos suficientes como para admirar la magia del teatro.

-Ojala pudieran experimentarlo... -musito saliendo del auto, pensando en todos aquellos niños que tal como su Candy, habían crecido en hogares, esperando a que alguien los adoptará; si es que tenían esa suerte y si tenían aún un poco más de suerte, quizá se encontrarían bajo el seno de alguna familia adinerada. Sin duda alguna Candy fue afortunada, bien pudo haberse quedado como sirvienta de los Leegan o perdida en algún lugar de México tal como alguna vez le contó que le habían enviado, o incluso algo mucho peor.

El breve recorrido desde su auto, hasta el Piccolino's, que a pesar de no ser un lugar de lujo, era su restaurante favorito de la zona, no le tomo más de cinco minutos. Entro y eligió una de las mesas del fondo, con toda la intención de pasar desapercibido. Observó el menú, solo para disimular, pues de antemano ya había decidido elegir espagueti o lasaña, lo que hubiera, pero a la boloñesa.

El camarero no tardó en atenderle y tomar su orden, se había decidido por lasaña y para el postre un delicioso tiramisú. Por supuesto, merecía consentirse al menos en ese ratito, después de tanto trabajar sobre los escenarios.

Miles de MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora