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Hoy, que ya no me pertenecen tus labios, que ya no soy la causa de tu insomnio, me hallo desconcertado cuando los interrogantes me asedian. Revolotean en mi cabeza y se estrellan unos contra otros, y al final de tanto escándalo, termino por creer que si eras tú…

Edwin Vergara

Diecisiete

XXX

Ella quería tener razón, eso era lo que ella deseaba escuchar, y eso fue lo que él le dio. De nada le servía atormentarse con lo sucedido, porque al final, eso había sido lo mejor para ella. Así podría estudiar lo que quisiera, para luego hacer de su vida, lo que deseara. Sin miedo, sin presiones, pero sobre todo, sin más preocupaciones que ella misma y después, si es que estaban destinados a estar juntos, de alguna forma lo estarían.

Mientras tanto a él solo le quedaba volver a comenzar, hacer todo lo posible por recuperarse y vivir lo que fuera que le deparará la vida. Esperando, sin nada mejor que hacer, que esperar, pero ya sin el desgaste que el pasado implicaba.

x – x – x

—¡Candy! —un par de días más tarde, la rubia visitaba a su “amiga”—. Al fin estás aquí —estaba feliz y si no, procuraba parecerlo—. Vamos al jardín. Tienes que contarme cómo te fue con Terry… te he estado esperando; el otro día no terminamos de hablar y…

—¿Por qué lo hiciste? —en cuando se percató de que estaban solas y en un área aislada, hizo la pregunta.

—¿Qué? ¿Sucedió algo malo?

—No puedo creer que tú, mi “mejor amiga” me hayas engañado de esa forma —estaba más que indignada.

—Candy…

—¿Por qué? Annie; ¿por qué te pusiste de parte de él?

—¿Te hizo algo?

—Es un sínico al que no deseo volver a ver en toda mi vida —rio con amargura—. Y todavía se atrevió a pedirme matrimonio…

—Candy… —no entendía nada.

—Pero que bueno que no acepte —dijo con melancolía y algo de rabia, tratando de seguir ocultando lo que en realidad sentía—. Yo no podría ser la esposa de un tipo tan vil, egoísta, manipulador, borracho y seguramente mujeriego; como él. Se cree mucho solo porque tiene dinero, tiene fans a montones y solo por eso piensa que puede acercarse a mi y decirme una sarta de estupideces como si fuera lo más lindo que se le ocurriese… ¡Lo odio, Annie; lo odio como nunca había odiado a nadie! —de nuevo se mentía a sí misma.

—Candy… —aun la miraba confundida.

—¿Y sabes que es lo peor de todo?

—¿Qué? —dudo de preguntar.

—Que me traicionaste, que te pusiste de su lado y me dejaste a merced de un tipo como él —hizo un pausa—. ¿Por qué? Annie; ¿por qué lo hiciste?

—Lo hice por ti y porque él es un buen tipo.

—¿Buen tipo? ¿En serio? ¿ese es tu argumento? —era claro que necesitaba desahogarse y no le escucharía, sino hasta conseguirlo—. Él nunca ha sido nada, más que un patán, un borracho, un rebelde egoísta, que cree que todo lo puede conseguir con dinero. ¿Puedes creer que incluso intento comprarme a mi? ¡a mi!

Miles de MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora