XXIX

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Es mejor no dar alas
en donde no hay un cielo para volar
Edwin Vergara

XXIX

—¡Annie! —la rubia había estado esperando y en cuando vio a su amiga, llamo su atención; ambas vestían de manera sencilla—. ¡Aquí!

—Discúlpame. Tuve que esperar hasta que mis padres salieran —observo su reloj, la cita con Terry era a las 10:30 y aún tenían 20 minutos para llegar a la cafetería.

—No te preocupes —vio que la morena se sentaba en los escalones del quiosco, tal y como ella estaba antes de encontrarla entre la multitud—. ¿Y bien? —se acomodó junto a ella.

—No sé que hacer… —era honesta.

—Primero cuéntame qué pasó.

—Mis padres insisten en que debo de encontrar la forma de casarme con Archie lo más pronto posible. Pero, no sé cómo hacerlo. No veo que él tenga el mínimo interés, o que siquiera esté en sus planes próximos —de verdad le angustiaba—. Además, estoy segura de que, durante las temporadas en que está lejos, me engaña con alguien.

—¿Estás segura?

—Necesitaría ir hasta Harvard, buscarlo y perseguirlo para así poder estar segura. Pero hace mucho tiempo que cambió su forma de ser conmigo —su tristeza era palpable—. Ayer habíamos quedado en salir y… yo… —no estaba segura de lo que la rubia pensaría de ella si le contaba lo que había sucedido—. Yo…

—Dime Annie…

—Aproveche que mis padres habían ido a un asunto de negocios y regresarían hasta la noche —respiro profundo—. Y entonces, él y yo… verás; él y yo… —¿ella y él?; con curiosidad estudio los gestos de la morena y de inmediato abrió los ojos de par en par.

—¡Annie! —no podía creer que su amiga sería capaz de algo así—. No digas más —trato de mantener la calma—. ¿Es lo que me estoy imaginando?

—Creo que sí… —no pudo evitar llorar—. Ahora no sé que hacer. Él dijo que yo lo había seducido y que era una artimaña para que se casara conmigo —le explico en voz casi inaudible.

—Y; ¿Es así?

—¡Por supuesto que no! —indignada, esta vez casi grito y luego volvió a bajar la voz y comenzó a hablar rápido—. ¿Cómo puedes creer que sería capaz de algo así? Yo solo pretendía, es que yo solo quería… No sé; Candy. Simplemente me deje llevar y cuando reaccione, fue porque me dolió como no tienes idea. Pero ya era demasiado tarde…

—Annie… —sin duda, ella era la menos indicada para aconsejar a su amiga.

—No sé que hacer. ¿Y si me embarazo? ¿y si, ni siquiera así se quiere casar conmigo? ¿y si después nadie se quiere casar conmigo?

—Tranquila —le abrazo—. Es poco probable que, con solo una vez, termines embarazada. Confía en mí. Soy enfermera y sé de estas cosas.

—Pero Candy; ¿Qué haré ahora?

—No pasa nada —la veía poco convencida—. En serio. Créeme.

—¿Cómo puedes saberlo?

—Bueno… es que yo…

Miles de MentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora